lunes, 10 de agosto de 2015

Una montaña salvaje


Desde Pezcalandia compartimos las características de ésta increíble pirámide de cristal, un pico majestuoso y despiadado, la más cruel de las montañas, un colmillo de hielo emergiendo del caos geológico.
Todas las grandes cumbres tienen su dosis de épica, sobre todo cuando sobrepasan los 8.000 metros de altura, pero si hay que hacer caso a las descripciones que de ellas hacen quienes las ascienden, el K2 se merece con creces el título de montaña de las montañas.

«No es la más alta pero sí la más emblemática por las dificultades que entraña su ascenso», observa el montañero Juanjo Sebastián, miembro fundacional del equipo de ‘Al filo de lo Imposible’ y responsable de cuatro expediciones a la cumbre.
Con sus 8.611 metros, el K2 es la segunda elevación del planeta. Es 237 metros más baja que el Everest, pero sus paredes están más desprotegidas y son también más escarpadas. Mientras que a la cumbre más alta del mundo se llega caminando, el ataque final al K2 es más técnico y tiene tramos de escalada. «Es la montaña de las montañas», escribe en su blog Edurne Pasaban, que perdió dos dedos de los pies por congelación cuando la escaló en 2004. «En lo personal –añade– es el ochomil más difícil de los catorce, fue la primera vez que temí de verdad por mi vida. Marcó un antes y un después y me llevó a dudar de seguir en el alpinismo».
Se entiende así que el K2, el techo de la majestuosa cordillera del Karakorum paquistaní, sea una cumbre menos hollada que el Everest. Frente a las más de 4.000 personas que han hecho cima en el gigante nepalí, los montañeros que han completado la ascensión al K2 no pasan de 350. Sin olvidar que la proporción de caídos en el intento, 84 víctimas mortales en total, es muy superior tanto a la del Everest como a la del resto de los ochomiles, exceptuando el Annapurna y el Nanga Parbat.
Desde el año pasado, sin embargo, esa tendencia se ha invertido. 
A juzgar por las estadísticas de 2014, el K2 ha pasado a ser una montaña menos inaccesible: el último verano hicieron cumbre nada menos que 48 personas, el 80% de los que lo intentaron, una tasa de éxito sin precedentes desde que en 1954 fue conquistado por primera vez. 
La explicación se encuentra en el creciente interés que despierta la cima paquistaní entre las grandes agencias comerciales, que disponen de medios capaces de allanar el camino a la cima de cualquier montaña. La masificación del Everest ha llevado a los responsables de las agencias a explorar alternativas para satisfacer la demanda del cada vez mayor número de aspirantes a adornar su currículo con la ‘muesca’ de un ochomil. 
El K2 se erige en una de las opciones más interesantes, no solo porque es la segunda altura del planeta, sino porque conserva íntegra el aura de desafío y aventura que hace tiempo perdió el Everest. 
En otras palabras, es una montaña más ‘auténtica’ que la mayor de las cumbres, atrapada en una espiral comercial que traiciona los valores del alpinismo primitivo.
La revista ‘Desnivel’, especializada en montañismo, hablaba hace unos días de la ‘everestización’ del K2, un fenómeno que se va a acentuar este verano con la presencia en la montaña del doble de alpinistas que en la temporada anterior. Hacia el campo base, que se instala en el glaciar Godwin Austen, a 5.000 metros de altura, caminan desde hace semanas al menos una decena de expediciones que tienen como meta el K2. A diferencia de lo que ocurre en el Himalaya, donde se asciende a las grandes cumbres en el premonzón (primavera) y algo menos en el posmonzón (otoño), la temporada alta en el Karakorum coincide con el verano.
La cancelación de las ascensiones en el Himalaya debido a los temblores de tierra que han asolado Nepal ha dejado al Karakorum como único destino de los ochomilistas. Al menos cinco agencias han programado grupos para el K2 esta temporada. Entre ellas están las tres más importantes, Himalayan Experience, Madison Mountaineering y Seven Summits, que suman casi cien personas entre clientes, sherpas y porteadores pakistaníes. Seven Summits, que es nepalí y está dirigida por Mingma Sherpa, el primer sherpa que completó el circuito de los catorce ochomiles, ofrecía en su página web la posibilidad de participar en la expedición que atacará la cima del K2 a cambio de 22.500 euros.A los montañeros más puristas no les suelen gustar las grandes agencias, que con sus legiones de sherpas despejan el camino y fijan cuerdas hasta las cumbres, además de proveer de botellas de oxígeno a sus clientes a lo largo de toda la ascensión. Sebastián Álvaro se muestra especialmente crítico con lo que está pasando en el K2: «Es la banalización definitiva del alpinismo tradicional, estamos ante un fenómeno de codicia y comercialización que colisiona con los principios del montañismo», truena. «Los que ascienden en esas condiciones a una montaña pueden ser considerados unos turistas atrevidos, pero no unos alpinistas».Carlos Soria, que alcanzó la cima de la montaña paquistaní en 2004, cree que las dificultades técnicas que entraña la ascensión van a impedir que se produzca una masificación al estilo del Everest, donde hay días que hacen cumbre hasta 150 personas (el récord está en 170). 
«La presencia de las grandes agencias hará más fácil llegar hasta arriba porque las cuerdas fijas representan una ayuda importante, pero es difícil que en el K2 se den las aglomeraciones que hay a veces en el Everest». Soria, que cuando alcanzó la cima tenía 65 años (es el más veterano de los que lo han escalado), recuerda que el pico paquistaní es uno de los grandes iconos del montañismo. «Es una montaña con un aura especial para cualquier alpinista, probablemente uno de los grandes símbolos de lo inaccesible».
El K2 se llama así porque un oficial británico que estaba cartografiando el Karakorum a mediados del siglo XIXle adjudicó esa denominación cuando empezó a numerar los picos de oeste a este. Era la cumbre número 2 del Karakorum, es decir, K2. El magnetismo que irradia atrajo muy pronto a los escaladores. La primera tentativa la protagonizaron en 1902 dos británicos que desistieron después de haber alcanzado los 6.000 metros debido a la endemoniada climatología de la montaña.
Siete años más tarde, en 1909, llegó a las faldas del K2 una expedición comandada por Luis de Saboya, duque de los Abruzos, hijo de Amadeo de Saboya, que fue rey de España durante dos años. Luis, que había nacido en el Palacio Real de Madrid, fue un aventurero que ya había hecho incursiones en Alaska, el Polo Norte o las legendarias Montañas de la Luna de África. Su expedición, que llevaba más de 500 porteadores, exploró la montaña y descubrió su mejor vía de acceso, una arista que desde entonces lleva el nombre de Espolón de los Abruzos y que es la ruta que se utiliza ahora para la mayoría de las ascensiones. Pero hubo que esperar unos cuantos años más, exactamente hasta 1954, para que el K2 fuese hollado por primera vez por el ser humano: lo hicieron un 31 de julio dos italianos que se llamaban Aquille Compagnoni y Lino Lacedelli con la inestimable ayuda de Walter Bonatti, una de las grandes leyendas del alpinismo.

Fuente Ideal.es