El río Paraná volvió a mostrar vestigios del antiguo Puerto Nuevo de Paraná, un punto de transporte de mercaderías y pasajeros inaugurado el 6 de mayo de 1907,
producto de la bajante con niveles históricos sin registro en los últimos 70 años y que se acerca a su peor momento.
El agua -o mejor dicho, su escasez- también dejó a la vista raigones peligrosos para embarcaciones, viejos sectores de la costanera e islas; y generó cambios en la economía, el turismo y la cotidianidad de la capital de Entre Ríos, invitando a reflexionar sobre el cuidado del medio ambiente y remarcando la conexión entre la ciudad y ese curso fluvial.
El río Paraná continuó creciendo la última semana producto de leves lluvias en su cuenca media y estos días su altura alcanza los 4 centímetros, pero llegó a estar -10 centímetros (por debajo del nivel del mar) y sigue lejos de su altura normal y su nivel de aguas bajas (2,30 metros) en esa ciudad.
Un viaje en lancha, a la que subió a bordo Télam, comienza en ese Puerto Nuevo por la mañana dejando a la vista las maderas del viejo atracadero de balsas que se utilizaban para cruzar hacia Santa Fe.
Allí, en marzo de 1908 ingresó el primer buque llamado “Alpha” que llevaba 2.000 toneladas de carbón y pudo atracar con 18 pies de calado. Hoy, por la bajante, el calado llega a unos siete u ocho pies (cerca de 2 metros), y los barcos grandes y barcazas que circulan lo hacen con menos del 50% de su capacidad.
Si bien continuaron utilizándose las balsas hasta fines de 2009, principalmente para transportar camiones con combustible y sustancias peligrosas, aguas arriba se instaló, en 1969, el túnel subfluvial que une las capitales de Santa Fe y Entre Ríos, y que los pescadores y ribereños podían notar sólo por las torres sobre tierra.
Ahora, la bajante también sacó a la luz una manta geotextil que protege el enlace, que se muestra ya a unos 30 metros antes de llegar como el caparazón de un monstruo acuático escondido, y que hoy hace que las embarcaciones tomen precauciones, al igual que la gente que se acerca hasta la isla del lado de Santa Fe.
Los trabajos sobre el túnel y de colocación de la manta se realizaron entre 1992 y 1993, y luego de 1998 a 1999, tras la inundación que ocurrió en 1982 que generó alteraciones en el suelo del río y sobre el túnel.
“Queremos transmitir seguridad a los usuarios (del túnel); donde se hace visible la manta ya hay entre 12 y 18 metros de tierra por encima del viaducto”, apuntó el Entre del Túnel, y explicó que “equipos técnicos realizan constantes mediciones” en la zona, donde persiste “un comportamiento adecuado de aguas bajas”.
Sin embargo, desde ese Ente y la Prefectura Naval Argentina (PNA) recomendaron no caminar sobre la manta de hormigón de unos 900 metros, y evitar acercarse ya que “es una zona peligrosa donde hay que tener precaución”.
Además, por la crecida de Paraná la PNA emitió un alerta para todos los navegantes, clubes náuticos y embarcaciones, y se limitó la zona de circulación con sectores con boyas y advertencias.
También recomiendan no navegar en arroyos como el llamado “Las conchillas”, frente a Isla Bonita, ya que “al estar tan bajo es muy peligroso, se junta basura en los árboles, raíces y raigones y pueden trabar y romper la embarcación”, indicó la PNA.
Dentro del ejido de la ciudad de Paraná, pero alejándose del centro y parque hacia el norte, se colocaron mallas debajo de las torres de alta tensión ubicadas a la vera del río, para controlar los desmoronamientos que se ocurrieron por la bajante.
En esa zona también se encuentra la planta de captación de agua cruda para potabilizar, donde el Municipio trabaja en la limpieza y dragado y en la colocación de nuevas bombas, para mejorar el trabajo de toma de agua.
“Estamos atravesando una situación que no ocurría hace muchísimos años”, dijo el intendente de Paraná, Adán Bahl, e instó “a reducir el consumo” de agua.
Río arriba, siempre con el agua limitando los patios traseros de las viviendas, comienza la zona de familias de pesqueros y trabajadores del recurso ictícola, que dejaron sus botes y piraguas encalladas debajo de sus casillas, en una parte que, con un río normal, se encuentra bajo agua.
Para cuidar el recurso ictícola, el Gobierno de Entre Ríos decidió establecer veda a la pesca comercial en cuatro de los siete días semanales, y es la única provincia en reducir un 50% el límite de extracción y de acopio.
Ello “impactó fuertemente en acopiadores, fileteadores, transportistas y más de 3.000 familias de pescadores que viven de eso”, explicó a Télam el secretario de Agricultura y Ganadería entrerriano, Lucio Amavet.
Por eso, la provincia se encuentra “con Nación, Municipios y todos los sectores afectados, trabajando en construir herramientas y decisiones políticas que hagan pasar con menos sobresaltos esta situación climática”.
Las empresas areneras y los frigoríficos también fueron afectados, paralizando las labores y reduciendo el cupo de exportación a un tercio de lo que vendieron en 2019, respectivamente.
Lo mismo sucedió con el sector turístico ya que la poca altura del río no permite desarrollar la pesca deportiva, el atractivo principal de ciudades como Santa Elena, Diamante o La Paz, y que activa económicamente a guías de pesca, hoteles, cabañas, locales gastronómicos y comerciales.
Algunos clubes paranaenses lograron beneficiarse con la utilizaron de los nuevos espacios de la costa para instalar y extender sus playas con sombrillas y reposeras; y trabajaron terrenos en las islas como puntos de recreación y turísticos.
Cerca del mediodía, el tránsito de vehículos y de personas por la costanera de la ciudad continúa con normalidad con el color característico del río Paraná en parte del paisaje, pero desde el agua se observa el contraste en los postes de los muelles entre un río normal y el actual, que refuerzan su baja altura.
La tranquilidad que transmite la conjunción del río, los árboles y el sol se potenció con la bajante: no solo bajó considerablemente la cantidad de pescadores y botes que circulan por el agua, sino que también se logran avistar animales como carpinchos, yacarés y otras especies que salen de las islas ante el poco movimiento.
También toman luz los cambios en la morfología y el ecosistema natural de las islas y la costa producto del cambio climático, que se podrán revertir con nuevas crecientes aunque otros seguramente dejarán secuelas.
En ese sentido, desde el Ministerio de Producción, Turismo y Desarrollo Económico llamaron a “trabajar en el control de desmontes, conservación de los suelos, y políticas públicas que generen un cambio positivo en la huella de carbono y para mitigar efectos ambientales adversos del cambio climático”.
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Fuente La Voz
Pezcalandia
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