A lo largo del año se encuentran en las rutas turistas y aventureros que salen a recorrer el país.
En Pezcalandia o en su redaccion se reciben infinidad de relatos.
El mar, las montañas, las sierras y el río son los parajes geográficos que definen la elección de un lugar. Sin embargo, a la hora de elegir, la mayoría de los y las jóvenes se las arreglan con una mochila, una carpa, o habitaciones comunes, mientras el camino se va construyendo al andar.
Cerca de un parador una pareja extiende su dedo pulgar en dirección a la ciudad de Salta. Los autos se deslizan sobre el pavimento a toda velocidad. El sol reseca las grietas de la tierra que rodean a la ruta. La sed se torna insoportable. Una suave brisa acaricia los sauces. Después de una hora y media de espera, una camioneta se detiene y ofrece su caja como asiento. "¿Hacia dónde van?- pregunta el conductor- ¿Hasta dónde va usted?", retruca la joven.De norte a sur, la Ruta Nacional N° 40 recorre la Argentina, desde el Cabo Vírgenes, Santa Cruz, hasta la Quiaca, en Jujuy. La ruta más larga del país, que lo atraviesa en paralelo a la Cordillera de los Andes, también incluye tramos repletos de jóvenes aguardando por un auto para avanzar camino."Podés estar dos horas, medio día, un día o 15 minutos". Comenta Lucrecia Gallo, quien a los 26 años recuerda su primer recorrido por las rutas norteñas cuando tenía 19, y asegura que hacer dedo fue parte de la esencia del viaje. Salir como mochilera, no significa ser una viajera improvisada, el mapa es un compañero del itinerario. "La idea es tener una meta de máxima y llegar hasta ese lugar de la manera más gasolera posible, siempre acorde a los tiempos que pone el viajero y no la empresa de turismo", expresa Lucrecia.Entre grupos de amigos, amigas, parejas, los viajes de mochileros conforman una manera diferente de encuentros y aprendizaje. La experiencia de recorrer los caminos sin seguir una guía predeterminada por una agencia, es una forma de descubrir caminos alternativos y paisajes escondidos.Antes de salir al camino se prepara la mochila racionalizando la comida y equilibrando los pesos que hagan posible el viaje con ésta a cuestas. De esta manera se distribuye la mercadería entre los integrantes del grupo y se facilita el abastecimiento, restando gastos al viaje. Según aseguran los y las mochileras, los primeros pasos con el equipaje encima son tambaleantes, pero la sensación de cargar un acoplado va diluyendo en la medida que la mochila logra adaptarse hasta conformar un solo cuerpo.Las provincias de Salta, Tucumán, Jujuy, están siendo parajes cada vez más frecuentados por los jóvenes. En esta elección se combinan diversos factores. Por un lado, los costos de un viaje al sur son más altos y las ventajas del clima se trasladan en un equipaje más liviano. Las ferias, las chacareras, los bailes en el patio de tierra, las peñas, hacen del norte noches llenas de música y alegría. La calidez de sus habitantes se descubre, también, en estos viajes fortuitos de encuentros, donde "más de un habitante, suele ofrecer el patio de su casa para acampar", señala Lucrecia.Tafí del Valle, Amaicha del Valle, en Tucumán; Cachi, las ruinas Quilmes, Cafayate, La Cuesta del Obispo, en Salta; Tilcara, Purmamarca, Humahuaca, en Jujuy, son estaciones inevitables en el primer encuentro con el norte. Otra de las condiciones que hacen de este viaje un medio más económico es la posibilidad de salir de Buenos Aires en tren, atravesar las provincias de Santa Fe, Córdoba, Santiago del Estero, hasta Tucumán y desde allí lanzarse a la ruta y a estirar el dedo salvador."Te das cuenta que estás de mochilero cuando perdés la noción del tiempo y la distancia. Cuando llegó el momento de querer regresar a mi casa, caí en la cuenta que me encontraba solo en una plaza de San Miguel de Tucumán con 40 pesos en el bolsillo y sin comida", relata Bernardo Ferraris, quien recuerda cómo comenzó a bajar hacia la provincia de Buenos Aires haciendo dedo y en dos días y medio llegó a su casa de Chivilcoy.Según los testimonios, siempre hay una búsqueda de aventura y supervivencia. Hoy a los 28 años, Bernardo reconoce que los viajes siempre son definiciones. " A los 16 años estuve en Iruya, Salta, allí conocí a otros mochileros y escuché por primera vez el nombre de la carrera Ingeniería Forestal, que después seguiría estudiando en La Plata".Elegir un terreno vacío en el medio de un pueblo inhóspito para pasar la noche es una de las variables