domingo, 3 de mayo de 2009

Manguruyu

En Pezcalandia , encontramos este artículo que queremos compartir con nuestros usuarios. La oportunidad para ir detrás de los manguruyu, una despreciable especie que amenaza con engullir los recursos del Estado. En el mundo de la pesca de agua dulce nada habrá más excitante que la captura de un dorado.
El formidable surubí brinda satisfacción y da mucho trabajo, pero una vez sujeto al anzuelo uno tiene la certeza de que en poco tiempo más será cazuela, asado o una rica sopa. El dorado provoca éxtasis. Verlo y sentirlo pelear y pegar saltos acrobáticos -a veces hasta un metro por encima del agua- inyecta tal cantidad de adrenalina en la sangre que nos devuelve sensaciones primitivas.
Esa sensación bien vale el sacrificio de horas bajo el inclemente sol, o el tener que soportar los malos chistes o los hedores de los compañeros de pesca. ¡Y hay cada compañero! Hasta que esté fuera del agua, en la orilla o en la embarcación, uno no tiene que fiarse del Salminus maxillosus (nombre científico). Con su fuerza o sus afilados dientes es capaz de cortar hilos y cabos de acero. En cuestión de segundos la emoción se puede transformar en la más grande decepción. Son guerreros hasta agotar sus fuerzas y perder el último aliento. Solo quienes han tenido la satisfacción de hacerse con esta presa entenderán que el dorado se tiene bien ganado su sobrenombre de tigre de los ríos.
Es bueno destacar la decisión adoptada por la Justicia en el sentido de ratificar la prohibición de pesca del dorado en todo el territorio nacional por 5 años, establecida por la Ley 3.191/2007.
Ahora resta que las autoridades hagan cumplir esta legislación, de lo contrario de nada servirá su vigencia. La pesca indiscriminada y sin control estaba llevando a su extinción a esta preciada especie. El mismo peligro corren las demás variedades. La explotación racional de nuestros cauces hídricos hubiese permitido a la pesca constituirse en una formidable fuente de ingresos. Sin embargo, la inconsciencia y la codicia de autoridades y funcionarios encargados del control están haciendo que los ríos, arroyos, lagos y lagunas del país sean depredados y contaminados sin misericordia. Solo unos pocos funcionarios escapan de la generalidad. Esperemos que a partir de la prohibición de la pesca del dorado, no solo los pescadores sino toda la gente vayan en busca de los despreciables manguruyu. La mejor arma para capturarlos es la denuncia.
Esta especie despreciable e insaciable que pulula en la administración pública no está en peligro de extinción. Por el contrario, ella sí amenaza con extinguir los recursos del Estado.
Por Oscar Ayala Bogarín - oayala@uhora.com.py