En Pezcalandia nos remitieron este artículo del colega Alfredo Auterio. No hace falta mucho esfuerzo para darse cuenta de la capacidad del hombre, por emprender hazañas, que en un principio pueden ser incomprendidas, pero que con el correr del tiempo, nos van mostrando la necesidad de conocer nuestro entorno y tal vez… a nosotros mismos
En este orden de ideas, las montañas han sido uno de los mejores lugares para desarrollar este “ejercicio” porque, caracterizadas por ambientes hostiles que rallan en condiciones en las que ninguna persona podría subsistir sin riesgo de su propia vida, los seres humanos han encontrado explicación a muchos de los fenómenos que ocurren a su alrededor.
Evidentemente partiendo de esta premisa, podremos darnos cuenta que todos los países incluyen dentro de su contenido cultural las montañas como elemento mágico religioso, en el que hombres “superdotados” o dioses realizan proezas que marcan el destino de su gente. Suramérica en este sentido no escapa a esta realidad ya que una de las cordilleras montañosas más grandes del planeta atraviesan su geografía de extremo a extremo, tanto así que florecieron culturas tan importantes como los Incas, Chibchas, Timotes y otras más, en las que “Chamanes” y Hechiceros se debatían la capacidad de poder ascender a los montes y aplacar la ira de los dioses que habitaban en ellos. Sabemos que inclusive hombres como Pizarro, San Martín o Bolívar tuvieron que lidiar con las montañas para demostrar que “hasta los dioses” de las montañas marchaban a la par de sus ideales de liberación. En este pequeño párrafo de “Mi delirio sobre el Chimborazo” Bolívar lo confirma: “Yo me dije: este manto de Iris que me ha servido de estandarte, ha recorrido en mis manos sobre regiones infernales, ha surcado los ríos y los mares, ha subido sobre los hombros gigantescos de los Andes”; “¿y no podré yo trepar sobre los cabellos canosos del gigante de la tierra? Sí podré!”. Podemos notar el espíritu que movía a esos héroes que como Bolívar ivan más allá de la capacidad humana pudiendo en un “mano a mano” entablar conversaciones hasta con los dioses.
Claro está, no me quiero referir aquí a este tipo de actividad montañistica, es con la aparición de ese gran movimiento cultural que trae consigo la revolución europea en la que el hombre comienza a cambiar todos sus esquemas de pensamiento inclusive muchas de las barreras que tan arraigadas estaban en su mente. Se trataba de derrumbar barreras, escalas montañas, surcar los mares es aquí cuando podemos muy bien definir lo que en Europa, específicamente con la escalada de “Mont Blanc”, la montaña más alta de Europa en 1786 en la que estimulados por un filósofo ginebrino que logra unir la fuerza de tres deseos con diferentes intereses pero la misma fuerza por descorrer el velo de lo desconocido… tal vez por conocerse a si mismo, a fin de cuenta ese es el reto por la conquista de las cimas en ese entonces y ahora. Cada paso dado, cada horizonte descubierto, es una incógnita menos en nuestra vida. Esta historia no se detiene y a medida que se va descorriendo el velo los objetivos se van haciendo no solo más difíciles como sucede con las escaladas a las grandes paredes de los Alpes, sino que más y más personas se van involucrando en lo que parece una carrera interminable por alcanzar todas las cimas del mundo no tan solo por unos cuantos “locos” o “héroes” sino por gente con pensamientos más contemporáneos. Evidentemente nuestro país no queda al margen de esta nueva tendencia y con la llegada de todos esos europeos que al igual que sucedió en otros continentes como África, Asia y los Polos, Sur América y en especial Venezuela empieza a ser objetivo del interés de muchos investigadores y pensadores entre los cuales vale la pena destacar a Humboldt que en 1800 entra a Caracas y realiza sus primeros periplos por las montañas que circundan la gran ciudad… hoy en día conocida como “El Ávila”. Evidentemente hay que tomar la premisa de lo humano “MAS DIFICIL Y MÁS ALTO” y lo más importante, con un solo fin: “Por disfrutar el simple hecho de hacerlo”, “de soñar”, “de lograr lo nunca antes logrado”, muy bien expresado por el famoso alpinista francés “Lionel Terray” que le dio un excelente calificativo a esa estirpe de hombres y mujeres… “Los Conquistadores de lo Inútil”.
En Venezuela precisamente con la llegada de estos primeros inmigrantes europeos llega también la voluntad de conocer siempre un poco más de lo que nos mueve como personas y pudiéramos aquí mencionar muchos nombres de pioneros, aventureros o como los queramos llamar, sin embargo, vale la pena citar a Pedro Enrique Bourgoin quien, por primera vez alcanza la cima del Pico El Toro en el año de 1870, considerado el más alto de Venezuela por muchos años por su imponente porte desde la ciudad de Mérida.
Con el correr de los años y gracias a ese espíritu inagotable de aventura que caracteriza a los montañistas, 93 años después y evidentemente con la participación de destacadas personalidades que difícilmente podríamos mencionar en el corto espacio de esta reseña, Enrique Bourgoin (nieto) en 1935 logró alcanzar la mayor cumbre del país, evidentemente siguiendo la premisa de antiguas hazañas, junto a Domingo Peña (Un baquiano de la zona) y Marquez Molina.
La carrera por “Lo más alto y lo más difícil” no se detendría por nada, y sin opacar el maravilloso logro de los franceses al escalar el Anapurna en 1950, sin duda alguna la escalada al Everest en 1953 fue considerada en el mundo entero como el logro “limite” de un humano. Este hecho logro elevar a uno de sus autores, el Sherpa Tenzing Norgay, a la condición de “divinidad” porque solo los dioses podían ser capaces de lograr alcanzar “La cima del mundo”, evidentemente estuvo con Norgay el alpinista Neo Zelandes Edmund Hillary ambos integrantes de una expedición inglesa que desde los años 40 trataban de adueñarse de ese record para demostrar una vez más quienes realmente enseñoreaban el mundo. Naturalmente que nuestro país no se iba a quedar atrás en esta serie de “records” que sin duda alguna son “estimulantes” naturales del sentimiento patrio y la capacidad de logro que tienen las personas ante propuestas que “pudieran” ser consideradas sin sentido. En el año 2000, a las puertas de un nuevo siglo y 47 años después de los Ingleses Marcus Tobias y José Antonio Delgado son los representantes venezolanos que les toca llegar a la cima del Everest… muchos se preguntaran y ahora que viene.
Bueno, la imaginación humana el reto y los deseos de nuevos horizontes no tienen límites, es un hecho que muchos no entenderán las nuevas tendencias, inclusive llegarán a criticar a quienes puedan perder la vida intentando alcanzar sus ideales pero el hombre seguirá siendo hombre y las montañas siempre “estarán allí” como catedrales abiertas a la introspección y la Aventura. Solo queda hacer a través de este espacio un homenaje a todos aquellos que físicamente no están con nosotros pero que sus pasos abrieron caminos para facilitarnos a nosotros los nuestros.
Por Alfredo Autiero