jueves, 20 de junio de 2019

Cumbre al Everest


Pezcalandia difunde éste interesante reladto. Sherpa Sonam Bohte comenta que para él, el montañismo es una profesión que realiza como forma de proveer a su familia, incluso que no tiene deseo por escalar alguna montaña en especial. Por otro lado, comenta que el vivir en una ciudad como Kathmandu en donde está todo muy contaminado, se vive en el caos y la corrupción, al subir a la montaña se encuentra con la perfección, en su naturalidad y belleza: “En lo alto, todo es genuino.”Percibe que es una profesión poco valorada, pero confiesa que no le afecta ya que está convencido que en realidad no importa lo que haces, sino cómo lo haces: “Escalo montañas no solo para llegar a la cumbre, sino para compartir mi mirada, dar vuelo por kilómetros a mis emociones, perderme en la felicidad eterna del paraje salvaje, y no solo por estar en los más alto”.En la primera mitad del siglo XX, los cargadores de altura elevada (“high-altitud porters”), ahora denominados en una generalidad como “sherpas” a pesar de que no todos pertenecen a esa etnia, llevaban el equipo de las expediciones internacionales a elevadas alturas de la montaña sin llegar a la cima, siendo solamente empleados y no siendo considerados escaladores. En la expedición de 1953, Tenzing puso en boca del mundo la palabra “sherpa”, al hacer cumbre con Edmund Hillary como escalador. Pero incluso en esa misma expedición, aquellos que subían el equipo y los víveres en el lomo, seguían siendo llamados solamente “cargadores de altura elevada”.An Kerber es el único cargador de altura elevada de dicha expedición aún con vida. Tiene más de 80 años, y aunque los locales conocen su trayectoria y logros, muy pocos occidentales sabemos de su existencia. A partir de esta expedición, los nepalíes empezaron a aprender formalmente a escalar. Tenzing abrió una escuela de escalar en Darjeeling poco después de su expedición, lo cual les abrió la posibilidad de integrarse como miembros de los grupos de escaladores y hacer cumbre. Sin embargo, en los 70’s, muchos alpinistas querían subir solos y continuaban contratando cargadores que no tenían oportunidad de llegar hasta el punto más alto. No fue hasta la década de los 90’s que las expediciones comerciales empezaron a ser populares.Para entonces, empresas ya ofrecían llevar gente a la cumbre, y no necesariamente eran alpinistas profesionales, pero sí personas impulsadas por una gran ambición de pararse en la cima. Por ello, necesitaban un poco de ayuda, así que el trabajo de los sherpas empezó a tomar gran importancia.De ser en la primera mitad del siglo pasado un reto que muy pocos tenían el valor de enfrentar, en las últimas décadas las expediciones empezaron a generar tráfico en la montaña. Tan solo en 2013, se llevaron a cabo 10 expediciones simultáneas del lado norte del Tíbet (probablemente sumaban de 90 a 100 escaladores, más el mismo número de sherpas), y 44 más en el lado sur (alrededor de 1,500 alpinistas, cada uno con un sherpa de apoyo).Así que empezó a haber una cantidad interesante de trabajos bien remunerados, debido al riesgo que implica. En una temporada del Everest, los sherpas ganan lo que en 2 ó 3 años guiando grupos en caminatas de elevaciones bajas o moderadas.Algunos sherpas disfrutan del alpinismo como Sonam Bothe, pero la gran mayoría lo hacen por el dinero para mantener a sus familias, construir una casa o darles educación a sus hijos. Muchos de ellos no quieren que sus retoños trabajen como sherpas escaladores, prefiriendo que se conviertan en médicos, maestros o cualquier profesión que los mantenga fuera de peligro.La mayor parte de los escaladores que contratan empresas comerciales, lejos de ganar dinero por el reto, pagan alrededor de 50 mil euros. Al no ser muchos de ellos profesionales, no pueden llevar las cargas por sí mismos, así que los sherpas llegan al campamento base alrededor de dos semanas antes que el grupo, primero para nivelar el suelo ya que es muy rocoso. Levantan las tiendas para la cocina, el comedor, carpa médica y aquellas en las que duermen los clientes. Su trabajo es tener todo listo. Una vez que llega el grupo se instala a aclimatarse, los sherpas inician su camino para instalar y surtir los campamentos de arriba: el 1, el 2, el 3 y el 4 en el lado sur; y en el lado norte, el campamento avanzado, el campamento uno en el “North Col”, así como el 2 y el 3. Cargan las tiendas de campaña, las estufas, el combustible, oxígeno y todo lo que el grupo pueda necesitar. Incluso algunas empresas ofrecen