lunes, 27 de octubre de 2008

Caza estival

En su refugio de Pezcalandia, Jorge Vicente me espera a cada momento, que, muy a mi pesar, se hace prolongado porque este es el siglo de las actividades múltiples y simultáneas, o sea el siglo del estrés. Al mismo tiempo es un pretexto para disfrutar de charlas y buen café, y para desarrollar temas afines. A veces, simplemente, como lo hago ahora, mediante opiniones y recuerdos que escribo en primer lugar para mi amigo y en segundo, para la legión de cazadores, hoy bastante raleada vaya a saber uno por qué causas, pero siempre presente cuando desarrollo estos temas. Cazar en verano?.. No es un tema nuevo pero tiene una serie de condicionamientos que deben recordarse siempre. El primero de todos:
No se trata de una verdadera cacería sino de estirar un poco los músculos, ejercitar la rapidez, el encare del arma, la puntería, la serenidad. También de sacudir la modorra de nuestro nunca bien ponderado auxiliar, nuestro perro de muestra y hacer más llevadera la modorra de nueve meses de inactividad.
Si a esto se le agrega que nuestra actividad puede colaborar en los intentos de desalentar la presencia de plagas innegables en la agricultura, como palomas y cotorras e incluso intervenir en defensa de la avifauna de caza que en tiempos de sequía como la que azota a buena parte de nuestro territorio queda a disposición de caranchos chimangos, urracas y cuanto depredador ande suelto. Dijimos ya que la sequía es un mal mayor. Si a esto agregamos la falta de buenos escondites (yuyales y amplias zonas sin roturar advertiremos que los grandes rapaces estarán este año de parabienes para alentar su alimentación y la de sus crías, a base de jilgueros, cabecita negras, y pichones de todo tipo, entre ellos, los de perdices y martinetas. Como consecuencia, nos podemos permitir la libertad de efectuar algunos disparos. Por supuesto en zonas alejadas de lugares poblados para no despertar suspicacias y sin que sean muchos los estampidos. El resto es caminar con nuestro perro al flanco y disfrutar a pleno de la observación, mucho más serena y razonante que en plena cacería, del entorno natural, fuente innegable de verdaderos “descansos del alma” en una época que pareciera elegida como escenario de permanentes catástrofes. Recorrer el campo, en solitario y arma al brazo. Que más se puede pedir en pleno enero? Debemos agregar que no es simplemente darle el gusto al gatillo. Se trata, generalmente, de retribuir atenciones en campos, de gente conocida que sufren la presencia de aves voraces, como palomas o cotorras, las cuales en plena época de cría redoblan su alimentación con los consiguientes estragos en las plantaciones de todo tipo. En esas circunstancias la acción de los deportistas mantiene alejadas a gran número de esas aves al tiempo que regula la acción de especies carnívoras, como dijimos al principio. APOSTADEROS Y RECORRIDAS Conste que no nos referimos a las épocas de mayor intensidad solar, como enero o febrero, ya que en esas circunstancias apenas si se pueden hacer breves caminatas en la madrugada o en el crepúsculo vespertino para no correr riesgos con la elevada temperatura, tanto nosotros como nuestro perro. La práctica del tiro de caza se hará siempre como un pasatiempo placentero. Por otra parte, como se trata de breves sesiones o prácticas circunstanciales nos bastará con una caja, o menos, de cartuchos. Deberemos, eso sí, tratar de darle el mayor carácter deportivo al asunto. Para ello es aconsejable el uso de calibre menores (l4, 24, 28 o a lo sumo 20). En esa forma aguzaremos la puntería y corregiremos nuestros errores de tiro sin gastos demasiado dispendiosos. Dos son los sistemas a aplicar. Uno, quizás el más empleado, es determinar una serie de lugares propicios para el paso de las bandadas y al mismo tiempo el ocultamiento del tirador. Las palomas son más insistentes en sus rutas de vuelo y los aficionados veteranos conocen ya las “pasadas” que siempre se repite n