del viaje. Desplegar las partes de la carpa, colocar las estacas, iluminar con una linterna o el posible beneficio de un telón estrellado, conforman el escenario del viajero. En su acción existe una búsqueda, no tan improvisada, de libertad e intercambio con la naturaleza. "Todo se transforma en algo muy cercano y distante a la vez. Cuando llegás a alguna de las ciudades limítrofes de la Argentina los otros países parecen cercanos", manifiesta Bernardo.Los hostales, otra alternativa para el turista jovenPara los hospedajes que requieren estas travesías, también existe una "Red Argentina de Alojamiento para Jóvenes", y empresas que organizan sus viajes en torno a los diversos Hostellings Internacionales con los que cuenta la red que hay en nuestro país y en el mundo.La mayoría de éstos están equipados con instalaciones donde se comparte la cocina, y se brinda la posibilidad de hacer la propia comida, siendo un medio más de abaratar el costo del viaje. Los dormitorios están conformados por camas cuchetas desde cuatro a ocho camas cada una.Andrés Robelet tiene 27 años. Desde los 20 comenzó a viajar alrededor de Estados Unidos, México, Costa Rica y Brasil. Actualmente es supervisor de una empresa de viajes en la Ciudad, que articula las estadías con los hostels internacionales."Compro pasajes áreos y allá hago la mía. Turismo independiente. Busco los destinos por Internet, es la mejor forma para llegar a un lugar", afirma Andrés y reconoce que por un tema de costos es más accesible ir a los hostales, siendo fuera del país donde las ventajas económicas se incrementan. "Este tipo de experiencias es más interesante para conocer gente y ahorrar costos. Cuando llegás a los hostales están todos por igual y se organizan salidas grupales". El precio de los hostales es desde $15 en la Argentina, hasta 35 libras en Londres, que son alrededor de $200. Según Andrés, este tipo de alojamiento es más concurrido por extranjeros que salen solos ya que el argentino que está de vacaciones por lo general sale en grupo y opta mucho por los campings.A su vez, estos lugares son más concurridos por la juventud. Hay tarifas especiales para estudiantes y en la mayoría de los hostels la edad límite para alojarse es hasta los 60 años. "El hecho de compartir todo entre jóvenes es lo que atrae el interés de parar en este tipo de lugares", admite Andrés.La posibilidad de acceder a estos espacios permite encontrarse con personas de todo el mundo, y realizar un intercambio en el marco de las propias vacaciones. "Uno de mis primeros viajes lo hice a Pinamar y estuve parando en un hostel, allí conocí gente de otros países con quienes aún tenemos contactos esporádicos vía Internet", comenta Lucrecia y agrega que hace poco estuvo en un hostel de San Telmo donde hizo amistad con una joven holandesa.Dentro de la comunidad del hostel algunos cuentan con servicios de biblioteca, clases de tango, folklore, alquiler de bicicletas, se organizan salidas nocturnas y eventos dentro de las mismas instalaciones del lugar.A lo largo de décadas este estilo de viaje se ha transformado en algo muy popular entre los jóvenes, a través del que se permite conocer de una manera más profunda los lugares, sus culturas y su gente. De este modo las relaciones humanas con los baqueanos son esenciales para poder sobrevivir en territorios desconocidos.Asimismo, en torno a esta modalidad se ha generado una verdadera industria que facilita y promueve la mejor calidad en equipamientos y accesorios de camping, como así también empresas que han tomado esta forma de viajar y lo han convertido en un mercado para el turista joven. Desde tarjetas de descuentos, servicios exclusivos para jóvenes mochileros, red de hostales y paquetes de tours locales, hasta la cobertura de seguros médicos.Pero siempre siguen las y los mochileros que continúan abriendo el camino a destinos desconocidos, en una búsqueda que escapa de las agencias y los folletos, permitiéndose armar destinos entre mapas y sabidurías populares.La novedad, la sensación de libertad e independencia en la que el destino depende de las decisiones de uno mismo, son factores que se van generando a medida que pasan los años y se acumulan los viajes como experiencias complementarias. "Todo te parece más cercano, más fluido y rápido, lo único que se respeta son los tiempos biológicos, todo el mundo te conoce y a la vez desconocés a todo el mundo. Si no fuera así, no tendría sentido", concluyó Bernardo.
