La publicación de avisos en Internet anunciando la venta de tierras en la Amazonia debe constituir un llamado de atención no sólo para el gobierno del Brasil -preocupado por el tema- sino para todos los países del mundo.
Porque se está destruyendo el mayor pulmón verde del mundo a causa de la deforestación.Días pasados, a través de Internet, se ofrecían en venta miles de hectáreas en el Amazonas.
El emprendimiento, de dudosa laya, puso en alerta a los gobiernos en razón de que -en los hechos- se estaba incrementando el peligro que significa la erradicación de bosques y la deforestación del mayor reservorio natural de la Tierra.
El Amazonas, con una superficie superior a toda Europa, funciona como un pulmón para el planeta porque depura el aire retirando el dióxido de carbono y expulsando oxígeno. Según los estudios, ese carbono capturado por la fotosíntesis se almacena en los troncos, las hojas y el suelo, pero el movimiento incesante de la frontera agrícola en la búsqueda de más terreno cultivable está liberando esas presas de su encierro.
Se indica que la quema de la selva para cultivar soja o criar ganado ha destruido más de 615 mil kilómetros cuadrados sólo en el Brasil, lo que representa 15% de los cuatro millones de kilómetros cuadrados de la Amazonia de ese país.
Paralelamente, al ser consumidos por el fuego, los árboles sueltan también el carbono de sus fibras y terminan contaminando el ambiente en lugar de limpiarlo.
Las investigaciones determinan que la deforestación de esa zona del planeta es peor de lo que se creía hasta ahora, degradando la selva al doble del ritmo que se había calculado. Los datos suministrados por los satélites indican por otra parte que la deforestación no sólo se centra en la intención del sembrado de pastizales sino que también se realizan talas selectivas de árboles, utilizando la madera en la fabricación de muebles muy apreciados en Europa y Estados Unidos.
Más aún, con la corteza de ciertos árboles se fabrica desde cestería a galletas naturistas.Para los científicos, la situación es extremadamente grave en razón de que, además de constituirse en el mayor pulmón del planeta, la Amazonia es la que regula el clima de casi toda América del Sur.
En ese marco de situación, sorprende la información aparecida días atrás, que señalaba que se ponían en venta, a través de Internet, grandes extensiones de tierra en la Amazonia en sitios on-line brasileños y extranjeros. Los precios son muy irregulares y pueden costar entre 6 y 600 dólares la hectárea, dependiendo de si hay rutas o si se accede por río y, en algunos casos, se menciona como el elemento más atractivo la existencia en esas extensiones de reservas de oro, plata, diamantes, petróleo y gas.
En uno de los portales se proponía la comercialización de 42 mil hectáreas “en una de las mayores porciones de tierra disponible en el mundo, ofrecidas para la investigación científica y médica.
Se trata -indica el informe- de la más pura floresta tropical, con gran diversidad biológica y donde jamás fue talado un árbol”.En otros sitios, se ofrece la selva como “la farmacia del mundo, una llave para las curas del futuro” y los vendedores expresan además que cerca de la mitad de las especies vegetales, animales y de microorganismos serán destruidos por la deforestación en los próximos 40 años, por lo que sería más importante utilizarla ahora en la medicina.Con ese incentivo se intenta seducir a los inversores y a los laboratorios multinacionales.
Sin embargo, para el gobierno del Brasil, “se están escondiendo otros fines, que no son los de preservar la selva”.
Por ley, la Amazonia brasileña es propiedad exclusiva del gobierno, y las leyes de ese país no permiten en las reservas forestales ninguna actividad que pueda dañar el ecosistema. Pese a ello, los anuncios de ventas de tierras se multiplican y se asegura que muchas empresas están trabajando a sabiendas de la adquisición ilegal.
El gobierno brasileño ha recibido críticas por parte de grupos ecologistas y hasta de la propia Iglesia Católica por haber abierto el país a la ganancia extranjera.
Pero debe considerarse que si bien la tierra es de propiedad de ese país, los daños producidos por la deforestación terminarán afectando a todos los habitantes de la Tierra.Es de esperar entonces que el resto del mundo insista con la necesidad de mantener ese ecosistema libre de depredación, sumándose al Estado brasileño en el necesario castigo de quienes intenten lucrar con un bien que es universal y absolutamente indispensable.
Fuente diario Los Andes