Leímos esta relato y pese a que en Pezcalandia nada podemos decir al respecto, queremos repudiar a quien pesca y no devuelve, la pesca debe ser siempre con devolución, Ricardo, con todo respeto, es nuestra opinión.
Aires entrevistó a Ricardo “Pipi” Eigler, quien viajó con amigos a la localidad de Esquina, donde disfrutaron de un excelente.
Arrancaron los cuatro amigos el jueves por la tarde; “entre mate y mate reinaba la tranquilidad porque la excursión que motivó el viaje no sería sino al otro día. Después de recorrer unos 320 kilómetros desde Santa Fe, llegamos a Esquina cuando empezaba a oscurecer.”Una vez registrados en el complejo -se encuentra muy bien ubicado a escasos metros del río Paraná-, cenaron e hicieron el pedido de lo que sería la comida del día siguiente, para irse a dormir en una casona antes de una jornada en la cual estarían embarcados la mayoría del tiempo. El viernes los encontró despiertos desde temprano, ya que la salida estaba pactada para las 8; precisamente a esa hora la lancha -de unos 115 HP y equipada con muy buena tecnología- encendió el motor.“El día era espectacular, ni una nube pasaba por arriba nuestro, por lo que el sol nos permitía disfrutar del hermoso paisaje en todo su esplendor: el río con las verdosas islas de fondo y una brisa fresca. No podíamos quejarnos, ahora sólo dependía de nosotros aprovecharlo” contó con mucho énfasis, denotando en su rostro que no exageraba en lo más mínimo.La jornada de pesca había comenzado. Al comando de un guía experto en la materia, navegaron un tramo hasta que encontraron el lugar en donde tirar las líneas.
La cancha no podía ser mejor. “Al principio, y siguiendo la idea que teníamos de antemano, buscamos el pacú como presa; de inmediato nos dimos cuenta que eso era imposible debido a la bajante del río, por lo que debimos desviar nuestro interés hacia el Surubí.”Pesca exitosa, comida opípara.El deseo fue satisfecho: llegaron a un total de 25 piezas, un número nada despreciable. “Sólo pudimos quedarnos con las más grandes -alrededor de 6 kilos cada una-, que cumplían con el tamaño reglamentado. Los veinte cachorros restantes volvieron al agua luego de cumplir con la foto de rigor.”“Durante la pesca también pudimos obtener algunos ejemplares de mandubé, moncholo y un par de dorados, aunque éste goza de una protección especial, por la cual debieron ser devueltos, más allá de su talla” relató, al tiempo que remarcaba el gran cuidado y respeto que tienen allá por el cuidado del ambiente y la depredación.Cerca del mediodía, luego de cuatro horas de pesca, el grupo se dispuso a almorzar.
El guía los condujo a una de las tantas islas que sirven de reparo del sol, donde tiraron los pescados a la parrilla; “un punto para destacar de la organización es que el guía también hace las veces de chef cuando de cocinar las presas se trata.”Nos comentó que mientras comían, en la charla coincidieron respecto a la gran cantidad de turistas extranjeros que concurren a Esquina a realizar la jornada de pesca, en su mayoría brasileros, aunque también hay estadounidenses y europeos en menos medida. “Una característica que los identifica es que pescan con mosca y además devuelven todo lo que capturan, no importa el tipo de pez ni la medida.”El sábado amaneció en medio de sensaciones encontradas: la satisfacción del día anterior y el sinsabor de tener que volver.
Las obligaciones no les permitieron más que un viaje relámpago. “Luego de un buen desayuno, emprendimos la vuelta. Otra vez las anécdotas, las cargadas y las imágenes nos acompañaron en la ruta a casa.”
Por Santiago Chemes
Photo Ricardo Eigler
Fuente El litoral