Historias de mochileros
A lo largo del año se encuentran en las rutas turistas y aventureros que salen a recorrer el país. El mar, las montañas, las sierras y el río son los parajes geográficos que definen la elección de un lugar. Sin embargo, a la hora de elegir, la mayoría de los y las jóvenes se las arreglan con una mochila, una carpa, o habitaciones comunes, mientras el camino se va construyendo al andar.
Cerca de un parador una pareja extiende su dedo pulgar en dirección a la ciudad de Salta. Los autos se deslizan sobre el pavimento a toda velocidad. El sol reseca las grietas de la tierra que rodean a la ruta. La sed se torna insoportable. Una suave brisa acaricia los sauces. Después de una hora y media de espera, una camioneta se detiene y ofrece su caja como asiento. "¿Hacia dónde van?- pregunta el conductor- ¿Hasta dónde va usted?", retruca la joven.De norte a sur, la Ruta Nacional N° 40 recorre la Argentina, desde el Cabo Vírgenes, Santa Cruz, hasta la Quiaca, en Jujuy. La ruta más larga del país, que lo atraviesa en paralelo a la Cordillera de los Andes, también incluye tramos repletos de jóvenes aguardando por un auto para avanzar camino."Podés estar dos horas, medio día, un día o 15 minutos". Comenta Lucrecia Gallo, quien a los 26 años recuerda su primer recorrido por las rutas norteñas cuando tenía 19, y asegura que hacer dedo fue parte de la esencia del viaje. Salir como mochilera, no significa ser una viajera improvisada, el mapa es un compañero del itinerario. "La idea es tener una meta de máxima y llegar hasta ese lugar de la manera más gasolera posible, siempre acorde a los tiempos que pone el viajero y no la empresa de turismo", expresa Lucrecia.Entre grupos de amigos, amigas, parejas, los viajes de mochileros conforman una manera diferente de encuentros y aprendizaje. La experiencia de recorrer los caminos sin seguir una guía predeterminada por una agencia, es una forma de descubrir caminos alternativos y paisajes escondidos.Antes de salir al camino se prepara la mochila racionalizando la comida y equilibrando los pesos que hagan posible el viaje con ésta a cuestas. De esta manera se distribuye la mercadería entre los integrantes del grupo y se facilita el abastecimiento, restando gastos al viaje. Según aseguran los y las mochileras, los primeros pasos con el equipaje encima son tambaleantes, pero la sensación de cargar un acoplado va diluyendo en la medida que la mochila logra adaptarse hasta conformar un solo cuerpo.Las provincias de Salta, Tucumán, Jujuy, están siendo parajes cada vez más frecuentados por los jóvenes. En esta elección se combinan diversos factores. Por un lado, los costos de un viaje al sur son más altos y las ventajas del clima se trasladan en un equipaje más liviano. Las ferias, las chacareras, los bailes en el patio de tierra, las peñas, hacen del norte noches llenas de música y alegría. La calidez de sus habitantes se descubre, también, en estos viajes fortuitos de encuentros, donde "más de un habitante, suele ofrecer el patio de su casa para acampar", señala Lucrecia.Tafí del Valle, Amaicha del Valle, en Tucumán; Cachi, las ruinas Quilmes, Cafayate, La Cuesta del Obispo, en Salta; Tilcara, Purmamarca, Humahuaca, en Jujuy, son estaciones inevitables en el primer encuentro con el norte. Otra de las condiciones que hacen de este viaje un medio más económico es la posibilidad de salir de Buenos Aires en tren, atravesar las provincias de Santa Fe, Córdoba, Santiago del Estero, hasta Tucumán y desde allí lanzarse a la ruta y a estirar el dedo salvador."Te das cuenta que estás de mochilero cuando perdés la noción del tiempo y la distancia. Cuando llegó el momento de querer regresar a mi casa, caí en la cuenta que me encontraba solo en una plaza de San Miguel de Tucumán con 40 pesos en el bolsillo y sin comida", relata Bernardo Ferraris, quien recuerda cómo comenzó a bajar hacia la provincia de Buenos Aires haciendo dedo y en dos días y medio llegó a su casa de Chivilcoy.Según los testimonios, siempre hay una búsqueda de aventura y supervivencia. Hoy a los 28 años, Bernardo reconoce que los viajes siempre son definiciones. " A los 16 años estuve en Iruya, Salta, allí conocí a otros mochileros y escuché por primera vez el nombre de la carrera Ingeniería Forestal, que después seguiría estudiando en La Plata".Elegir un terreno vacío en el medio de un pueblo inhóspito para pasar la noche es una de las variables del viaje. Desplegar