lunes, 8 de septiembre de 2008

La Caza no se suspende

La caza es una herencia irrenunciable, así lo pactamos hace algunos años con Jorgito Vicente, (el King) nos conocimos cuando mi hermano tenia un comercio en la Lucila de artículos de pesca, él en esas épocas tendría no mas de17 años, estudiaba, trabajaba y ya estaba en el tema de la pesca y la caza deportiva. Esta herencia irrenunciable, puede manifestarse de distinto modo según las épocas, las regiones o las costumbres. Lo cierto es que siempre aparece, o reaparece. Hay un solo factor que la aleja, o la hace desaparecer, y es, precisamente, la liquidación del espacio natural y en consecuencia de la fauna silvestre. El resto, o sea, la intensidad, las modalidades, la duración de las temporadas, dependen del número de cazadores y de la amplitud de miras que sostenga el poder gobernante de cada región.
Es muy difícil la coincidencia de criterios o de intereses en esta actividad dado que al cazador le interesa, primeramente, poder cazar y luego, mantener el medio ambiente para que haya caza, mientras que al agricultor o al ganadero le interesa, primeramente, hacer rendir al campo lo máximo posible, sea o no esto la muerte o disminución de la capacidad productiva del campo. “Quiero obtener el máximo beneficio en todo el tiempo” es una ley ferozmente egoísta pero muy natural en esa bestia a veces tan peligrosa que es el Homo Sapiens.
En segunda instancia la mayoría se cree dueña absoluta del medio, flora, fauna y gea. No es así, nos lo indica, perenne la condición fugaz del ser humano. Todo se reduce entonces a conciliar los intereses de cada grupo. Ni el cazador puede recorrer el campo a su antojo ni el agricultor explotarlo a su gusto y paladar. Allí es donde el poder administrativo, (el gobierno) deberá intervenir siempre. Conciliar sin prohibir es la tarea, bien ardua por cierto. Nos toca, creo, la labor orientadora en base a estadísticas y comprobaciones personales. Se puede cazar siempre. Por qué y cómo?. Porque siempre habrá un factor desequilibrante al cual el cazador podrá ayudar a regular. Es el caso de las llamadas plagas naturales. En el nuestro, las palomas y las cotorras en primer plano. Los rapaces, (chimangos, halcones y caranchos, amén de zorros y gatos salvajes) en segundo lugar. Eso en la caza mal llamada “ menor”. Porque cazar es perseguir, buscar la presa y abatirla, pese 500 gramos o 500 kilogramos. En la caza “mayor” dependerá del número de ejemplares, o sea la densidad por distintas áreas dará el camino a seguir o la pauta de caza según sea alto, o simplemente la suspensión de esa actividad si es escaso o con peligro de desaparición.
De la escopeta al rifle
Vale entonces describir, brevemente, las posibilidades para la larga espera de la perdiz (los consabidos nueve meses). En la actualidad y en la provincia de Buenos Aires y aledañas ha aumentado desaforadamente el número de cotorras o loritos, como también se llaman. Especie granívora por excelencia y muy gregaria, se extiende por muy nutridas bandadas en toda la zona de grandes cultivos. Los chacareros las odian, los grandes agricultores también, y por lo tanto se aplican sistemas intensivos para combatirlas. Uno de ellos, quizás el más común, es el incendio de los grandes nidales, que estas chillonas visitas agrupan en la copa de los árboles altos, especialmente los grandes eucaliptus. La reducción de las crías es evidente, pero las bandadas cambian su apostadero y siguen su tarea destructiva en los sembrados y reproductiva en los montes. Es cuando pueden aparecer los escopeteros ociosos y que dispongan de varias cajas de cartuchos. Se trata de una cacería que puede durar toda la jornada y que incluye constante cambio de escenario, siempre detrás de las bandadas, con puestos de tiro variables. Una jornada de este tipo puede servir de ejercicio eficaz a varios cazadores a la vez. Lo hemos comprobado incluso en campos cercanos a la capital, donde la presencia de esas bandadas fue realmente funesta para los sembrados, muy especialmente para los de girasol. Las armas más indicadas, escopetas del l2 o l6, con no menos de medio choke, y munición del 5 al 7, según el viento. El mismo equipo para la paloma grande o turca y, en algunos casos, la mediana o “montera”. Estas acuden muy especialmente al maíz y a la soja. En todos los casos se puede emplear al perro que habitualmente nos acompañe en el tiro a la perdiz. Eso sí, deberá ser un animal veterano, ya que, y muy especialmente en el caso de la cotorra, ésta puede estar herida y en consecuencia, al ser tomada por el perro, infligirle alguna lastimadura por la fuerza de sus picotazos. Si es un perro veterano se encargará de solucionar el problema muy rápido con sus dientes. Pero si es cachorro puede asustarse y negarse luego a aportar cualquier otro tipo de presa abatida. Lo mismo ocurrirá cuando se trate de una batida contra caranchos y chimangos, los cuales pelean ferozmente al estar heridos.
