martes, 5 de agosto de 2008

Pesca en la cumbre

La devolución del pez a sus aguas es la forma en que esta práctica con moscas equilibra el deporte con la naturaleza. Denominado Mosca o Fly. La neblina se pone densa a medida que aparece la Cumbre, pero deja espacios claros al llegar a un desvío donde ya se ven algunas lagunas... Un trecho más de camino y lo primero que se distingue es un nevado reflejado en las cristalinas aguas de la laguna Wara Wara. Aquí comienza la aventura de René Botelho Perpich, un pescador mosquero que nació en La Paz hace 50 años. Médico de profesión, casado y con dos hijos, es uno de los más grandes exponentes de Sudamérica de la pesca con moscas.
En Bolivia hay mucha gente que aún practica la pesca con señuelos, cucharas o cucharetas, pero la pesca deportiva con moscas recién ha tomado fuerza en los últimos años. René Botelho tiene más de 25 años en esta práctica y desde muy pequeño se sintió atraído por este deporte. Primero fue el anzuelo, la cañita de pescar y la lombriz como todo el mundo, pero poco a poco fue conociendo otras formas de pescar y a gente entendida en el tema. A mediados de los años 70 se fundó el Club Arco Iris y su motivación aumentó porque la pesca con moscas ganó algunos adeptos y se fue convirtiendo en un deporte ecologista y gratificante al llevar a la práctica el nuevo concepto de la devolución.
Nace una afición. Después de unos años de practicar la pesca tradicional, pero con la intención de empezar con la pesca con moscas, Botelho compró algo de equipo y recibió como regalo algunas moscas, aún sin saber armar el equipo o lanzar la línea. Hizo sus propios avances, pero el resultado fue pobre y pronto volvió otra vez a los señuelos. Fue después de unos 10 años, cuando viajó a Chile para hacer su especialidad en patología clínica, que conoció a gente que le enseñó sobre la pesca con moscas, descubriendo uno de los aspectos más interesantes de este deporte: uno mismo fabrica sus moscas con hilos, plumas y otros materiales, tratando de imitar insectos y larvas que comen los peces de aguas cristalinas.A su retorno a Bolivia el año 95, empezó la práctica de la pesca con moscas y depuró su habilidad en la fabricación de estos anzuelos, utilizando formas ingeniosas y variados coloresFue ganador del segundo premio en el Primer Concurso de Atado de Moscas en Chile el año 93, con su mosca RBPGreen Damsel.
Desafíos de los mosqueros. La pesca con moscas es un deporte que requiere práctica, habilidad, pero también paciencia y preparación para caminar hasta 10 ó 15 kilómetros por día hasta encontrar los mejores lugares donde se hallan los peces.
El pescador pasa muchas horas vadeando el lago con medio cuerpo en el agua, en medio de vientos, nevadas o lluvias y soportando el frío y el cansancio hasta encontrar lugares para poder vencer, aunque sea por unos momentos, a grandes ejemplares de aguas cristalinas.Cuando el mosquero halla el lugar, elige la mosca adecuada y la coloca al final de la línea para lanzarla velozmente al agua, produciendo un sonido apenas perceptible por la velocidad del hilo y la vibración de la caña.Botelho demuestra en la laguna Wara Wara que en el lanzamiento realizado por un experto pescador, la caña es la que forma el arco y el hilo el que forma la línea recta para lograr un buen inicio que alcance la mayor distancia posible con la mosca.El frío de la cordillera a veces es tan intenso, que la última parte de la línea queda congelada en pleno lanzamiento al superar la velocidad de la luz.
Las cañas utilizadas en la pesca con moscas miden alrededor de tres metros, son livianas y las mejores están hechas de fluorocarbono. El número de pieza elegido va a depender del tamaño del pez que se busca.
La línea, o metros de nylon que continúan a la caña, se van haciendo más finos a medida que se acercan a la mosca y están preparados para alcanzar un promedio de 30 metros, de acuerdo a la habilidad del pescador.La onda producida al lanzar la línea, delicada y certera, permite llevar a la mosca hasta la superficie para poder entrar con suaves movimientos al tranquilo hogar de la trucha.
La idea de un posible alimento atrae al animal, lo engaña y logra engancharlo con delicadeza y sin causarle daño a un diminuto anzuelo, casi siempre a un lado de la boca.Aquí es cuando comienza la confrontación entre el pescador y el animal… movimientos fuertes e intensos que denotan la entrega total del pez para liberarse del anzuelo, se enfrentan a la habilidad y experiencia del pescador, que tira y suelta la línea una y otra vez para vencer al animal.Es una lucha respetuosa en la que el pez también es responsable porque, según Botelho, abre la boca para que lo pesquen.
Ya fuera del agua y con la emoción a viva piel, viene la imperdible foto, el registro de su tamaño y la reanimación del animal para devolverlo a sus aguas. La devolución del pez, no siempre lograda, caracteriza a la pesca con moscas; en Yellowstone, USA, dice el experto, se calcula que una trucha ha sido pescada y devuelta al agua un promedio de 17 veces por temporada.
En sus más de 25 años de recorrido, este famoso mosquero dice haber reconocido a la misma trucha más de tres veces en una de las lagunas cercanas a la cordillera.Para Botelho, la vivencia de la pesca se entiende mirando al pez en una punta de la línea luchando por liberarse y al pescador en la otra tratando de vencerlo. Después de esta dura y respetuosa confrontación, viene el reconocimiento del pescador a la naturaleza con la devolución del pez a sus aguas, hasta la llegada de la próxima temporada, en la que tal vez se encuentren nuevamente.
Para Pezcalandia de Argentina De Antonio Pellegrini
Texto: Sandra Verduguez
Photo: Pedro Laguna y René Botelho y Nuestro Bigua Edu Furlong (Staff Pezcalandia)