en hora y sitio. No ocurre así con las cotorras, que son un verdadero ejemplo de rumbos erráticos. Eso sí, una vez elegido el lugar de nidificación o reunión, en determinado monte, siempre acuden al mismo. Pero generalmente por distintos rumbos. La técnica del disparo no varía. Se adelanta la boca del arma en la dirección del vuelo a la vez que se oprime, gradualmente, el disparador. En el caso de las palomas, tanto las monteras como las turcas, el movimiento deberá ser más rápido por que el vuelo de ambas es mucho más veloz que el de las cotorras. Con respecto al choke o agolletamiento generalmente se emplea un cuarto y tres cuartos de choke en el primero y segundo tiro, respectivamente. Cuando la distancia es mayor puede intentarse con full choke. La munición que empleamos y se usa más asiduamente es la número 7. Más liviana suele ser inocua especialmente para las palomas. Para días de mucho viento puede emplearse hasta el número 5 y los cartuchos siempre de más de 30 gramos, tanto por la distancia como por la efectividad del impacto. Con respecto al uso del perro es conveniente que no quede libre y no recorra la zona del apostadero, ya que en esa forma terminará por ahuyentar a las bandadas de ambas especies, muy especialmente cuando se trata de cotorras. Las mejores experiencias, en las últimas salidas, las obtuvimos con escopetas de calibre l4, de dos cañones. Se trata de dos reliquias de gatillo a la vista, conservadas en muy buen estado y ambas probadas con pólvora sin humo Por la longitud de los caños tienen un alcance y una agrupación ideal. La distancia no deberá superar, en lo posible, los 30 metros debido especialmente a la escasa cantidad de municiones por disparo. Una de las mayores ventajas es el estampido mucho menor que el de escopetas de mayor calibre, lo cual no altera mayormente el ambiente y permite una tirada prolongada, especialmente en horas. Con respecto al uso del perro, éste estará adiestrado para aportar sólo a la orden del tirador. La voz “trae!” es la más utilizada, generalmente con buenos resultados. De todas maneras lo mejor es mantener atraillado al can y solamente soltarlo en el momento de comprobarse la caída de la pieza. Para cumplir con una tradición que consideramos elemental, siempre utilizamos el producto de nuestras tiradas. En el caso de las palomas es por todos conocido que sus pechugas , convenientemente sazonadas ,constituyen un plato muy buscado . En las palomas turcas una variante recomendable es cortarlas en bifes y hacer milanesas. En el caso de las cotorras, en cambio, también se utilizan las pechugas, pero casi exclusivamente en forma de escabeche Los granos tratados y la caza de rapaces Dejamos para el final algunas observaciones para hacer a los encargados y dueños de los campos. En varias oportunidades observamos el uso de granos envenenados para combatir a las aves dañinas. Lamentablemente debemos señalar que otras aves que no son perjudiciales comen los mismos granos con los efectos de prever. Eso coadyuva a la disminución de especies valiosas no solamente como aves de caza sino también como control de insectos Caranchos y chimangos son aves de presa. De menor efectividad que los halcones, pero de presa, al fin y al cabo Cuando su número es mayor que en los casos habituales la necesidad de alimento las lleva a asaltar gallineros y aún a corderitos recién nacidos. Cabe entonces, a indicación de los dueños de los campos, efectuar algunas batidas con el propósito de regular su número. Únicamente en el caso de multiplicación exagerada de los nidos de cotorras, si se produce la presencia, especialmente de caranchos, deberá dejar el ,libre juego de control natural porque estas aves rapaces se nutren de los pichones de cotorras antes que estos inicien sus primeros vuelos. Finalmente y por tratarse de aves más corpulentas y de duro plumaje, para estos casos puede o debe, mejor, usarse los calibre 16 y 12 grande y munición 5 ó 6. Por Rodolfo Perri Para Pezcalandia