Señalemos, en el caso de los rapaces, que no se trata de una extinción total de la especie, ya que sabemos que actúan muy eficazmente en el caso de los insectos dañinos y, por su condición de carroñeros, también son útiles en la limpieza del campo. Pero sabemos que en caso de pocas pasturas o pajonales que sirvan para las nidadas perdiceras, ninguno de los dos desdeñará la posibilidad de una suculenta perdiz a la que encontrará entregada a la noble labor procreativa y aprovechará para devorarla incluso con los huevos. En resumen, la actividad cinegética no será entonces sino un aporte amistoso del cazador al agricultor y abrirá las puertas, muchas veces, para un lugar de caza en la época propicia, siempre sin excesos, desde luego.
Cuando de la caza de grandes bestias se trata, la actividad del cazador será una suerte de vigilancia y control biológico. Todos sabemos de la gran expansión de los antílopes, axis y dama, en nuestra pampa húmeda. Será cuestión de organizar cacerías de regulación del número y de equilibrio en la cantidad de hembras y machos. En el caso de los antílopes se hacen batidas para diezmar la población. Con los axis y damas en cambio se abaten generalmente las cornamentas defectuosas o pobres, que indican la presencia de un semental pobre. Las hembras casi siempre son respetadas porque con el ciervo, de menor capacidad reproductiva potencial es importante el número para lograr una población estable. Se trata más bien de garantizar una buena descendencia, sistema que, por otra parte, se aplica también con el ciervo colorado en muchos cotos privados.
En estos casos el equipo del cazador dista mucho de lo habitual en la época de gran caza, generalmente en otoño, cuando se establece la brama. En este tiempo basta con ropa fuerte pero liviana y calzado compuesto por zapatillas de suela de goma y loneta, en lo posible de caña alta, pantalón de tela fuerte y camisa, en lo posible camuflada, al igual que la gorra o sombrero.
Para el arma me inclino por el infaltable Mauser 7,65 o el R 3006 con mira de cuatro aumentos fijos, puede ser entre otras una Gibsons 4 x 40 fija u otra de mayor alcurnia, depende de la economía de cada uno. No es lo mismo con el jabalí, la otra presa habitual de los recién iniciados. En este caso es común observar cazadores con escopetas de gran calibre y cartuchos de extraordinaria potencia, cargados con postas o munición “tigrera”.
Cabe una advertencia. El jabalí procrea todo el año pero el verano es más prolífico que el invierno. Por lo tanto deberá evitarse las piaras en las que abunden crías nuevas, por la posibilidad de abatir a la madre y condenar a los cachorros A UNA MUERTE CASI SEGURA.
Para finalizar, es conveniente respetar las zonas denominadas de recría de todas las especies, compuestas casi siempre por pasturas naturales o matorrales tupidos. En el caso de las perdices y demás tinamiformes, la visita inesperada a un nido motivará, si se manipulan los huevos, el abandono de éste, con la consiguiente pérdida. En síntesis se trata de ejercitarse en la época estival, mantener el estado físico y darle el, gusto al gatillo, aunque sea en escasos días en toda la veda, los cuales ayudarán a facilitar la tan prolongada época de prohibición “total”.
Por Rodolfo Perri Para Pezcalandia Bs As - Argentina