Cazadores, Los Equipos, Los Perros, Los Patos - Por Rodolfo Perri
La explosión mediática es, posiblemente, uno de los pilares de la tan mentada, discutida, aprobada y rechazada globalización. Hace tiempo inicié con Jorge Vicente, de Pezcalandia una de las charlas habituales sobre temas de caza y de pesca, que nos apasionan a ambos y me animé a sostener, una vez más, que hay dos enfoques simples pero muy definitorios para considerar los alcances de esa nueva “nueva moda global”.
En primer lugar, las necesidades y herencias son comunes a todo el mundo conocido y a todos los seres vivos. Las tradiciones, también. Los cazadores integran todas las pretendidas razas o agrupaciones étnicas. Pero los usos y costumbres no. Cada región tiene las suyas y generalmente se mantienen y respetan. Por más que la publicidad agresiva intente la introducción de métodos o equipos sofisticados, o trate de cambiar métodos y fechas, en nuestro medio, por ejemplo, el otoño inicia la caza y la primavera la suspende, así fue siempre y, espero, seguirá siendo porque esa actividad se rige por leyes muy anteriores al hombre, por normas surgidas del juego de los elementos y por un equilibrio que, a pesar de los embates que inconscientemente hace el hombre se mantiene aún y es el que, en realidad nos impone fechas, cantidades y lugares para ejercitar nuestra pasión.
Estas premisas, dichas, debo aclarar, con toda la humildad posible que me impone el tema, me sirven para incluir en estas charlas ya habituales algunas observaciones y advertencias que repito todos los años, como en una letanía, para cazadores y funcionarios. No se trata de imponer normas o modificar reglamentos, salvo algunas cantidades y regiones que, por eventuales circunstancias merezcan alguna medida especial (y casi siempre temporaria), sino precisamente de adecuar a las épocas una actividad que, como todas las que acercan al hombre a los ambientes naturales brinda siempre resultados benéficos. Algunas conclusiones son inevitables.
Es FUNDAMENTAL establecer un sistema de fiscalización útil y simple. De esa forma todas las previsiones conservacionistas serán VALEDERAS. Si no se vigila, se cometen excesos, así de simple.
Otra previsión. Las fechas de iniciación y cierre son tentativas pero, la caza se inicia en abril con el pato y termina en julio con la perdiz, eso nadie que tenga alguna experiencia lo podrá negar. Dijimos de una charla con nuestro amigo Vicente. En ella le advertí y lo repito: Los períodos de gestación y cría deben ser sagrados para los cazadores. Y también para los funcionarios. Así, en nuestra presente temporada, abril debe ser la iniciación. Hemos recorrido zonas de reconocida capacidad reproductiva, especialmente en la provincia de Buenos Aires y comprobado la existencia de nutridas poblaciones de patos pichones, que ya en febrero volaban en su gran mayoría. No faltaron lagunas propicias y sementeras llenas de grano caído que, como siempre, congregaron a las bandadas. A nuestro juicio nada impide habilitar la temporada y autorizar las diez piezas habituales.
EL EQUIPO
Si bien los elementos fundamentales, en especial el arma y el calzado, difieren poco entre este tipo de caza y la tradicional de la perdiz, ya que una diferencia en el número de la munición y la carga es quizá la variable más utilizada, debemos señalar que el solo hecho de realizarse una de esas cacerías en terreno anegado y aún en plena laguna y la otra en zonas secas nos obliga a disponer de trajes absolutamente impermeables en el primer caso, de neoprene en lo posible, y algunos elementos de apoyo como la clásica percha, amén de un asiento portátil. Esto para quien no pueda visitar cotos especialmente adaptados, con apostaderos que, perfectamente camuflados, otorgan al tirador todas las comodidades. Existe también una diferencia en cuanto al abrigo. En la cacería de patos la actividad se limita a disparar desde lugares fijos. En la de perdiz el cazador, al contrario, deberá mantenerse en movimiento casi continuo. Esto hace que el primero deba disponer de ropa de abrigo suficiente y el segundo, en cambio, se contentará con una camisa gruesa y una simple tricota, además del chaleco infaltable. Y muchas veces le sobrará gran parte del atuendo a poco de sentir la caricia del sol, al mediodía. Digamos entonces que el tirador patero deberá estudiar el terreno antes de iniciar la cacería, para lo cual le bastará con una breve visita previa o con datos precisos.
