martes, 10 de junio de 2008

El perro y sus enigmas

Rodolfo Perri - Parte I
La caza y la pesca son primas hermanas en la actividad al aire libre. Ancestralmente tienen el mismo origen en la caverna mitológica. Ambas dieron de comer al antepasado primitivo.
Pero la caza tuvo desde su comienzo un ayudante, un auxiliar de tan importante rol que nunca dejo, hasta hoy, de convivir con su amo, su socio, quizá su padre natural.
Al mismo tiempo fue alumno y guía en las azarosas vicisitudes de esa vida primaria plagada de peligros. Fue y será tema de muchas notas y hoy, en la amigable y habitual charla con Jorgito Vicente ( para mi siempre sera Jorgito), en nuestro refugio de Pezcalandia, reaparece, involucrado en los enigmas que le son propios por el solo hecho de ayudar a su socio mayor a desentrañar los misterios de la pradera húmeda, en plena mañana brumosa del otoño, o de principios del invierno, en busca de ese milagro de plumas y aleteo que es la perdiz en vuelo. El interrogante de Jorgito fue neto y breve. “Por qué un día señala bien, aguanta y produce el vuelo correcto delante de su nariz y al siguiente, o en la siguiente salida, corrige constantemente, deambula, a veces por el mismo lugar, sin culminar bien su rastro con la marca y el vuelo, así en ese orden ?” Mi respuesta no puede ser breve porque el tema arrastra una serie de premisas propias de un proceso de siglos y de una diferencia de capacidades para desempeñarse en el medio natural que coloca al hombre en desventaja , por ejemplo, diez o más veces menos olfato, otro tanto con el oído, algo menos pero siempre mayor, en la vista. Todos esos elementos hacen que a veces el perro nos asombre ante hallazgos casi imposibles de la pieza caída en pleno pajonal, o la búsqueda constante en un mismo pequeño sector hasta obligar a la presa a alzarse en el aire, y así sucesivamente. En el caso que nos ocupa el problema es un tanto más escabroso. Se trata de aparentes errores en perros adultos e incluso en veteranos. Para entenderlos se debe recurrir a experiencias y estadísticas que los estudiosos de todos los tiempos van dejando en la tradición oral y escrita y que muchas veces hemos recibido de nuestros mayores. Siempre recuerdo frases de mi tio abuelo Carlos de Nessi, cofundador de la Societá Italiana di Tiro á Segno (hoy conocida como SITAS de El Palomar) quien me decía :”mañanas secas y ventosas, marca difícil, mañana de rocío y poco viento, mediodía con cogotera llena…”. De esas y otras frases similares sobre el mismo tema obtuve cierta previsión con respecto al trabajo de mis perros. En la mayoría de los casos se cumplieron las máximas antiguas y en esta temporada, precisamente, con mayor asiduidad. En nuestras salidas observamos, recién comenzada la temporada, muchas vacilaciones en nuestros auxiliares caninos. El caso de mi perra Fionda, una bretona leal y abnegada que arrastra su exceso de peso todavía con cierta holgura, fue característico. Se trata de un animal obediente y de trabajo modesto pero eficaz. Pues bien, en muchas oportunidades ha iniciado un rastreo y marca que luego abandonó sin mayor reparo en busca de nuevas emanaciones.
Curiosamente, al transitar yo la zona de marca, a veces se ha producido el vuelo de la perdiz, que, como corresponde, no originó el disparo por mi parte. De regreso de la recorrida me encontré con iguales experiencias por parte de mis ocasionales compañeros. Y , para mayor comprensión del hecho casi insólito, siempre se trató de distintas razas, es decir que la dificultad fue para todos los perros.
Y también la coincidencia de ser un día seco, de viento noroeste bastante intenso y de tierra cuarteada por la falta de agua. Recién se realizaron las marcas previsibles y las capturas consecuentes al promediar la tarde, amainar el viento, incluso cambiar hacia el norte, especialmente y aumentar la humedad. La explicación más aceptada fue que el husmo, o cono de olor particular de la perdiz, se disuelve y desaparece mucho más rápidamente en el viento seco y fuerte y en la tierra con muy poca humedad, al igual que los pastos circundantes. El olor no es otra cosa que la partícula infinitamente pequeña de sudor o gas emitido por todo ser de sangre caliente y que es captado por contacto con las papilas olfativas en este caso del perro.
Cuando no hay humedad esas partículas se disgregan y desaparecen con mucha mayor velocidad y , en cambio, en el aire húmedo, permanecen flotando durante un lapso mayor y guían así al perro.
Para Pezcalandia
Por Rodolfo A. Perri
Bs As. Argentina