lunes, 7 de septiembre de 2015

La doma de la montaña salvaje


En Pezcalandia compartimos la descripción de ésta increíble pirámide de cristal, pico majestuoso y despiadado, la más cruel de las montañas, un colmillo de hielo emergiendo del caos geológico.
Todas las grandes cumbres tienen su dosis de épica, sobre todo cuando sobrepasan los 8.000 metros de altura, pero si hay que hacer caso a las descripciones que de ellas hacen quienes las ascienden, el K2 se merece con creces el título de montaña de las montañas. «No es la más alta pero sí la más emblemática por las dificultades que entraña su ascenso», observa el montañero Juanjo Sebastián, miembro fundacional del equipo de ‘Al filo de lo Imposible’ y responsable de cuatro expediciones a la cumbre.
Con sus 8.611 metros, el K2 es la segunda elevación del planeta. Es 237 metros más baja que el Everest, pero sus paredes están más desprotegidas y son también más escarpadas. Mientras que a la cumbre más alta del mundo se llega caminando, el ataque final al K2 es más técnico y tiene tramos de escalada. «Es la montaña de las montañas», escribe en su blog Edurne Pasaban, que perdió dos dedos de los pies por congelación cuando la escaló en 2004. «En lo personal –añade– es el ochomil más difícil de los catorce, fue la primera vez que temí de verdad por mi vida. Marcó un antes y un después y me llevó a dudar de seguir en el alpinismo».
Se entiende así que el K2, el techo de la majestuosa cordillera del Karakorum paquistaní, sea una cumbre menos hollada que el Everest. Frente a las más de 4.000 personas que han hecho cima en el gigante nepalí, los montañeros que han completado la ascensión al K2 no pasan de 350. Sin olvidar que la proporción de caídos en el intento, 84 víctimas mortales en total, es muy superior tanto a la del Everest como a la del resto de los ochomiles, exceptuando el Annapurna y el Nanga Parbat.
Desde el año pasado, sin embargo, esa tendencia se ha invertido. A juzgar por las estadísticas de 2014, el K2 ha pasado a ser una montaña menos inaccesible: el último verano hicieron cumbre nada menos que 48 personas, el 80% de los que lo intentaron, una tasa de éxito sin precedentes desde que en 1954 fue conquistado por primera vez. La explicación se encuentra en el creciente interés que despierta la cima paquistaní entre las grandes agencias comerciales, que disponen de medios capaces de allanar el camino a la cima de cualquier montaña.
La masificación del Everest ha llevado a los responsables de las agencias a explorar alternativas para satisfacer la demanda del cada vez mayor número de aspirantes a adornar su currículo con la ‘muesca’ de un ochomil. El K2 se erige en una de las opciones más interesantes, no solo porque es la segunda altura del planeta, sino porque conserva íntegra el aura de desafío y aventura que hace tiempo perdió el Everest. En otras palabras, es una montaña más ‘auténtica’ que la mayor de las cumbres, atrapada en una espiral comercial que traiciona los valores del alpinismo primitivo. 

Fuente Ideal