En Pezcalandia hemos recibido este descargo que creemos importante difundir, dar a conocer dentro del sector las distintas opiniones. Pezcalandia simplemente difunde de colaboradores directos, indirectos y relatos que llegan por distintos medios.
En estos días de tanto debate acerca de los medios técnicos, el qué deberían haber hecho, el qué no deberían haber hecho, porque no usaron esto o lo otro, hemos caído nuevamente en la trampa Argentina de acusar, opinar, actuar, someter después de lo sucedido pero no reflexionar sobre porqué solo funcionamos a la luz de acontecimientos de este tipo. En la Argentina pareciera ser que el motor final y más efectivo de la organización termina siendo la tragedia. Necesitamos miles de muertos en las rutas para trabajar sobre el fondo de la cuestión, cientos de muertos en un recital para implementar políticas de seguridad, avalanchas con varios muertos para evaluar la capacidad de los guías, etc.
Mucho se podrá opinar sobre los recursos técnicos de rescate en este caso puntual. Los rescates de montaña son eventos únicos y cada uno tiene una estrategia, una logística y una ejecución que es casi imposible dar un veredicto sobre lo correcto o incorrecto. Hay tantas variables críticas en juego, clima, altitud, terreno, luz, recursos humanos y materiales, condiciones de la o las víctimas, legislación local, distancia a servicios médicos organizados, etc. que la opinión de cualquier experto puede verse opacada rápidamente para dar una solución completa a este episodio, a la vez de ser algo soberbia.
La discusión para la opinión pública no es acerca de los detalles técnicos, sino la de la mirada global sobre la forma de encarar las situaciones de emergencia. Responsabilizar a los rescatistas de la muerte de Campanini es una enorme simplificación de un problema tan complejo. Es el modo operativo Argentino.
De esta manera en este caso la víctima se victimizó y se han diluido sus responsabilidades como guía que en definitiva por la cadena de sus propios errores se llegó a esta penosa situación. No fue infortunio. No hay accidente.
Los rescatadores con las limitaciones previas (inmediatas y de años) y aquellas impuestas por la circunstancia convertidos en victimarios. Un penoso video de 2 minutos es la vil herramienta que los condena para siempre. Unas pocas imágenes donde no es posible dimensionar de ninguna manera el escenario donde transcurría el rescate, el “instantáneo” riesgo de muerte al que estaban sometidos, y que no obstante ser en ese momento rescatadores, no dejaba de producirles un tremendo temor de morir o afectar alguna función vital irreversiblemente.
¿Entonces qué es lo que hay que hacerle llegar al público que no conoce la práctica del montañismo y las técnicas de rescate?
Ni es ilustrar como es la práctica del montañismo que solo es posible adquirir practicándolo, ni dar opiniones sobre si hacía falta llevar oxigeno, camillas especiales, dexametasona u otros implementos que es una discusión técnica para expertos y en muchos casos muy difícil de evaluar retrospectivamente.
Lo que debemos presentar al público es que en la Argentina debemos dejar el efecto Cromagnon y encarar la evaluación, la capacitación, la planificación, la inversión, la publicación, la responsabilidad tanto de individuos (en este caso Campanini) como de grupos humanos (patrulla de rescate) y de las instituciones (Gobiernos) de manera concienzuda con la consigna que todos estos eventos son evitables y mitigables, solo es cuestión de creerlo y actuar ya, para que en este caso la práctica del montañismo sea un disfrute de plena libertad y no un calvario de víctimas y victimarios.
Es hora de dar vuelta la página de Cromagnon.
Por Dr. Marcelo Parada
Especialista en Medicina de Montaña (UIAA/IKAR)
Fundador de la Sociedad Argentina de Medicina de Montaña
Director Médico Fundación EASPA
San Martín de los Andes