La visita es muy aconsejable porque nos facilitará una relación amistosa con el dueño o encargado, el que, a poco de tratarnos, advertirá de nuestra condición deportiva y se sentirá más inclinado a brindarnos una segunda oportunidad. Al mismo tiempo sabrá que nuestra actividad cinegética en nada influirá sobre el escenario, es decir, no habrá desplazamiento de personas por el campo ni actividad de los perros que molesten a la hacienda. Circunscripto a la zona anegada, el hecho de cazar, salvo los estampidos, y esos siempre en un mismo sitio, serán los únicos elementos ajenos al lugar y eso durante un tiempo prudencial limitado al número de piezas permitido por cazador (hasta ahora, diez patos por día).
Con respecto al arma, nos inclinamos y así ocurre en casi todos los casos, por la escopeta de dos cañones de calibre 12 grande, o, mejor aún la semiautomática con cargador de hasta cinco cartuchos. Estos pueden ser de carga generosa, como 32 o 34 gramos, ya que se trata de disparos sobre presas de vuelo rápido y que a menudo no se acercan tanto al tirador, por lo cual son frecuentes los tiros a gran distancia.
Con respecto a la marca, evitamos siempre mencionar alguna determinada pero si podemos señalar que los de origen nacional son bastante pasables y tienen la gran ventaja de la diferencia de precio. La munición en nuestro caso, para patos comunes, el seis y el cinco son números habituales. Para avutardas o gansos puede achicarse hasta el 3. En cuanto al choke y, aclaramos, se trata de preferencias muy particulares, por lo cual solo las exponemos a título meramente ilustrativo, en la de doble caño usamos un cuarto y tres cuartos de choke para primero y segundo disparo. En la semiauto, directamente tres cuartos de choke pero teniendo siempre a mano los repuestos para modificar esta relación a tono con las condiciones de viento, visibilidad y especie a cazar. Algunos detalles del atuendo son esenciales.
Evitar muy especialmente el uso de objetos metálicos o de cristales, para evitar reflejos que SIEMPRE llaman la atención de los patos y origina cambios de vuelo y escapes inesperados. La ropa camuflada y un semi-enmascaramiento del rostro son muy útiles, al igual que el sombrero de alas y colores acordes con el resto de la vestimenta. Gritos y señales son de fatal efecto en la cacería. Generalmente el movimiento de los concurrentes deberá ser el mínimo posible para lo cual se establecerá un programa de horario de tiro e intercomunicación por radio portátil en lo posible. La cacería en sí se desarrolla casi siempre a primera hora del día, en plena penumbra del amanecer o a la caída del sol hasta que, la luz desaparezca. A mediodía se establece un intervalo amplio para el almuerzo y hasta una siestecita reparadora. Esto siempre y cuando no se encuentren en plena cosecha de determinada semilla que atraerá constantemente a las bandadas.
ELECCION DEL LUGAR
Como se trata de una presentación de temporada, digamos que ante todo depende de lo que busque o pretenda el tirador. Hay quienes prefieren siempre el mínimo de indicaciones y se inclinan, aún siendo neófitos, por las predilecciones propias. Son los eternos individualistas, a quienes respetamos pero no imitamos. El resto prefiere la salida en compañía (pequeña, por supuesto y con el menor número de tiradores posible). La salida en estos casos está rodeada de ciertas comodidades y placeres adjuntos a la caza, buena mesa, buen vino y momentos amenos, que aumenten el caudal de recuerdos gratos. Para estos últimos señalamos la necesidad de no dejar al azar la elección del sitio. Ya hablamos de zonas anegadas y permisos breves. Ahora nos ocuparemos de un sistema de cría de ganado es ayuda singularmente al tiro al pato y al mismo tiempo significa un aporte para el dueño del campo.
