jueves, 4 de junio de 2009

Curso de supervivencia con nociones básicas de primeros auxilios, orientación y navegación.

Son las 8 de la mañana del sábado 28 de marzo de 2009. El colectivo de la línea 8 (ex 86) del que acabo de bajarme se pierde de vista continuando con su recorrido.
Estoy en Ezeiza, a pocos metros del predio donde entrena la Selección Argentina. El pasto sigue mojado por el rocío y los mosquitos comienzan a sentirse apenas bajo del colectivo, pero no logran opacar mi buen humor. En esas condiciones los tomo como apenas una preparación para lo que vendrá. El cielo está despejado, y el sol, radiante por encima de mi cabeza, augura un día ideal y prometedor. ¡Ojalá nos acompañe durante lo que resta del fin de semana! Un poquito más tarde de lo previsto me encuentro, allí mismo, con Leo Malvasio (Paramédico e Instructor de Primeros Auxilios de la Cruz Roja Argentina). Leo ha tenido la amabilidad de pasar a buscarme con su auto. Después de una introducción rápida, partimos para reunirnos con el resto del grupo. Nuestro destino es el Centro Recreativo de la Fuerza Aérea Argentina (Anexo Pucará XIII), donde funciona una de las bases del Centro Argentino de Capacitación y Entrenamiento NORTHLATITUDE (C.A.C.E.N.) de formación Nacional e Internacional; y mi objetivo era, participar del Curso Básico de Supervivencia para zonas agreste y hostil que dicta el C.A.C.E.N. Una vez en el centro, me reúno con el grupo. La presentación es rápida, apenas un intercambio de palabras porque la clase teórica ha comenzado y el clima de respeto que reina no permite mayores pérdidas de tiempo. Sin embargo, un comentario al pasar de uno de los alumnos me recuerda que llegué tarde a la clase. Es un comentario amigable pero teñido de responsabilidad, y constituye una buena demostración de lo que voy a vivir durante el fin de semana: un clima agradable y distendido sin perder de vista la seriedad a la hora de trabajar y aprender. Al frente de la clase lo veo a Gabriel Esquivel. Gabriel es mentor y fundador del C.A.C.E.N., Instructor de Supervivencia en zona de selva y monte, Instructor de Orientación y Navegación Terrestre y Montañista, quien también es militar retirado de la Fuerza Aèrea Argentina, donde prestó servicios durante mas de veintiún años. Pero además, es un amigo a quien conocí hace poco tiempo y quien gentilmente me invitó a participar del curso; con él hemos compartido varias reuniones informales en las que destaca por su buena onda y su sentido del humor. Al frente de la clase sin embargo, asume su rol de Instructor con tanto profesionalismo y responsabilidad que casi no lo reconozco. La clase teórica discurre en forma amena. Gracias a la charla y el soporte que nos brinda el manual de supervivencia que cada uno ha recibido, me voy introduciendo en los conocimientos básicos (refugio, señalamiento, navegación terrestre, procuración de alimentos y agua potable, fuego, liderazgo y dinámica de grupos, etc.) que resultan totalmente nuevos para mí pero que, presiento, serán muy útiles cuando abordemos la parte práctica del curso, un rato después. A la una de la tarde, como estaba previsto, la clase teórica concluye, y nos disponemos a chequear el equipo que hemos traído y también el que NORTHLATITUDE tiene preparado para nosotros. Entre otras cosas, cada uno cuenta con un machete, una capa poncho, una linterna, un silbato, nuestro manual, y algunos otros elementos. Es una buena oportunidad para conocer un poco más al grupo, y aprovechamos para intercambiar algún comentario o sonrisa… somos unos cuantos alumnos, de todas las edades. Este fin de semana no hay mujeres, pero Gabriel me comenta que el curso es apto para ambos sexos y que es normal que mujeres de distintas edades participen sin inconvenientes: el primer buen motivo para volver en el futuro. Volviendo al grupo, todos estamos en la misma situación: muy entusiasmados con lo que va a venir, y a la vez inquietos por la incertidumbre, queremos empezar ya con la parte práctica. No obstante nuestra expectativa, Gabriel sabe como calmarnos y manejar los tiempos del curso, que a diferencia de nosotros, el tiene experiencia en este tipo de salidas y eso se nota al marcar las pautas: antes de emprender el camino al campamento, hay que repartir las raciones de comida para todo el fin de semana. Con eso llega la primera muestra de rigor: como es un curso básico no faltará agua potable, pero la ración es escasa y debemos administrarla como consideremos más conveniente. Un vez que está todo listo, partimos. Tenemos varios kilómetros por delante hasta el lugar que servirá de entorno para la actividad práctica. Es