
Vayan pues estas simples indicaciones que pueden permitirle mitigar un tanto la larga espera y al mismo tiempo mantenerlo en forma para las lides verdaderas contra perdices, patos y la fauna terrestre menor.
Cotorras, un problema y alguna solución
Como le comentaba a Jorgito el King de Pezcandia; las parlanchinas cotorras, que pertenecen al término genérico de loros y que abundan en muchas zonas agrícolas son, para chacareros y agricultores en general un problema temible, especialmente en la época de la cosecha. Integran nutridas bandadas, especialmente la llamada cotorra común, que invade los montes de eucaliptos y otros árboles de copas altas y tupido follaje. La cosecha coincide con períodos de acoplamiento y cría de estas aves por demás voraces. Se produce entonces una relación directa. Al anidar cerca de los rastrojos estas aves se aseguran el alimento ( para ellas y sus crías). Hay colonias, en los bosques de eucaliptos, que agrupan a centenares de individuos, con el consiguiente desmedro para los campos con sembradíos. Es entonces que interviene el cazador, o tirador deportivo. Todo depende de la capacidad del mismo para trabar relación con los dueños o encargados. De ocurrir eso, lo más dificil se habrá superado. Corresponde establecer programas de visitas a las chacras, que dependerá del número de aves invasoras que soporte en ese momento. Lo cierto es que el campesino verá en todos los casos con buenos ojos la llegada del cazador, siempre, claro está, que éste a su vez cumpla minuciosamente con los compromisos previos de respeto a la hacienda, a la proximidad de las casas y a una duración prudente de la cacería.
En cuanto al sistema a adoptar, en nuestras experiencias hemos utilizado escopetas de calibre 12 grande, munición números 6 - 7 y cartuchos de no menos de 32 gramos. Se trata de aves de vuelo rápido y en bandada. El tiro deberá hacerse a un ejemplar determinado y siguiendo con la boca del arma el vuelo de la presa elegida, con opresión del gatillo sin detener el movimiento leve del arma en la dirección del vuelo. Es muy común que a un disparo correspondan dos y hasta tres aves heridas, debido a la proximidad de los ejemplares en vuelo. En este caso como en todos los demás de caza permitida en la veda es muy necesaria la presencia de nuestro perro de aporte, con lo cual se cubrirá también un sector olvidado de nuestro equipo y lograremos mantener en estado al perro y gratificarlo además con la práctica de su pasión favorita.
Con respecto al sistema empleado, digamos que mientras continúe el tiempo fresco es posible cazar todo el día y sin límite de piezas a cobrar. Si son varios los cazadores, se dividirán en dos grupos. Uno se internará en los rastrojos, para lo cual el perro también puede colaborar en la ubicación y eventualmente en el vuelo forzado de las bandadas. El otro grupo podrá apostarse debajo de los primeros árboles de un bosque próximo al sembradío.
Las bandadas
En estruendoso griterío, se acercará a ese primer refugio pero apenas suenen los primeros tiros seguirá el vuelo a otros montes próximos. De todas formas, una vez provocada la primera huída, durante toda la jornada reaparecerán en el escenario y cerca de los árboles donde tienen su nidos. En esa forma la actividad del cazador puede considerarse permanente.
Como hacemos siempre que se pueda aprovechar el producto de la caza, en éste recomendamos no despreciar las aves abatidas. Hemos comprobado también, personalmente, que la pechuga de la cotorra adulta es un manjar bastante recomendable. Una vez cuereada se la coloca en vasijas con salmuera liviana por espacio de una jornada por lo menos. Luego se procede a enjuagar y cortar en lonjas delgadas la carne roja y consistente. Cada pechuga da para dos bifecitos. Se pueden preparar en salsa al vino blanco o simplemente a la parrilla, con una tirita de panceta encima. Del resultado se encargará el cocinero y el apetito de los comensales.
Como dato ilustrativo; hemos asistido, quizá una de las primeras veces en nuestro medio, a cacerías con señuelo vivo. Se trata de cotorras capturadas vivas y acostumbradas a permanecer, sujetas con cordeles, a palitos que se clavan en los bordes de los bosques. Mediante un sistema de bisagras y cuerdas, al advertirse la proximidad de una bandada el tirador o su ayudante moverán la varilla y obligarán al “llamador” a revolotear y emitir estridentes llamadas. La aproximación de las aves no se hará esperar. El momento ideal para los dos disparos casi simultáneos será cuando la bandada advierte el engaño y por milésimas de segundo detiene o aminora la velocidad del vuelo. Es casi inevitable que el cazador se sienta entonces “en su verdadera salsa” y hasta sufra un ataque de “fiebre de gatillo”.
Finalmente, para establecer los lugares de caza bastará una recorrida por zonas agrícolas y una charla con el infaltable boliche, en el pueblo o en un cruce de caminos. El permiso de caza simple es valido para este tipo de cacería.
Por Rodolfo A Perri