
A veces llego a pensar; que en mi caso esta pasión que tengo por la pesca pueda que sea algo genético, heredado de mis padres. Y desde entonces ya nunca he dejado de pescar, pues cada pesca es una experiencia única que vivimos, además de los beneficios terapéuticos que esta práctica nos trae, ya que estando atrapados en esta actividad, podemos resolver algunos problemas de nuestra rutina diaria, tenemos tiempo para reflexionar sobre el trabajo, la familia, los amigos... es decir, yo suelo jugar diciendo que una buena pesca sale más barato y efectivo (útil) que hacer una visita al psicólogo, y aún hay la ventaja de que no necesitamos ningún tipo de antidepresivos, ninguna droga medicinal para sentirnos bien.
Hace unos días quedé con algunos de mis amigos pescadores que saldríamos al mar a las 4:30 de la mañana, en un día en el que el sol saldría a las 5:36 h, y este horario sería el ideal para que ya estuviéramos en el sitio de la pesca, que está ubicado a 10 mil millas náuticas del Puerto de Guarajuba (Costa Norte de Bahia y punto final del andén marítimo) y para los legos en el tema, les explico que es en ese lugar donde la profundidad del mar aumenta y pasa de los 200 m a los 1500 metros de profundidad.
Ya nos encontrábamos en el mar y durante casi una hora de recorrido que llevamos para llegar a ese punto, mientras navegábamos, arreglamos las “carnadas”, preparamos las cañas de pescar y platicamos mientras podíamos contemplar un maravilloso amanecer, con un color dorado tan intenso que solo uno estando presente puede saberlo, pues era algo indescriptible.

Es un momento de reunión para sacarnos fotos, tratar el pescado y usar toda la “magia”, la “alquimia” de la cocina brasileña, además de que solemos usar un tempero especial en el preparado del pescado: el cariño. En esos momentos yo me siento completamente confraternizado con mi familia.
Creo que la pesca, además de provocarle ese “remolino” de emociones al pescador, cuando siente que sus piernas tiemblan y la ansiedad le domina, pues el corazón late por la duda de no saber si logrará su objetivo más grande: el pescado! y también en la sorpresa de saber el tipo de pez, en la expectativa de la llegada y en las tantas sensaciones ya dichas aquí, creo que es también un buen pretexto de reunión familiar, de ver a los amigos y de disfrutar buenos momentos en la vida. La razón que lleva millares de personas a ‘enamorarse” de la pesca se enseña en esta imagen que es el resultado de un trabajo hecho con dedicación y amor.
Por Gerardo Moreira
Staff Pezcalandia
Bahia - Brasil