nuestra primera oportunidad para poner en práctica los conocimientos del uso de la brújula y la carta topográfica para hacer la navegación terrestre (travesía). Nos esperan dos días de sorpresas, en los que nos probaremos a nosotros mismos en situaciones a las que no estamos acostumbrados. Emprendemos el camino en fila, bien dispuestos, pero despacio. Se habla poco, cada uno medita para sus adentros sus propios pensamientos. Durante el tiempo que duró el curso hicimos prácticas en técnicas de Supervivencia, aplicando lo enseñado por Gabriel en lo que respecta a aplicar Primeros Auxilios a heridos, construir camillas de circunstancia para traslado, hacer Señalamiento diurno y nocturno, construir Refugios grupales e individuales, obtener Agua y purificarla, obtener Alimentos de origen silvestre, hacer Fuego con elementos naturales, donde no faltó una interesante práctica de Orientación y Navegación Terrestre con brújula y carta topográfica. Llegó la hora de finalización del curso, cuando eran las 9 de la noche del domingo 29 de marzo. El último vistazo al predio antes de subir a la camioneta que me llevará de vuelta a casa. Han pasado 36 horas desde que comenzó el curso de Supervivencia, y ya de regreso me dispongo a evaluar, una vez más, todo lo que hemos vivido con mis compañeros de curso e instructores durante el fin de semana. Ha sido intenso y muy interesante, y cumplido con las expectativas que tenía al principio. Entre las páginas de mi nuevo manual, descansando dentro de mi mochila, guardo el certificado de participación que hace un ratito nada más me entregó Gabriel en la ceremonia de cierre del curso. La ceremonia fue sencilla, básicamente agradecimiento de parte de los alumnos y promesa de volver a encontrarnos. Los instructores nos cuentan su visión de cómo ha funcionado el grupo y del modo en que hemos realizado las distintas actividades. Luego nos preguntan sobre nuestro parecer respecto del curso, es nuestro momento de dar nuestra opinión mala o buena de lo que vivimos en el predio. Hablamos de a uno en forma ordenada y con total libertad para hacerlo. Este ejercicio de intercambio, según me comenta Gabriel después, es fundamental para conocer el punto de vista de todos los participantes, y así ir mejorando los contenidos técnicos y pedagógicos de curso en curso. Esto es precisamente lo que permite que estos cursos sean un medio ideal para iniciarse en los conocimientos de supervivencia, adaptado a las necesidades y posibilidades de cada participante, evitando que pueda transformarse en una mala experiencia para alguno de ellos. El certificado dice que he “completado con éxito las exigencias del Curso Básico de Supervivencia”… mi cara, mezcla de cansancio y satisfacción, dice mucho más. Es testimonio de la todavía fresca experiencia que seguramente me acompañará en forma de recuerdo durante mucho tiempo. A lo largo de estas 36 horas hemos hecho muchas cosas, y vivido muchas sensaciones. Hemos congeniado perfectamente con algunos compañeros, y también disentido respecto de lo más conveniente para una u otra situación. He construido mi propio refugio individual al igual que otros alumnos, mientras que el resto optó por un refugio grupal. Hemos trabajo en equipo con éxito por momentos, y por momentos nos ha costado. Hemos construido trampas con nuestras propias manos, y aprendido técnicas para procurarnos agua potable. Hemos sacado el máximo provecho a una introducción a métodos de Primeros Auxilios a cargo de Leo Malvasio, que nos deja en mucho mejor posición para actuar si alguna vez nos vemos en la necesidad de hacerlo. Hemos aprendido a hacer nudos, hemos trepado árboles. Hemos confeccionado diversos señalamientos para pedido de auxilio en el terreno como si nuestra vida realmente dependiera de ello. Hemos disfrutado la cara amable de la naturaleza y también sufrido sus molestias, pero tratando siempre de preservarla y considerarla aliada en situaciones difíciles. Los instructores nos dieron libertad para tomar decisiones y la hemos utilizado a nuestro criterio, a veces para bien, a veces para mal; no obstante en todo momento nos han vigilado y protegido para evitar ponernos en peligro. Después de un par de peajes estoy otra vez en casa. La cena caliente, y contundente, es premio merecido por el sacrificio realizado. Pero el cansancio no molesta, es producto de una experiencia excelente, y viene acompañado de muchas ganas de repetirla en el futuro. Este relato es de autoría de Germàn Forti, un alumno de curso, quien me autorizó a publicarlo.
Gabriel Esquivel
Director de NORTHLATITUDE
Jefe de cursos de Supervivencia y Orientación de PEZCALANDIA