martes, 14 de abril de 2009

Campana de largada en Berisso

El pejerrey ya está en la zona y los primeros son de buen tamaño.
Te parece que le hagamos un tiro ahora?, le preguntamos al guía Oscar Creo, quién nos venía invitando a hacer el arranque de la temporada de pejerrey en Berisso. Sucede que el termómetro, con temperatura de 30 grados hasta el lunes pasado, hacía difícil pensar en pejerreyes cuando todavía no había caído ni una sola helada en el Río de la Plata. Venite que ya vengo pescando y son de los buenos, aconsejó nuestro referente en la zona. Armamos todo para el otro día y en la intención de navegar bastante, llegamos a primera hora para no desaprovechar ni un segundo.
El pronóstico era ideal: suave viento del sur sureste, cielo despejado y temperatura fresca por la mañana, cambiando a calurosa por la tarde. Pero la niebla nos jugó una mala pasada: el pasado viernes, Prefectura de Río Santiago permitió salir de puerto a las 11 de la mañana. Los ánimos estaban por el piso, sabiendo que habíamos perdido las mejores horas. Pero el río estaba planchado, haciendo que el tiempo de navegación se redujera a la mitad porque podíamos ir rápido sin andar “cabalgando” olas. Entonces, decidimos ir a como de lugar, para ver si arañábamos algunos pejes. Con nuestro amigo Roberto Gil y los guías Oscar Creo (padre e hijo), llegamos a pasar la boya Hillstone (aún se permite llegar pues no hay reglamentación que lo impida) y nos largamos al garete. Era la última hora de la bajante y había que aprovechar, dado que el parate de agua no es bueno y hasta que se armara la creciente podíamos haber perdido media tarde.
Por suerte, el peje no faltó a la cita, tras un par de piques errados, quién esto escribe debutó con el primero, y enseguida Oscarcito, creo metió un matunguito lindo de unos 40 cm. Oscar padre y Roberto venían rezagados, cobrando algo de variada con chafalotes (muy activos) y patíes. Pero luego también comenzaron a clavar pejes. Creo hijo se apostó en la punta y dejaba derivar sus boyas bien abierto. Allí clavó los mejores, sobre margen de la calle de ceba. Un par de cortes de línea (por no revisar las del año pasado, que se resecaron por el uso de flotalíneas y la acción del aceite de la ceba) nos obligaron a movernos en el mejor momento, alterando un poco la pesca, aunque seguíamos clavando algunos ejemplares esporádicamente. Párrafo aparte para el reel Gibson´s Essential que nos dío a probar nuestro amigo Jorge Vicente de Pezcalandia. Realmente la maquinita recupera rápido, tiene estilo en el diseño y solidez en su construcción además de cargar la cantidad de tanza justa para la pesca en el Riopla. Con unos 130 metros del 0,26. Un fierrito. El parate de agua fue nefasto. Las boyas no se movían de al lado del bote, y la embarcación derivaba junto a la mancha de ceba, impidiendo armar la calle. Creo hijo siguió pescando algunos, dado que él usaba nylon y sus boyas “viajaban” un poco más que las nuestras, que usábamos multifilamento.
Pese a ello, el pique se fue raleando, el sol ya trepaba por encima de los 30 grados y la temperatura del agua estaba en 25.
De acuerdo a un estudio que viene haciendo Viva la Pesca en los últimos tres años, de relevar distintos pesqueros, el peje come bien con aguas entre 18 y 12 grados, por lo que estaba claro que lo mejor está por venir en abril y mayo. No obstante, con una docena de ejemplares de entre 30 y 40 cm en cuatro horas de pesca, nos dimos por satisfechos y volvimos pensando qué cosechón hubiésemos hecho de haber podido estar pescando a las 9 de la mañana, aprovechando a pleno la bajante. Nos prometimos volver en poco tiempo, cuando el Gran Berisso ya esté comiendo firme y no sean raros los pejes de un kilo entreverados entre muchos matunguitos de 40 cm. Satisfechos por no haber desaprovechado la jornada pese a los contratiempos, navegamos velozmente a puerto en la lancha Morena y tuvimos la yapa de disfrutar el espectáculo que nos regalaron dos monos carayá que alguien soltó en la Isla Paulino, y que se adaptaron a vivir en forma salvaje entre las ramas que dan al río.
Por Wilmar Merino