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Desde Las Gaviotas y Mar Azul; pasando por Mar Chiquita y Playa Dorada; Arenas Verdes, Claromecó y Monte Hermoso; hasta la mística araucana de Pehuen-Có y la serena San Blas de los Sauces, la costa sur de la provincia de Buenos Aires atesora un conjunto de playas poco exploradas. El turismo las elige para escaparle al caos de los clásicos destinos estivales.
Sol, mar y paz
Seguramente Carlos Idaho Gesell nunca pensó que la villa que lleva su nombre se convertiría en uno de los destinos más emblemáticos del verano argentino. El vertiginoso crecimiento derivó en la urbanización que se expande hacia el sur de la ciudad, con los pueblos satélite de Mar de las Pampas, Las Gaviotas y Mar Azul.
En las cercanías hay algunas alternativas de entretenimiento para mechar con los días de sol, arena y mar. A 11 kilómetros al sur de Mar Azul, la excursión al Faro Querandí en vehículos 4x4 es un paseo que no decae y se suma a las cabalgatas por las dunas. Obligadas las casas de té para saborear alguna delicia con impronta alemana. La variada gama de actividades culturales y espectáculos hace de este polo turístico una excelente opción para maridar descanso y diversión.
Otras alternativas válidas son: Mar Chiquita, Santa Clara del Mar y Mar de Cobos que, a pesar de su proximidad a Mar del Plata (que también tiene sus beneficios), estos amigables poblados invitan a vivir experiencias más íntimas y agrestes.
Mar Chiquita convive con la albufera, una formación geográfica única, que se caracteriza por ser una laguna conectada con el mar. Es la única del país y una de las pocas del mundo. Los extensos 67 km de playas combinan médanos y acantilados en una atmósfera relajada y familiar, que se concentra en Santa Clara del Mar, Mar de Cobos y Playa Dorada, pequeños pueblos dueños de tupidas arboledas donde moran cientos de aves.
Arenas Verdes son playas casi anónimas, repletas de médanos forestados y gaviotas que surcan el cielo. A sólo 8 de Necochea, aquí la pesca es una actividad consolidada; desde la costa, la caña puede traer corvinas, meros y pejerreyes, y embarcado el menú se amplía a salmón y tiburón. El primer balneario que construyó la municipalidad data del año 2005, por lo que recién despiertan al turismo, situación que moldea días de relajación completa, sin barullo, donde los sonidos de la naturaleza abundan. La escenografía natural se completa con las sierras, el campo y el río Quequén, donde se puede optar por una intrépida salida de rafting.La próxima escala es Claromecó. Junto a Reta y Orense, es una de las playas que ha registrado un marcado aumento de visitantes y crecimiento. Sin embargo, logra conservar su tranquilidad, la calidez de sus pobladores y la inmensidad de sus playas, lo cual evita las aglomeraciones de sombrillas. Uno de los atractivos que atesora es el Arroyo Claromecó con sus siete cascadas, el molino eólico que provee el total de energía que consume la localidad entre marzo y diciembre, la estación forestal y el yacimiento arqueológico Arroyo Seco, donde se han hecho hallazgos de piezas de más de 11 mil años de antigüedad.
Aguas más cálidas
Continuando por la «panza» que revela la provincia al Sur y sobre la Ruta 3, se llega a Monte Hermoso. Este balneario es famoso por la temperatura del agua, que, aseguran, es 5 ºC más cálida que el resto de las playas bonaerenses. Su ambiente familiar se refleja en las partidas de tejo y los juegos de pelota paleta que aún dominan el escenario playero. La zona de altos médanos blancos es ideal para la práctica de sandboard y excursiones en 4x4. El Pisadero es un yacimiento arqueológico que conserva pisadas humanas que datan de 7.000 años.
En las cercanías yace Pehuen-Có que en voz araucana significa pinos y agua, huella legada por los antiguos habitantes, los tehuelches araucanizados. Esta amigable comarca se destaca por sus aguas templadas y las magníficas postales que regala el sol sobre el mar, tanto al amanecer como al atardecer. Se puede visitar el bosque encantado, el museo de la base naval de Puerto Belgrano y la casa-barco. No quedan al margen el kitesurf, el sandboard o el windsurf.
Ya en los confines sureños y a la entrada de la Patagonia, San Blas de los Sauces es un paraíso que tiene todo por descubrir. Situada en la Isla del Jabalí, forma parte de un ecosistema de islas, bancos y aguas de poca profundidad, que diseñan una playa de canto rodado recostada sobre un mar sereno, de temperaturas templadas. Sus costas vírgenes atesoran una nutrida flora y fauna que son la atracción de los visitantes, al que se suma un colorido recorrido marino por las islas, a bordo de modernas embarcaciones. Este destino se destaca por la gastronomía compuesta por las bondades del mar, como las ostras, pescados y mariscos varios, con un espacio reservado para el cordero patagónico.
Fuente Ambito com