
España, mes de Enero, la niebla nos obligó a cambiar el recorrido previsto para ese día por carreteras secundarias en los aledaños del Puente Palmero y en su lugar improvisamos una ruta caminera y serrana, que nos descubriría una preciosa senda por la Hoz de los Campanarios y el paso del Estrecho del Trabaque, bajo la atenta vigilancia de los buitres, moradores de estos bellos farallones. Cuando la niebla se agarra a la tierra con fuerza resulta extremadamente peligroso, casi temerario, para el ciclista asomarse a la carretera, por eso, es preciso que en esta jornada evitemos este riesgo y busquemos la protección de los caminos y la soledad de la sierra.Félix y Juanito, que gustan de emociones fuertes, proponen como alternativa la ruta de Alcantud a la Herrería de Santa Cristina por la Ermita de Los Hoyos, y éste era nuestro propósito, pero a la altura de Torralba y al ver la imponente Sierra de Bascuñana, paramos los coches y barajamos otra opción, la de subir hasta Losares y descender a Collados por una senda inédita para el Club y que supondría darle a la mañana un espíritu de aventura. “La niebla proporcionaba un ambiente espectral a nuestro paso por Los Campanarios”. Hay unanimidad en el quinteto que, conmigo y los anteriormente nombrados, lo completan Abel y Pablo, nuestro incansable presidente. Todos los que nos hemos aventurado en esta fría mañana de enero estamos “locos” por descubrir nuevas conexiones, sendas escondidas, esos secretos que sólo conocemos unos pocos a base de perdernos por esos andurriales con las bicis, a veces a montados, a veces a cuestas, sin pereza alguna y sin miedo a lo desconocido ni siquiera al temible barro.A buen ritmo y para que la niebla no tenga tiempo de meterse en nuestros huesos, entramos pronto en calor con una larga y pronunciada subida hacia los altos de la Sierra de Bascuñana. Vamos cogiendo altura entre vastas repoblaciones de pinar y entramos en los toboganes (en el argot ciclista, duro rompepiernas con continuas subidas y bajadas) que nos van acercando a Losares, punto más alto de nuestra ascensión. “Comenzamos a descender Los Campanarios y encontramos restos de viejas parideras que aprovechaban el abrigo de la roca natural para resguardar a los animales”. “En el descenso a Collados por Los Campanarios nos detenemos en La Covacha y comprobamos las indicaciones del PR ”. A través de la niebla escuchamos el rápido aleteo de pequeñas bandadas de perdices que no adivinamos a ver por la niebla que poco a poco se va espesando más. Tres jabalís se cruzan en nuestro camino, precisamente por delante de puestos de caza preparados para darles muerte los días de batida. Hoy habéis salvado la vida, sólo somos inofensivos ciclistas y podéis volver a refugiaros entre las encinas curioseando nuestra extraña indumentaria sin peligro alguno. Estamos de suerte porque la senda que tomamos a través de la Hoz de los Campanarios está señalizada como pequeño recorrido (PR) y en algunas ocasiones nos sacan de dudas las llamativas marcas blancas y amarillas. Es una delicia deslizarse entre las rocas por este paraje con curiosas formaciones rocosas y covachas.Justo cuando atravesamos la vaguada para cambiar de vertiente se encuentra La Covacha, refugio natural antiguamente de hombres y ahora de bestias a tenor de las profundas huellas que han dejado los jabalís en los alrededores. Vamos descendiendo con precaución, sobre todo en los tramos más aéreos y en estrechos pasos que se ajustan casi milimétricamente al ancho del manillar de nuestras bicicletas, hasta las eras de Collados donde nos espera una calurosa acogida. “Abriéndonos paso a través de la niebla en la trialera de Los Campanarios”. “Tuvimos la ocasión de compartir la Caridad de San Antón con el pueblo de Collados, al que agradecemos su calurosa acogida”. Cuando estábamos aprovisionándonos de agua en la plaza del pueblo, varios lugareños insisten en que acudamos al salón social de la localidad para compartir los típicos rollos de San Antón y el vino azucarado. A esta hora de la mañana todo el pueblo se reúne en torno a montones de rosquillos anisados para degustarlos como si de una gran familia se tratase. Nos cuentan que luego, a la tarde, se reparten de forma individual pero que ahora le dan la primera cata en un acto de tradición popular. Cuando ya estábamos completamente saciados, todavía seguían ofreciéndonos esta caridad “Comed, comed que si habéis venido por Los Campanarios, seguro que lleváis buen hambre”. Tenemos que rechazar el vino que ya levanta colores en nuestras mejillas y bromeamos con imaginarios controles de alcoholemia a la salida del pueblo. Con una fotografía que nos recordará siempre la hospitalidad de los habitantes de Collados, nos despedimos de esta buena gente y nos proponemos hacer al año que viene la “Ruta de San Antón” por los pueblos del Campichuelo. “La Hoz del Trabaque nos sigue ofreciendo espectaculares rincones como éste conocido como “Los Barcos”. En el paraje El Nido, se alza un gran farallón rocoso que se conoce popularmente como “La Cabeza de Frankenstein”. Entre Ribagorda y La Frontera, nos topamos con el río Trabaque, cuyas aguas descienden lentamente con la única compañía de unos tristes cañizos.
Seguro que a esta altura todavía no depara en la majestuosa hoz que llegó a modelar en tiempos remotos unos kilómetros más abajo. La vega se va cerrando y camino de Albalate de las Nogueras se alzan a ambos lados grandes paredes rocosas a modo de desfiladero. Las heces de los buitres delatan sus nidos a distancia y adivinamos sus siluetas inmóviles cual gárgolas. Algunos ante nuestra presencia levantan el vuelo de forma majestuosa para volver a posarse unos centenares de metros más adelante. “En nuestro caminar por la Hoz del Trabaque, muy cerca de Albalate de las Nogueras, se encuentra la Chorrera de la Hoz” “Bajando junto al Trabaque por la bella hoz llegamos a Albalate de las Nogueras. Cruzamos el río por El Nogueral, puente de origen medieval que da entrada al pueblo”.Nos detenemos en La Chorrera de la Hoz, donde coincidimos con una buena amiga y periodista de esta casa, Gema Ortega, que andaba por estos lares trabajando en un reportaje periodístico. Nos saludamos con afecto y sorpresa por el inesperado encuentro y partimos hacia Torralba, pero antes, visitamos Albalate de las Nogueras en un gratificante paseo por sus parques, las cuevas junto al río, su plaza y sus callejuelas. “Una ruta sorprendente, ¿verdad?”, comentamos mientras volvemos a cargar nuestras embarradas bicicletas en los coches.Sólo nos queda agradecer a la niebla el haber sido tan impertinente en el día de hoy.
Fuente Pablo Fernández Muñoz (corresponsal España)