El agua es un recurso natural, un recurso vital ya que es un elemento esencial para el desarrollo de la vida. Por ello, debemos cuidarla como uno de los bienes más preciados.
El agua representa el 70% del peso de un adulto y el 80% del peso de un niño. Una pérdida del 10% puede producir graves alteraciones, e inclusive la muerte si el porcentaje alcanzara el 20%. El tema del agua no atrae la atención suficiente por parte de las instituciones internacionales: no es representada por un organismo específico.
En muchos países en desarrollo, desde un 80% hasta un 90% del agua vertida en las costas son aguas residuales, es decir, desechos que no fueron debidamente tratados. La contaminación, relacionada con un crecimiento acelerado de la población en las zonas costeras, con las infraestructuras de saneamiento y con el tratamiento inadecuado de desechos, constituye una amenaza para la salud pública, para la vida silvestre y también para las fuentes de ingresos como pueden ser la pesca y el turismo.
Aunque el agua esté repartida de forma desigual, nuestro planeta dispone de recursos de agua dulce. Sin embargo, debido a las malas gestiones, a los recursos limitados y a los cambios medio ambientales, casi uno de cada cinco habitantes del planeta no tiene acceso al agua potable y el 40% de la población mundial no dispone del servicio básico de saneamiento. Esto fue lo expresado en el segundo Informe Mundial de las Naciones Unidas sobre el valor y el desarrollo de los recursos hídricos.
La falta de acceso al agua potable y al saneamiento conduce a la muerte de 8 millones de personas cada año y, por ende, representa la principal causa de mortalidad en el mundo, un desafío crucial para la humanidad.
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