Mientras algunos siguen pendientes de formalizar viejos proyectos en las grandes cumbres del mundo, un buen número de alpinistas ya se han integrado en un himalayismo que, aunque viene de lejos, va construyendo un nuevo camino.
Cumbres técnicas por debajo de la legendaria barrera de los ocho mil metros, ascensiones limpias, con autonomía. Desafíos de tú a tú con una ruta imaginada aunque desconocida. Ha sido el caso reciente del Equipo Español de Jóvenes Alpinistas, abriendo ruta en la norte del Tengkangpoche, o de Stéphane Benoist y Patrice Glairon-Rappaz, con 2.300 metros de nuevo itinerario sobre la sur del Nuptse. Los últimos en añadir un hito han sido David Gottlieb y Joe Puryear, inaugurando el Kang Nachugo, 6.735 metros que despuntan en el Rolwaling Himal nepalí.
En Pezcalandia tenemos varios apasionados de la montaña y recibimos diariamente por ellos relatos de distintas partes del mundo, no podemos dar difusion a todos, se desvirturia nuestra actividad, trasnformandonos en un medio de comunicacion, pero si, seguro, en Pezcalandia tenes la mas valiosa atencion y un nivel de asesoramiento profesional pocas veces visto.
"Muchísimas cimas pemanecen vírgenes en el Himalaya, pero generalmente se encuentran remotas, casi prohibidas a los alpinistas, o son cimas subsidiarias poco interesantes. Encontrar un pico que carezca de estas características es raro. Dimos con uno que es el eje visual de un gran valle del Himalaya como el Rolwaling: un pico que cientos de montañeros y escaladores ven cada año [...], muy destacado y que se levanta 3.000 metros sobre el valle. Algo extraordinario. El Kang Nachugo". Así explican los americanos, en el blog que le han dedicado a su aventura, una elección que les pondría en la cumbre tras cinco días de ascensión en estilo alpino.
En la aldea de Beding, un mínimo asentamiento sherpa del valle de Rolwaling, empezaban a tener conciencia de las dimensiones que iba a tomar su experiencia. Era el 16 de septiembre. "El Rolwaling es increíble. Permanece poco tocado por el turismo, sin las extravagancias de algunas regiones del Khumbu. Es igualmente bello, pero transmite auténtica sensación de lejanía".
A un día de camino de allí encontrarían su campo base, en Na: un último remanso a 4.180 metros sobre el que se abaten las montañas. Durante aquella jornada disfrutaron de la esbelta pirámide del Kang Nachugo, "aunque su vista era engañosa: 2.700 metros de pared se alzaban sobre nosotros, pero la cima se veía muy cercana". Al llegar a Na, un sherpa les puso las cosas en su sitio, comentándoles que harían falta 600 metros de cuerda fija para afrontar la montaña. Se burló cuando le dijeron que solo llevaban 70. Aguardaban 1.800 metros de roca vertical en el corazón del valle. "¿Cómo puede seguir virgen esta cumbre?", se preguntaba la cordada. "Hay otras cimas vírgenes en el Rolwaling, pero ninguna tan alta, sorprendente y prominente como esta".
Intento en la cara surLa aclimatación les llevó a explorar la región, permitiéndoles lograr un par de cincomiles, aunque el clima empeoraba. La lluvía y la nieve se hicieron presa del Rolwaling durante días. "Así que decidímos gastar nuestras energías en el Kang Nachugo". Estudiaron cada posibilidad y terminaron barajando dos opciones. La cara sur, donde podían trazar una ruta directa pero muy técnica, de roca conjugada con lo que parecían terribles secciones de hielo y mixto, o abrir la arista oeste, un filo estirado que corta la cima principal de la subsidiaria (Chekigo).
Empezaron por la vertiente sur, intentando encontrar una ruta directa al vértice del Kang Nachugo. La pared, sin escatimar en dificultades técnicas y mentales, terminó por rechazarles. El primer día habían avanzado 1.100 metros durante catorce horas de actividad ininterrumpida, llegando al límite de sus esfuerzos. "Y se nos presentaba un problema: no había ningun lugar obvio para establecer un campamento". Tuvieron que conformarse con una mareante repisa donde gracias a la nieve pudieron levantar las esquinas traseras de la tienda. Piernas colgando, ambiente gélido, ventisca sobre la lona y horizontes verticales. "Hogar, dulce hogar", resumieron. La jornada siguiente les reservaba 800 metros, los más duros, salpicados de rampas de hielo. Cuando llegaban a 6.400 metros la cumbre ya se había envuelto en nubes y nevaba intensamente. "Decidimos dejar la montaña en libertad bajo fianza". Y descendieron para recuperarse en el campo base y pasar dos días festejando junto a los locales en el festival de Beding.
Una arista para el mal tiempoLos partes no animaban en absoluto a probar de nuevo en la vertiente sur y, aunque no más segura, la arista oeste les permitiría trabajar en los días de tormenta. Encontraron la arista amenazadora, pero tenían la certeza de que con buen tiempo siempre podrían volver a la cara sur para realizar un intento sólido. Además, esta opción suponía "un maravilloso viaje por toda la cresta". Para ello, primero debían recorrer 500 metros de glaciar resquebrajado y 600 de hielo y mixto. Luego podían empezar una arista con propensión a vomitar aludes. Y se pusieron a ello.
Cuatro vivacs para insomnes más tarde les dejaban a punto para el asalto final. El 17 de octubre madrugaban para encontrarse un día frío y con viento. Gottlieb y Puryear iniciaban un tedioso trabajo para superar los metros finales. Con el objetivo al alcance, la montaña mostró su última resistencia. La cima volvía a cubrirse. "Quedaba alimento y combustible para una jornada, y no teníamos ninguna intención de pasarla bajo una tormenta, sin embargo parecía que el tiempo podía aguantar". Prosiguieron, con un ojo en el cielo y otro en el camino, aunque pronto tuvieron que centrar ambos en la arista cimera, que se bifucarba repentinamente dejando dos posibilidades igual de inciertas. Escogieron la más obvia, flanqueada por dos abismos a los que "parecía fácil caer". "Completamente exhaustos, avanzar no fue una tarea fácil. La altitud había afectado a nuestro juicio, haciéndonos errar en la última elección, mucho menos evidente de lo previsto". A pesar de todo, la cumbre no se les iba a escapar, poniendo sus pies en ella a la 1:30 p.m. "No había viento en la cima, y pudimos quedarnos a celebrarlo durante treinta minutos".
Con la vasta composición del Himalaya frente a ellos, iniciaron un descenso que les traería de cabeza durante 24 horas de mala meteo y congelaciones previsibles, con el que llegarían la noche siguiente a Na, donde lo celebraron como merece, con los locales y unas cervezas.
Fuente Desnivel press