viernes, 4 de julio de 2008

Regreso a San Manuel

Nada más fugaz que la temporada de la perdiz. Escasos tres meses, noventa fechas ligeras que se achican en algunos casos hasta reducirse a los fines de semana. De esa azarosa recorrida por lugares previstos durante la larga vigilia del resto del año deben descontarse las jornadas, típicamente invernales, de lluvia y vientos fuertes.
Cabe entonces la organización de las salidas dentro de esquemas no solamente cinegéticos.
Debemos, se me ocurre y me ha dado ya pingües beneficios de todo orden, establecer un programa con tres o cuatro zonas prefijadas , que sirvan de base a las principales salidas.
Esas zonas se distinguen, generalmente, por ubicarse en puntos distantes entre sí, dentro del mapa carretero lo más actualizado posible. Tendremos así grandes sectores al norte, oeste, sudoeste y sur de la gran planicie bonaerense. Y entre ellos un vasto sector que, curiosamente, no es una planicie. Son los partidos comprendidos dentro de los dos antiquísimos y bastante olvidados sistemas orográficos de Tandilia y Ventania. Esta vasta región alcanza y sobra para toda la temporada, si no fuera porque la búsqueda de campos privados, a la antigua usanza, nos demanda cambios y derroteros muy disímiles y que por sí solos consumen más de un fin de semana largo. Por lo tanto las visitas deben programarse bien. Aclaremos, no es el caso de esta nota.
Este es un reencuentro que a veces aprovecho en plena primavera o principios del otoño.
Mi infaltable consejero Jorge Vicente, de Pezcalandia, ya me había sugerido un cambio de rumbo hacia las regiones más apartadas, en el sur bonaerense.
Sin escopeta al brazo, desde ya, pero con mi fiel perra a mi lado, para disfrutar con absoluta privacidad , (hay jornadas en las que no veo a nadie, desde la mañana a la caída del sol, a pesar de caminar constantemente) de los sucesivos cambios ambientales.
Me basta con seguir el curso de algún arroyuelo bien montañés, bordeado de berros, margaritas silvestres y una serie interminable de flores de yuyo, especialmente en primavera, en la cual el deleite es máximo con el reclamo sonoro de las perdices que comienzan su celo reproductivo. En este caso fue con perro y escopeta.
Buscaba perdices, que en la zona serrana son quizás una subespecie bastante más robusta y gorda que la de las llanuras. Me encontré con un viento endiablado y gélido que a veces me impidió incluso terminar la recorrida de una pequeña loma y me obligó a refugiarme en la camioneta, especie de reaseguro que me acompañó en la mayor parte de la recorrida, siempre próximo y confortable. Jorge ( El King) tiene claro como todo Pezcalandia cual es el motivo de la eleccion de caza "San Manuel". Siempre lo mantengo en mi selección particular. Es un hechizo, desde hace muchos años, desde la primera vez que pase a su lado en un Chevrolet l935, cubiertos de barro y con un miedo infantil perdurable ante los huellones de tierra jabonosa que bamboleaban al automóvil de banda a banda y varias veces nos encajaron por largo rato, hasta la llegada de algún jinete voluntarioso. Entonces circulaba el tren al Puerto Quequén . Eramos muchos menos pero las cosechas se trasladaban, casi en su totalidad, por la segura y económica vía férrea. Que raro, no?. Esa vez los chicos tomamos un tazón de café con leche (del tambo vecino), mientras colocaban al auto un par de buenas cadenas gracias a las cuales alcanzamos a llegar a Tandil esa misma tarde. De esa ocasión hasta mi primer regreso pasaron decenios. En la primera era un chico, en la segunda esperaba al primer nieto. Pero el encanto fue el mismo y el canto de las perdices, , se me antojó, más intenso. FRACASO Y TRIUNFO Dije que en esta última visita el viento y el frio nos jugaron en contra. Pero bien visto, hubo mucho beneficio en la aparente derrota. Llegamos a efectuar escasos tiros sobre perdiz chica, que en todos los casos se encontraron, milagros del olfato de mi perra Fionda, a pesar de estar acurrucadas en el pastizal. En cambio , hubo dos festivales musicales (coros silvestres) a cargo de sendas concentraciones de perdices grandes o coloradas (Les dicen martinetas). Ambas ubicadas al norte y al sur de San Manuel, una de ellas, casi sobre el límite con el partido de Tandil .Me acompañaban como en otras oportunidades, los doctores Roberto Borrelli y Carlos Audisio, médico y bioquímico, respectivamente, ajenos a la caza pero de mi entrañable amistad, y que afirman siempre, jocosamente, que cumplen una función humanitaria con un octogenario aventurero. Lo cierto es que les pude ofrecer un ballet aéreo con el volido estruendoso de varias coloradas. L a escena se tradujo en varios brindis vespertinos en “San Hilarión”, el campo de Borrelli. De las dos jornadas solamente nos resultó el final de la segunda. El encargado del campo , Domingo Villa, como en otras oportunidades fue un guía eficaz y empecinado.
Por fin ubicamos un potrero con suficiente pasto y allí pudimos agenciarnos, al menos, de unas pocas yuntas de perdices chicas, que habían sido previstas al organizar el viaje como uno de los bocados a gustar en la breve visita campestre.
En resumen, una sucesión de escenarios de lo más agrestes, si se descuenta la monotonía de los potreros de soja, que parecen afeitados después de la cosecha. La recorrida incluyó una visita al curso del arroyo Quequén Chico. Las lluvias lo habían alimentado y una masa trasparente se volcaba en cada pedregal rumbo a su hermano mayor, el Quequén Grande, y al océano. Vislumbramos alguna nutria asustadiza y una nutrida bandada de patos barcinos grandes, que no pudimos aprovechar ya que levantaron vuelo a mucha distancia. Equipos Si bien las cantidades obtenidas distaron mucho de las l0 perdices por día y por cazador, fueron suficientes y quedamos satisfechos. Empleamos una escopeta Lanber de calibre l2/70 y una veterana Bersa del l6. Fueron más que suficientes. Cartuchos RD de 28 y 32 gramos y munición variada, desde número 5 a 8, según el viento. Atentos a las bajísimas temperaturas, especialmente en horas de la mañana empleamos gorros de lana tipo pasamontaña y al comienzo de la marcha guantes livianos de tela. El atuendo de caza fue complementado co n ropa interior de abrigo. Botas de goma livianas hasta el mediodía, después, zapatillas de suela de goma gruesa. Tanto Domingo Villa como su hermano Martín actúan como guías de caza, para cuyos servicios debe conectarse con el teléfono 02262 15411020. San Manuel está aún lejos del turismo. Pero ofrece confortable lugar para pernoctar en la Hostería San Manuel, calle San Martín 95, teléfono 02261-498392 o celular 02293-15530939. Nada más fugaz que la temporada de la perdiz. Escasos tres meses, noventa fechas ligeras que se achican.
Por Rodolfo Perri Para Pezcalandia Bs As - Argentina