Nos referimos a la caza de patos en zonas de “feed lot” o corrales de crías y alimentación forzada. En esos sitios grandes cantidades de cabezas se agrupan en potreros chicos de dos o tres hectáreas a lo sumo, con comederos perimetrales permanentemente llenos de alimento y con iluminación artificial. Allí los vacunos alcanzan el tamaño y peso vendibles en menos de la mitad del tiempo empleado por las estancias comunes. Esa profusión de alimento que contiene gran cantidad de grano atrae, día y noche, a las bandadas de patos silvestres. Los corrales se sitúan siempre en terrenos cuya cota ha sido elevada considerablemente para facilitar el escurrimiento de las aguas en épocas de lluvias persistentes. Son verdaderas lomas, semejantes a los “cerritos de indios” que llegamos a conocer en nuestras andanzas juveniles por el delta del Paraná. Permanentemente iluminadas, permiten a veces hasta tiradas nocturnas y, de acuerdo con lo experimentado (siempre establecimos como máximo dos puestos de tiro en toda la zona) la hacienda no se altera ni registra desplazamientos violentos como consecuencia de los sucesivos disparos. Digamos que, en cambio, la acción de los cazadores permite dificultar la actividad de los patos que no vacilan en meterse incluso en los comederos o seguir de cerca a los carritos que distribuyen determinado grano cada tanto y en forma permanente. Como dijimos, el nivel del terreno se eleva considerablemente y para ello se practican excavaciones importantes de varios metros de profundidad. Dichas excavaciones necesariamente se llenan de agua por acción de las napas freáticas y las lluvias y constituyen un aguantadero ideal para los patos que obtienen un paraíso alimentario inesperado. Refugio y pitanza a tiro de piedra uno del otro.
Nuestras experiencias se repitieron desde hace varios años pero debemos señalar que, como consecuencia de la actividad cada vez mayor de los cazadores, se han producido desgraciadamente los al parecer inevitables abusos y muchos lugares fueron vedados a toda cacería. Pero quedan otros que permiten, con diversas condiciones, la realización de tiradas. Es cuestión de recorrer las zonas y preguntar. Busque, el que busca, encuentra.
Debemos señalar un detalle fundamental para esas visitas. Los cazadores deberán concurrir sin perros por una razón esencial. El perro SI espanta a la hacienda y más si se trata de retrievers que entrarán en los corrales apenas observen la caída de los patos en el lugar. Para esto sirve de mucho establecer las zonas de tiro lejos de los corrales. Lo mejor, según nuestras experiencias, es acomodarse en las cercanías de las lagunas anexas a los potreros, es decir, en las excavaciones anegadas para crear la altura de los corrales. Como se trata de una cacería de exclusiva espera, se podrán establecer dos puestos de tiro sobre la laguna en la que se pondrán, además, varios señuelos artificiales. Los disparos se harán entonces a conveniente distancia de los corrales y las presas abatidas casi siempre caerán en la laguna o en campo libre. Entonces será más que posible el uso de perros de aporte o retrievers, de los cuales, por nuestra cuenta, elegimos los Labrador, negro o dorado.
Hemos hablado de señuelos y merecen un párrafo. Aún cuando sea para el cierre de la nota. El señuelo es muy importante para un ave notablemente gregaria, que siempre vive en bandadas y acude a los lugares de concentración sin vacilar. El señuelo más utilizado es la imitación actual del pato con material plástico o los contornos en goma, con anillo de plomo en la base y que se lanzan sobre el agua con un piolín y plomada de no más de 30 gramos. A esto suele agregarse un llamador eléctrico o un silbato adecuado, que se hará sonar no bien se detecten las bandadas en pleno vuelo y aunque parezca exagerada la distancia. Esto nos obligará a disponer de algún ayudante. En la elección de esa persona deberemos ser muy cautos y precavidos. Generalmente se trata de amigos de muy buena voluntad que, a pesar de ello, adolecen de una falta total de vida en el campo. Como su desempeño será temporal y dispondrán de mucho tiempo no es extraño que se aburran y comiencen a realizar largos paseos a la espera de ser requeridos sus servicios. Es cuando, indefectiblemente, cometerán algún error que redundará en apremios o protestas o, simplemente negativa de los dueños a permitir otra cacería. Es entonces fundamental que se desarrolle toda una explicación o lección sobre el terreno, previa a la cacería. No vendrá mal iniciar a nuestro ayudante en la tarea de preparar y aderezar las presas para una inmediata y siempre inolvidable utilización culinaria que será, siempre, un sello de oro de toda cacería.
Por Rodolfo Perri