Corria el mes de julio de 1981, un avión Cessna 402 sobrevolaba el límite entre las provincias de Chubut y Santa Cruz, próximo a la frontera con Chile. La aeronave perteneciente a la línea aérea TAC (Transportes Aéreos Coyhaique) volaba desde la ciudad de Puerto Montt en Chile hasta Coyhaique transportando cinco pasajeros además de su piloto. Al llegar a las proximidades de su destino es derivado a un aeropuerto de alternativa ya que las condiciones meteorológicas imperantes habian tornado inoperativo al pequeño aeropuerto.
La alternativa seleccionada por el piloto era el aeropuerto de Balmaceda. A las 17:30 hs. el piloto hace contacto con la torre de control del mismo e inicia la maniobra de aproximación. Las condiciones meteorológicas se mantenían apenas sobre el mínimo operativo de dicho aeródromo. A las 17:50 se pierde el contacto radial con la aeronave, que posteriormente es declarada en emergencia. De inmediato, las autoridades chilenas solicitan la colaboración de las argentinas dada la cercanía de Balmaceda con el límite internacional.
Lo que había ocurrido es que el piloto, tratando de mantener contacto visual con el terreno en su maniobra de aproximación final, descendió demasiado volando entre nubes muy bajas, y en posición de descenso suave impactó contra el terreno en el paraje denominado “La Siberia”, próximo a la estancia Valle de los Huemules, cerca del límite interprovincial entre Chubut y Santa Cruz, próximo a la frontera con Chile.
Luego del impacto relativamente suave debido al ángulo de aproximación, declive del terreno y manto de nieve que lo cubría, la aeronave se arrastró por aproximadamente 800 metros perdiendo en el camino partes del fuselaje hasta detenerse. Los ocupantes sólo sufrieron algunos traumatismos leves.
La nave transportaba fiambres, frutas, golosinas y whisky, y los ocupantes se encontraban vestidos con ropas de abrigo. Luego del incidente se generó una tensa situación entre el piloto y los pasajeros que hasta intentaron golpearlo. Serenados los ánimos deciden esperar en el interior del avión; para ese entonces había caido la noche, nevaba y el frío era cada vez más intenso.
Mientras tanto, las autoridades argentinas y chilenas habían iniciado la búsqueda de la aeronave accidentada. Gendarmería Nacional ya había destacado patrullas terrestres basada en informes de sobrevuelo a baja altura dados por integrantes de las secciones Hito 45, Grupo El Triana y un puestero de la estancia La Nicolasa.
Una de esas patrullas precisamente se dirigía hacia el paraje La Siberia, mientras otra recorría el filo superior de las estribaciones que rodean el lugar a escasos 1.500 metros del sitio donde había caído la aeronave. La búsqueda nocturna, a pesar de la situación meteorológica se basaba en los informes mencionados que acotaban considerablemente el posible lugar del accidente y en la esperanza de ver alguna señal.
El piloto y los pasajeros permanecían confinados en el estrecho fuselaje del avión sintiendo cada vez más frío y permanecieron así más de 24 horas, hasta que finalmente, al segundo día y con luz diurna, una de las patrullas que se encontraba operando en la zona desde el día anterior, divisó la aeronave, se aproximó y procedió al rescate de los ocupantes.
Hasta aquí los hechos. En ningún momento el piloto ni los pasajeros adoptaron medidas tendientes a facilitar su ubicación y rescate. La visualización de la aeronave, pintada de blanco en su parte superior, en un terreno nevado era sumamente dificultosa aún a corta distancia. Disponían de más de cien litros de combustible en los tanques del avión, de las cubiertas del tren de aterrizaje y otros elementos combustibles como para encender un fuego de señalización. El avión tenía una baliza de localización de emergencia que se acciona de forma automática ante un fuerte impacto pero que también se puede accionar manualmente, con posibilidades de comunicación vocal con aeronaves en vuelo adicionándole uno de los micrófonos de la aeronave. Los equipos de comunicación de abordo funcionaban y la batería estaba operativa. La cercanía del aeródromo de Balmaceda aseguraba la posibilidad de comunicarse con las aeronaves que entraban y salían del mismo o con la trorre de control. Se disponía además de un espejo de señales. Nada de esto fue utilizado, la ubicación y el posterior rescate se demoraron innecesariamente debido a la falta de señales y esa inexistencia de las mismas sólo debe ser atribuída a la falta de conciencia ante una situación de tal magnitud y desconocimiento total de las técnicas básicas de supervivencia. Esto puede ser medianamente entendible en el caso de los pasajeros. Se descarta que el piloto, ex-integrante de una línea aérea de primer nivel, conoce las técnicas pero no las utilizó a causa probablemente de un bloqueo mental ante una situación de supervivencia para la cual no estaba preparado.
Por un hecho fortuito fueron rescatados dentro de las 48 horas de producido el accidente, tenían víveres para varios días pero a medida que pasara el tiempo su situación se vería cada vez más comprometida por el frío y las condiciones climáticas en general, no es por casualidad que el paraje se denomine “La Siberia”; se encuentra casi al límite entre las provincias de Chubut y Santa Cruz y los hechos se sucedieron en pleno mes de julio cuando se registran las más bajas temperaturas.

Fuente Escuela Argentina de Supervivencia