Difundimos en Pezcalandia a nuestros pescadores que con una
bajante histórica, el río Paraná y adyacencias sigue regalando infinidad de
lugares para practicar la pesca deportiva. Y las cercanías a la ciudad de
Rosario no son la excepción,
Son
pesqueros donde llegar cuesta bastante, pero la pesca está casi asegurada en
este momento.
Por suerte, amigos santafecinos tenemos muchísimos, y para esta ocasión nos
comunicamos con Luciano Davicino, que siempre nos dice la justa, aunque en esta
oportunidad repitió la respuesta: “Vengan que está lleno de dorados”. Con esa
consigna resultó muy fácil conseguir compañeros, y así se sumó Christian
Langer, un cordobés fanático de la pesca que encima trajo su propia lancha para
poder disfrutarla con amigos. Nuestra idea era pescar sólo con artificiales,
y para ello preparamos equipos de baitcasting, spinning
y fly. Para las primeras dos modalidades elegimos cañas de
1,80 a 2,10 m, con potencias de entre 14 y 20 lb (1 lb = 453,59 g), reeles
medianos cargados con hilo multifilamento de 40 lb de resistencia y el típico
arsenal señuelero de todo pescador. Para la pesca con fly, cañas y reeles para
líneas número seis, tanto de flote como de fondo. En cuanto a las moscas,
las más utilizadas fueron las medianas con predominancia de colores negro, rojo
y amarillo.
La idea era arrancar a las 5 AM para navegar tranquilos y
llegar tempranito a la zona de pesca. Aún no había amanecido y a marcha lenta encaramos el
río hacia el arroyo Careaga, un canal que da acceso a muchos pesqueros y es digno de
recorrerlo, porque muestra diferentes bellezas isleñas e inhóspitos lugares aún
con la bajante. A poco de llegar al primer lugar elegido por el guía,
disminuimos la marcha para aprontar los equipos y nos preparamos a realizar los
primeros lances sobre una corredera que pegaba contra una barranca y se perdía
en la entrada de otro arroyo. Apenas había salido el sol, la imagen era
inmejorable y las ganas superaban todo. En distintos lugares, pero al mismo
momento, cayeron los tres señuelos en distintas direcciones sin recibir ataque
alguno. La lancha se movía muy lentamente, llevada por el motor de proa y nos
hacía recorrer los mejores lugares. Optamos por un cambio de señuelos y fue
estratégicamente lo mejor, porque los piques comenzaron de manera instantánea con doradillos
que promediaban los 2,500 kg, muy divertidos y saltarines. Nos movimos de
lugar y parecía que los pesqueros se repetían, pero en todos encontrábamos algo
diferente para poder dar con los piques. Por tal motivo, los tres estuvimos muy
activos, logrando piques en diferentes distancias y circunstancias, pero
siempre atacando la misma costa, frente al banco de arena.
Nos cruzamos con muy pocas lanchas, y con algunas hasta
compartimos pesqueros. Otras, en cambio, nos preguntaban cómo salir de los
sectores bajos y también observamos un tercer grupo que navegaba buscando un
lugar de sombra para poder hacer su ranchada. Como la idea era volver temprano
para no padecer el calor, fuimos a una salida llamada La Cascada, la verdad,
una postal, tal como la leemos para la pesca de dorados.
Un arroyo con poco caudal que acentuaba su fuerza en un par
de troncos hundidos desembocaba en La Recalde: un lagunón inmenso casi irreconocible por la escasez
de agua. Arrimamos la lancha hacia la costa para poder bajarnos
y pescar metidos en el agua; realmente un lujo. La idea era cruzar la
correntada y traer los glidding o sliders a puro manijazo, los que dieron muy
buen resultado. Era tiro a tiro, y el celeste y verde del ambiente se
alternaban con el amarillo de cada salto que producían los dorados una vez que
sentían estar clavados.
Para no sufrir el calor reinante nos volvimos temprano a
preparar todo para el segundo día. Ya en el hotel, mientras mis compañeros
ataban algunas moscas nuevas, junto a Luciano nos pusimos a separar los
señuelos que mejor anduvieron y revisamos los multi de los relees para que
quede todo sanito ante la inminente próxima salida.
Nuevamente y muy temprano en la guardería sumamos a Giani
Zanotti, propietario de El Marlín, y partimos directamente hacia la laguna para
no perder tiempo y pescar en la zona donde mayor resultados habíamos logrado.
En esta jornada, Gianni y Christian agregaron el fly como nueva modalidad y
adelantamos que se divirtieron mucho con doradillos de todos los tamaños. Pero
no solo fueron dorados, sino que tuvimos la posibilidad de fotografiar y filmar
un par de cachorritos de surubí, de los cuales uno fue patejeado del lomo en
una zona donde no había más de 40 cm de agua, y el otro tomó el señuelo a la
caída.
Realmente, pescar surubíes con bait o spinning no es muy habitual pero
cuando uno se prende nos regala una pelea digna de disfrutar con largas
corridas y, una vez que lo arrimamos a la embarcación, parece que
recupera fuerza para liberarse del engaño. Dejamos la zona de pesca segura para
probar en los arroyos con un poco más de profundidad y los resultados no fueron
los mismos. Los piques se dieron esporádicamente y aparecieron las palometas
que, si bien son muy deportivas para capturarlas con equipos livianos, no era
lo que buscábamos.
Agenden
este destino, porque se llega de la mejor manera, podemos pasar días
familiares, tenemos playas para disfrutar, paseos gastronómicos, noche... ¿Qué
más necesitamos para pasarla bien? Ah... También pescamos, y mucho. Como dice
la canción: “Rosario siempre estuvo cerca” y este verano, con el agua baja, más
cerca que nunca para los pescadores.
Fuente: Total News