que hasta el sleeping bag y el colchón les sea cargado en la montaña. Así que los sherpas suben y bajan repetidas veces para lograr el objetivo, obviamente ya aclimatados para entonces. En ocasiones, los grupos deben esperar, días o incluso semanas a que el clima sea favorable para llegar a la cima; tiempo en el que los sherpas continúan subiendo y bajando, transportando el equipo a los diferentes campamentos. Y cuando llega el día de hacer cumbre, el sherpa permanece a lado de su cliente en todo momento. Si llega a tener dificultad buscando algo en la mochila, o con las cuerdas fijadas previamente, el sherpa estará ahí para ayudar. Arriesgan su vida haciendo un trabajo extraordinario. Muchos clientes van convencidos de que subir el Everest cambiará sus vidas, y en realidad es un punto de quiebre para muchos. Numerosos escaladores han escrito libros sobre su experiencia, han producido películas de presupuesto millonario, o se dedican a dar conferencias motivacionales. Pero muchos vuelven a casa y se olvidan de quienes les ayudaron a lograr su objetivo, incluso aunque no hubieran podido lograrlo sin ellos. Y en la historia del alpinismo, pocos sherpas son reconocidos como los héroes que realmente son. En las redes, no es raro encontrarnos dentro del medio del deporte extremo, debates sobre si la cumbre de Fulano o Sultano es válida. Si su esfuerzo equivale a lo que otros han hecho o no; si es de aplaudirse o de criticarse. En lo personal, opino que definitivamente no es lo mismo quien sube solo sin oxígeno cargando su equipo, a quien es llevado por una empresa comercial, ligero y con oxígeno al alcance cuando siente que se ahoga.
¿Es comparable el esfuerzo del sherpa que sube y baja durante semanas instalando los campamentos, y acompaña al cliente a hacer cumbre, que la del mismo cliente? Reinhold Messner declara en su libro “Everest Unmasked”, que escalar el Everest con ayuda de oxígeno, equivale a subir una montaña de 6 mil metros de altura, y que al colocarse la máscara, es como poner un muro entre sí mismo y la montaña. Yo no he escalado semejante mounstruo, y me parece que en esta vida ese tren ya se me fue. Mis experiencias más cercana fueron visitar el campamento base, y el trekking del Helambu en los Himalayas de Nepal, que aunque cargué mi propio equipo durante los 7 días de caminata, mi cumbre fue de tan solo 5 mil y pocos más metros. Me siento enormemente satisfecha con mi experiencia, pero lejanamente puedo compararme. No soy alpinista, no me considero escaladora, pero mi logro me lo aplaudo. Este debate que de vez en vez echa flamazos en las redes sociales, y algunas historias de los héroes desconocidos de la montaña, me hicieron pensar en cómo mis maestros de matemáticas me evaluaban en los exámenes de la escuela. Había que desarrollar el procedimiento completo de los problemas y sus operaciones, pues si se ponía solamente el resultado, se calificaba con un tache. La tecnología nos ha facilitado enormemente la solución de problemas. Hoy en día, ya no es necesario desarrollar una ecuación de segundo grado, resolver una raíz cuadrada o incluso dominar las 17 ecuaciones del teorema de Pitágoras para crear un algoritmo que nos lleve a un análisis de datos avanzado. Pero ¿requiere del mismo esfuerzo hacerlo con lápiz y papel que con una computadora?
Admiro a los programadores que logran construir tecnologías innovadoras que rebasan mi lógica, con ayuda de equipos avanzados. Sacarle la primera fotografía a un hoyo negro es alucinante. Su conocimiento no es cuestionable, y sus logros tampoco, sin embargo, creo que no es comparable con aquel que desarrolla el algoritmo mentalmente o con lápiz y papel. Se requieren de distintas habilidades. Aplaudo cada esfuerzo logrado: a quienes hayan subido al Everest con oxígeno y apoyados por un equipo de sherpas; quienes después publican su libro, reparten su fotografía en la cima por los medios masivos y presumen su experiencia a diestra y siniestra. Pero no dejo de admirar con el corazón y la boca abiertos, a aquellos que lo hacen sin ayuda externa o artificial, sin necesidad del reconocimiento del mundo, o de poner una marca en un libro de records, sino tan solo por la satisfacción de lograr cada respiro rodeado de tanta belleza, llevar de la mano a otro a cumplir su sueño, o por la necesidad de llevar un plato caliente a casa. Simplemente creo que son harinas de diferente costal.
Cada quien sus logros, pero esos pocos que muchas veces no conocemos, son los que me inspiran y dejan con la piel chinita.
Fuente Central FM