En pleno receso impuesto a la caza deportiva desde tiempo inmemorial, recurro a mis charlas con Jorge Vicente en Pezcalandia, un poco para matizar los recuerdos y otro poco para actualizar las versiones y los comentarios, tanto de la temporada pasada como de la próxima, y para estar al tanto de novedades referentes a esos temas, cuya gran mayoría provienen, no podía ser de otro modo, del Hemisferio Norte, cuna y refugio de las más antiguas tradiciones cinegéticas.
Una circunstancia por demás negativa en este mundo seleccionado de los aficionados que esperan pacientemente durante nueve meses el siempre complicado parto de una nueva temporada. A veces la demora oficial en publicar los reglamentos y fechas de la nueva temporada, otras, contradictorias versiones de la buena o mala voluntad de las autoridades, siempre nuevas, siempre con distintos criterios, lo cierto es que la incertidumbre campea por sus fueros y el cazador es el pavo de la boda, es decir, el que nunca interviene en la preparación de la masa y de la torta y el que recibe la mínima porción del manjar.
En esas charlas con Vicente y amigos comunes ha comenzado a tomar cuerpo una suerte de proyecto que, hasta hoy, no deja de ser una opinión un tanto generalizada en el medio deportivo , sin ninguna otra intención que la de sugerir algún apoyo a esa actividad que hoy, como nunca, "goza" del olvido y el desánimo oficial, traducido , como se sabe, en esa verdadera cordillera de exigencias, reglamentos y previsiones que hace de cada registro de arma o renovación un verdadero aquelarre de documentos, formularios, certificados y exigencias.
A propósito de reglamentos, recordamos que en su inicio se informó oficialmente que se trataba de reducir el número de armas en manos de los civiles , sin documentación, claro está. Hoy se comprueba diariamente que es posible que armas de grueso calibre estén en manos de menores de edad y que se produzcan homicidios con esas armas. Todo esto a varios años de la aplicación de la nueva reglamentación. Una de las consecuencias de la disminución de aficionados es también la dificultad de conseguir lugares donde practicar esa pasión, suerte de método infalible para pasar unas horas en contacto con Natura y alejado de los problemas acuciantes de la época.
La escasez de potreros naturales y el aumento desmesurado de la explotación agrícola contribuyó a dificultar aún más el ejercicio de la caza. Viejas fórmulas como las amistades de muchos años con gente del campo, o los lazos familiares fueron cayendo en desuso o pasaron al desván de los recuerdos, con lo cual las nuevas generaciones de cazadores se encuentran huérfanas de cualquier tipo de apoyo de carácter privado. Queda a los clubes y federaciones el esfuerzo, muchas veces desestimado por las autoridades, para conseguir alguna zona apta para el tiro o siquiera para el recorrido de los canes en simples pruebas prácticas de campo. Surge entonces la consideración de esa actividad, que para nosotros es mucho más que un deporte, en su condición de generadora de fuentes de trabajo y por que no, de recursos económicos secundarios pero a veces que pasan a categoría de recursos principales para casos de sequía u otros inconvenientes en la actividad agropecuaria.La caza como inversión//Cuando hablamos con encargados de campos, o simplemente con los propietarios de los mismos, y mencionamos el tema "caza deportiva", en la mayoría de los casos nos encontramos, o bien con un gesto adusto precursor del simple y llano rechazo o bien con la sonrisa indulgente pero también negativa y la frase. "es que, sabe?, hoy nadie quiere que haya en el campo un g rupo de gente armada, con los tiempos de inseguridad que estamos viviendo". Para el primero de los casos, si no se goza de una gran confianza con nuestro interlocutor, lo mejor es cambiar de tema y dejar la tentativa para otra oportunidad más propicia. Para el segundo, puede iniciarse una charla orientada hacia soluiciones económicas que puedan interesar al dcueño de matrras. Y aquí surge la condición: El pretendiente a cazar en mi campo deberá tener un respaldo y una garantía efectiva". Esa es la aseveración de muchos de los que trataron el tema en antertiores gtemporadas. Se trata simpemente de otorgar al cazador un respalldo institucional. En esa forma, un dueño de campo que tenga buena población silvestre puede intentar su explotaciónb mediante el mus ora cional y medido de ese recurso y la seguridad de qude quien visite el p´redio esté na cubierto de cualquier exceso o abuso . Se trata entonces de establecer, mediante la intervención de clubes federados (condición fundamental) una suerte de registro o listas de estancias, chacras o extensiones de variado volumen y un turno riguroso para la realización de cacerías, en duración (no podrá superar las tres jornadas, por ser caza menor) y condiciones a convenir y siempre dentro de las cantidades oficiales para CADA TEMPORADA.
Para dar mayor seriedad al convenio, tanto la estancia o campo como la entidad societaria estarán inscriptas en la repartición oficial correspondiente y deberán cumplir con las cuotas o impuestos que a tal efecto se establezcan, las cuales, elementalmente, se dispondrán previa consideración con las federaciones, que intervendrán y participarán de esos aportes, destinados al solo efecto de facilitar la fiscalización de cada cacería y el apoyo permanente a los campos que ingresen en ese sistema de aprovechamiento de u n recurso natural. Para los recién iniciados, la fórmula no ofrece dificultades y son muchos los que se manifiestan partidarios del sistema. Existen, sin embargo, muchos inconvenientes originados principalmente en la falta de educación de las partes intervinientes, que merecen en esta charla alguna explicación. Lejos ya de las cogoteras con veinte o treinta piolas, y de las cartucheras para cincuenta cartuchos, las cacerías que en la actualidad alcanzan las diez perdices permitidas, como en las últimas temporadas son las más comunes.
El concepto de caza se sitúa hoy en el cazador satisfecho con varias marcas exactas de su perro, buenos impactos en la presa y un día feliz al sol, al campo y a las amistades de toda la vida. Otros tiempos se medían con bolsas de perdices. Hoy se buscan bolsas de aire puro, buena mesa como intermedio y grata compañía. Por esa causa ha quedado olvidado el viejo concepto que " a mayor distancia, mayor cantidad de piezas". La utilización moderada del recurso hará, aunque no se crea, posible que muchos propietarios permitan, cada tanto, el ingreso de dos cazadores a su campo para disfrutar del momento y, de paso, aprovechar unas cuantas buenas pechugas.
Eso será todo. Y ahora, los temas espinosos. Para quienes pretendan que esa fórmula lo único que traerá será dolores de cabeza a los dueños, digamos que existen las fuerzas públicas y los teléfonos celulares. Mediante el simple uso de esos artefactos cualquier inconveniente se podrá solucionar.
Amén de la sanción posterior de la justicia y el castigo de la entidad societaria a la cual pertenezca el infractor. Los precios deberán ser establecidos de común acuerdo y de ninguna manera guardarán una relación con los que se obtengan vía turismo extranjero. Y a propósito. No son tantos los candidatos a pagar fortunas para la caza menor, en ese sentido existe una gran diferencia con la mayor o caza de pelo. Todos estos temas y muchos más deberían ser tratados en las reuniones de comisiones directivas de los clubes y federaciones.
Los periodistas están a disposición de esas entidades, como siempre. Entonces, qué estamos esperando????.
Para Pezcalandia
Por R.Perri
Con cariño Goly