las partes de la carpa, colocar las estacas, iluminar con una linterna o el posible beneficio de un telón estrellado, conforman el escenario del viajero. En su acción existe una búsqueda, no tan improvisada, de libertad e intercambio con la naturaleza. "Todo se transforma en algo muy cercano y distante a la vez. Cuando llegás a alguna de las ciudades limítrofes de la Argentina los otros países parecen cercanos", manifiesta Bernardo.Los hostales, otra alternativa para el turista jovenPara los hospedajes que requieren estas travesías, también existe una "Red Argentina de Alojamiento para Jóvenes", y empresas que organizan sus viajes en torno a los diversos Hostellings Internacionales con los que cuenta la red que hay en nuestro país y en el mundo.La mayoría de éstos están equipados con instalaciones donde se comparte la cocina, y se brinda la posibilidad de hacer la propia comida, siendo un medio más de abaratar el costo del viaje. Los dormitorios están conformados por camas cuchetas desde cuatro a ocho camas cada una.Andrés Robelet tiene 27 años. Desde los 20 comenzó a viajar alrededor de Estados Unidos, México, Costa Rica y Brasil. Actualmente es supervisor de una empresa de viajes en la Ciudad, que articula las estadías con los hostels internacionales."Compro pasajes áreos y allá hago la mía. Turismo independiente. Busco los destinos por Internet, es la mejor forma para llegar a un lugar", afirma Andrés y reconoce que por un tema de costos es más accesible ir a los hostales, siendo fuera del país donde las ventajas económicas se incrementan. "Este tipo de experiencias es más interesante para conocer gente y ahorrar costos. Cuando llegás a los hostales están todos por igual y se organizan salidas grupales". El precio de los hostales es desde $15 en la Argentina, hasta 35 libras en Londres, que son alrededor de $200. Según Andrés, este tipo de alojamiento es más concurrido por extranjeros que salen solos ya que el argentino que está de vacaciones por lo general sale en grupo y opta mucho por los campings.A su vez, estos lugares son más concurridos por la juventud. Hay tarifas especiales para estudiantes y en la mayoría de los hostels la edad límite para alojarse es hasta los 60 años. "El hecho de compartir todo entre jóvenes es lo que atrae el interés de parar en este tipo de lugares", admite Andrés.La posibilidad de acceder a estos espacios permite encontrarse con personas de todo el mundo, y realizar un intercambio en el marco de las propias vacaciones. "Uno de mis primeros viajes lo hice a Pinamar y estuve parando en un hostel, allí conocí gente de otros países con quienes aún tenemos contactos esporádicos vía Internet", comenta Lucrecia y agrega que hace poco estuvo en un hostel de San Telmo donde hizo amistad con una joven holandesa.Dentro de la comunidad del hostel algunos cuentan con servicios de biblioteca, clases de tango, folklore, alquiler de bicicletas, se organizan salidas nocturnas y eventos dentro de las mismas instalaciones del lugar.A lo largo de décadas este estilo de viaje se ha transformado en algo muy popular entre los jóvenes, a través del que se permite conocer de una manera más profunda los lugares, sus culturas y su gente. De este modo las relaciones humanas con los baqueanos son esenciales para poder sobrevivir en territorios desconocidos.Asimismo, en torno a esta modalidad se ha generado una verdadera industria que facilita y promueve la mejor calidad en equipamientos y accesorios de camping, como así también empresas que han tomado esta forma de viajar y lo han convertido en un mercado para el turista joven. Desde tarjetas de descuentos, servicios exclusivos para jóvenes mochileros, red de hostales y paquetes de tours locales, hasta la cobertura de seguros médicos.Pero siempre siguen las y los mochileros que continúan abriendo el camino a destinos desconocidos, en una búsqueda que escapa de las agencias y los folletos, permitiéndose armar destinos entre mapas y sabidurías populares.La novedad, la sensación de libertad e independencia en la que el destino depende de las decisiones de uno mismo, son factores que se van generando a medida que pasan los años y se acumulan los viajes como experiencias complementarias. "Todo te parece más cercano, más fluido y rápido, lo único que se respeta son los tiempos biológicos, todo el mundo te conoce y a la vez desconocés a todo el mundo.
Si no fuera así, no tendría sentido", concluyó Bernardo.