En el período que fue del 12 al 20 de febrero de 1955 visitó el país, invitado por Anchorena, un prestigioso pionero mundial de la pesca con mosca llamado Joe Brooks. El hombre, nacido en Estados Unidos, trajo consigo equipos costosos y carnadas artificiales de un gran tamaño que llevaron a Donovan a bautizarlas con el nombre de "brochas de afeitar". El sur argentino lo sorprendió gratamente al punto de que, en su primer día, logró sacar las dos truchas más grandes de su vida: "Cuando vuelva a casa nadie me lo creerá", se decía. Dos días más tarde, Brooks pescó una trucha marrón de siete kilos que lo llevó a transpirar y que marcaría un récord para la época. Esta disciplina deportiva tiene un antes y un después de este aventurero intrépido, al punto de que al regresar a Estados Unidos este hombre, que además de pescador era periodista, escribió un artículo sobre su experiencia en la Patagonia y la región experimentó un crecimiento sorpresivo como destino de pesca internacional, atrayendo turismo de los más variados rincones del planeta.
En la actualidad, la pesca se divide en dos grandes vertientes: una realizada con carnadas naturales y otra sobre la base de productos artificiales, dentro de los cuales se encuentra la cucharita y la mosca. Las moscas son señuelos fabricados con diversos materiales, tanto naturales como sintéticos. Los anzuelos suelen estar recubiertos de lanas, pelos o plumas. Tienen una diversidad de formas y colores, que les confieren distintas actitudes sobre la corriente. Como elementos inertes, atraen al pez según como se los presente. En ocasiones se puede dar por irritación, ya sea por realizar movimientos voluptuosos que despiertan el interés del animal o porque éste se siente invadido en su territorio. Hay moscas secas y húmedas, las primeras actúan sobre el agua y las segundas se hunden. Las especies atrapadas con esta modalidad - entre las que se encuentran el salmón, la trucha y la tararira - suelen poseer características depredadoras.Esta disciplina deportiva guarda un extraño sortilegio que sólo conocen los que la han practicado alguna vez. El hechizo quizá radique en el desafío del hombre en la lucha contra el pez, una fuerza menor de la naturaleza pero para nada desdeñable: Es entonces cuando se conjuga el gusto, la técnica y la paciencia. Para los neófitos, una pregunta surge inevitable: ¿Cuán adictiva puede resultar esta disciplina que lleva a un hombre a recorrer miles de kilómetros sólo para pescar unos escasos ejemplares, a sabiendas de que al final de cuentas los terminará devolviendo al fondo del agua?. En la pesca existe una pulsión primitiva que resulta difícil de racionalizar: "Veo un pez y me vuelvo loco, empiezo a temblar, a sudar, lo quiero sacar, de la misma manera que imagino que hace cien mil años lo hacían los hombres primitivos".