viernes, 14 de septiembre de 2007

Conservacionismo

Durante el siglo pasado y más en la segunda mitad de esa centuria la idea de conservacionismo primó en las grandes reuniones sobre medio ambiente y se transformó en una meta obligada. Conservar era mantener lo menos cambiante posible el medio ambiente y preservar de toda modificación una serie de áreas naturales en todo el mundo, como un legado a las generaciones futuras y una garantía de estabilidad de la esfera terrestre toda. En una reciente y habitual charla con “King George”, de Pezcalandia, coincidimos en que esa intención o sistema se ha modificado al nacer el presente siglo y en la actualidad, promediado el primer decenio, tiende a disminuir y en algunos casos a desaparecer. En medio de la charla Jorge, simplemente, me interrogó: Para vos cual es la finalidad actual del conservacionismo?. La respuesta se me ocurre simple y terminante. El conservacionismo no tiene una finalidad en ninguna época. Simplemente , se practica o no. Hoy lo considero reemplazado por una ciega y vertiginosa marcha hacia el cambio o destrucción total del medioambiente en apoyo de una única finalidad, el aumento de materia enriquecedora , el aliento a toda inversión de grande e inmediato beneficio y el olvido total o desprecio por las consecuencias de esa acción en el medio natural. Un ejemplo clásico lo da el descomunal (y universal, al parecer) disparate del llamado biocombustible. Fabricar combustible para los automotores mediante alimento humano transformado en naftas de distintos valores parece hoy una carrera inevitable y, por muchos, aconsejable. Hay sujetos que detentan honoríficos títulos universitarios y que no vacilan en señalar que “los biocombustibles son, ante todo, biodegradables”. Semejante contradicción podría llamar a risa si no fuera porque encierra algo como una condena fatal y para corto plazo. En efecto, el biocombustible, al parecer, no deja residuos que ataquen la atmósfera, es decir, no fabrica monóxidos que, al igual que el de los escapes de los automóviles, desestabilizan el medio ambiente y especialmente la atmósfera . En cambio, transformar cien hectáreas de maíz, girasol, soja o caña de azúcar en nafta es extraer toneladas de nutrientes de la tierra, que son fatalmente agotables, en calor, en energía para que mi coche siga andando. Y ríase la gente. Esta observación nace de la pregunta de mi amigo de Pezcalandia, donde tantas veces tratamos el tema en rueda de cazadores y pescadores. Hoy asistimos a discusiones como las de la papelera Botnia. Que es, innegablemente, una directa agresión al medioambiente adyacente a esa planta industrial. El conservacionismo atañe al pescador, y al cazador. Pero a ninguno de los dos se les ocurrió cosechar todas las perdices del campo para hacer nafta o licuar todos los peces de un estuario para transformarlos en gasoil. Me consta que el medio ambiente nuestro, hasta hace muy poco ejemplo de lugares intactos o casi, para ver siquiera en un rincón crecer a Natura dentro de sus propias leyes , está amenazado. Hoy, si de caza hablamos, han desaparecido miles de hectáreas que antes eran reserva y zona de reproducción de la fauna y que hoy producen determinado grano que entra en el torbellino de la oferta y la demanda, es decir, es devorado por los “principios económicos de los hombres” Hoy, si hablamos de pesca, podemos señalar la captura por arrastre de toneladas de peces en mares otra reservas vírgenes, casi. Buena parte del acarreo revienta en la red y es devuelto alegremente al mar “porque no es comerciable”...!!! De las dos citas pueden obtenerse sombrías conclusiones. No, mi querido “king George”, el conservacionismo está y estará, aún después del juicio final inevitable. Lo que ignoramos es si quedará entonces algún rincón de Pezcalandia para algunos muy pocos, nostálgicos, representantes del género humano. Pero no todo se pierde. ...Hoy es común ver que muchos devuelven vivos al agua a los peces que capturan, sean del tamaño que fueren. Hoy, no pocos cazadores, por su propia decisión, se conforman con la mitad de las presas capturables. No se trata de desvirtuar la esencia de tales capturas. El cazador de hoy, el auténtico, es exactamente el mismo del cuaternario inferior. Es el mismo bosquimano detrás de la huella fresca de un gliptodonte con sus toneladas de bifes de lomo. Es el mismo captor del ballenóptero varado en la playa, que se transformmará en miles de chuletas para toda la tribu hambreada. La actitud es la misma con referencia a su descendiente de hoy. Lo que es distinto es que hoy puede desaparecer del todo el sendero y el gliptoidonte, o la playa y el ballenoptero. A eso tendremos que referirnos cuando hablamos del conservacionismo actual. Con la esperanza que alguno de los que deciden, nos escuchen a tiempo.
Por RODOLFO A. PERRI
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