martes, 5 de mayo de 2009

"Manos Unidas" dibuja el futuro

Desde Pezcalandia solo queremos dar difusión a la labor de todo un grupo de gente que integra Manos por Hermanos, no cuesta nada solo visitar la web y ver si uno u otro puede cooperar de alguna.
En Pezcalandia decimos, dale que esta bueno, siempre es un lindo dia...
Haciendo frente a la falta de espacio y a los recursos cada vez más angostos, se largó el Taller de Dibujo en el Comedor de Padua. Andrea, “la profe”, nos cuenta cómo es esto de seguir apostando a la formación integral, única respuesta posible ante las crisis presentes y por venir. ra una tardecita destemplada. Llegando al Comedor "Manos Unidas" del Barrio San Alberto, nos esperaba una tormenta. Sin lluvia, pero con unos nubarrones que tiñeron la fresca tarde de un gris oscuro en un ratito; parecía que en cualquier momento caía la noche, pero apenas si eran las cinco de la tarde. Los chicos iban llegando a tomar la merienda, tacita en mano, algunos aún con el guardapolvo blanco, como siempre… y allí, cruzando un largo pasillo de tierra, en el patio de su casa, Esther los espera con una sonrisa, los brazos abiertos y mucho pan con manteca y dulce.La voz cálida de Esther, con esa tonadita chaqueña que no la abandona, por más que ya hace muchos años que vive en la zona oeste de Buenos Aires, los invita a los que van llegando rezagados a buscarse un lugarcito en el superpoblado patiecito de cemento; es que parece que la tormenta descuelga el agua en cualquier momento. Toman la merienda ansiosos, es que no es una tarde cualquiera. Es que después de la chocolatada, cuando todos terminen de merendar, comienza el Taller de Dibujo. Y el inicio no se hace esperar. Nico, un voluntario que es profesor de dibujo, de esos que nunca faltan cuando hay una causa noble, da las primeras indicaciones y todos comienzan a prepararse.Vuelan hojas blancas, lápices negros, gomas y sacapuntas y, una vez superada la excitación inicial, más de 20 pibas y pibes de entre los 5 y los 12 años, herramientas en mano, se acomodan para empezar a dejar volar la imaginación. La consigna sugerida, que se dibujen a ellos mismos haciendo algo que les guste, no se hace esperar y comienza a plasmarse en el blanco del papel, del que suavemente empiezan a asomar chicos andando en bici, que se cruzan con otros jugando un partidito de fútbol y algunos cibernéticos chateadores.Flores, corazones y mariposas inundan los dibujos femeninos, que parecen resistirse al otoño. Grandes soles contrarrestan la tormenta amenazante, de la que ya nadie se acuerda.Los dibujos cobran vida en los ojitos chispeantes y cuentan historias conocidas: la escuela, la canchita, la plaza y hasta alguna aventurera se dibuja en bikini en una playa a la que va siempre en sueños. Mientras los chicos dibujan, Esther no nos hace esperar y ameniza la tarde fresquita con unos matecitos calientes, siempre pendiente de los chicos que se acercan a mostrarle sus obras y a buscar alguna galletita.Al compás de gomas y sacapuntas, subidos a las bicis de papel, empezamos a soñar. Tal vez no sea tan difícil montar una exposición a fin de año, mostrando los logros obtenidos a través de las clases. Al día siguiente, el martes, nos juntamos para evaluar esta primera experiencia y a proyectar y a imaginar, como siempre. Ideas como las de la muestra y otras más temerarias aún surgieron de Nico, de Sebastián y hasta de la misma Esther, que, ante tanta energía desplegada, ya está pensando en algún espacio cultural, descontando de antemano que el evento va a ser todo un éxito.Soñadora empedernida, pero de las que al despertar no descansan hasta acercar su sueño a la realidad, ahí anda Esther, dibujando en su mirada (que si no estuviéramos en la primera reunión de evaluación del Taller de Dibujo en el pequeño “ex living” de su casa se detendría en el más ancho de los horizontes) el orgullo anticipado de los papás y mamás cuando finalmente vean las primeras obras expuestas como debe ser. ¿Que se sueña mucho? Claro, es que en los territorios de las Manos Unidas de Padua, soñar va de la mando del hacer, es el combustible para el hacer. Parecía una locura hace quince días, cuando decidimos entre todos que, aunque la boleta de luz sea impiadosa y brutal, aunque quieran hacernos creer que hay que recortar todos los gastos que no sean los de la asistencia básica, íbamos a arrancar igual. Con lo que tenemos, que es poco. Compartiendo pinceles y racionalizando hojas. Pero empezar.Es que cuando uno se sube a las bicis de papel, todo es posible y si el que ilumina es un sol con rayos desparejos, cualquier sueño se hace realidad, aunque sea por un ratito. Pero dejemos esa reunión de voluntarios luego del primer encuentro del Taller, y quedémonos por un rato más en la tarde anterior, cuando las risas y los tarritos de pintura eran el paisaje omnipresente en la humilde sala.Todos se entusiasman, se divierten, aceptan sugerencias y se apuran a terminar sus dibujos, repiten una y cien veces que el próximo Lunes estarán listos otra vez, esperando la clase para aprender a dibujar sin regla, aunque eso sea todo un desafío y alguna vocecita pícara asegura que hará trampas. La despedida se hace larga; es que hay muchos dibujos por mirar, muchos artistas que felicitar, algunos exigentes autores que vuelven por sus dibujos para unos retoques de último momento, muchos besos y abrazos que recibir y de esos más vale no perderse ninguno. Ya no sabemos si la tarde se hizo noche o la noche se hizo tarde, ya no importa el viento que prometía lluvia, todo es entusiasmo y diversión. Se despiden hasta el próximo Lunes, cuando saben que, otra vez, las palabras mágicas abrirán la puerta de ese espacio soñado, donde sus duendes interiores darán volteretas sobre papeles blancos, sedientos de trazos que irán cobrando vida cada tarde compartida.Cuando cruzamos el pasillo de tierra hacia la puerta de calle, aún quedan risas que nos saludan desde el patio de Esther y, cada vez más lejos, van sonando nuestros nombres cantados por voces chiquitas. El Taller de Dibujo es un hecho, y sabemos que sólo es el comienzo. Es un espacio ganado a las tardes de la calle, un espacio donde pronto llegarán más manos a jugar a otros juegos, a soñar nuevos sueños y a reír a carcajadas con ellos, los chicos. Esos pequeños magos que, con un lápiz negro, saben darle vida a esas bicicletas de papel. Esas bicicletas de las que, si te animás a subir, ya nunca querrás bajarte.
Andrea Alzugaray Voluntaria de Manos por Hermanos