viernes, 1 de julio de 2011

Cuando la pesca es un juego

Una jornada de pesca con nuestros hijos pequeños, es una experiencia única, complicada por cierto, pero sumamente gratificante. Los chicos diariamente aprenden jugando y con solo estar dispuestos a jugar, nuestro día se convertirá en una fábrica de recuerdos y sensaciones imborrables.
Sentar a un niño frente a una caña y esperar que algo suceda en el extremo de la línea sin hablar, sin moverla, sin hacer ruido, mantenerlo quieto más de ocho horas arriba de una lancha, según mi experiencia es imposible, porque para ellos todo es novedad, todo es diferente y todo tiene que ser “ya”. Necesitan jugar con la caña, el reel, las líneas y las carnadas. Entonces hay que dejarlos interactuar, siendo guiados y controlados nada puede pasar, ni la caña y el reel se rompen. Ahora si nuestro objetivo está focalizado en pescar y sólo pescar, es ahí donde en un par de minutos, se pasa del triunfo al fracaso, de lo seguro a lo inseguro y posiblemente dejemos pasar la gran oportunidad de nuestro sueño: “soy pescador” y “quiero que mi hijo lo sea”, “quiero verme dentro de 20 años pescando como compañeros inseparables”. Planificar una salida con nuestros pequeños, no es tarea fácil. Nada quedará librado al azar, porque somos su espejo y estaremos observados todo el tiempo. Un fracaso nuestro también es de ellos. Desde temprano comenzamos con este juego al que llamamos “el juego de la pesca”. Los participantes somos mi hijo Bautista y yo. Ninguno de los dos tenemos bien claras las reglas, pero lo que sí sabemos es que siempre salimos ganando. Después de una excursión frustrada por razones climáticas con amigos Pescanautas planificada para el día anterior, Bautista me dijo: “papi, quiero ir pescar, pero que sólo vayamos nosotros dos, prometeme que vamos solitos” y así nació la idea de una nueva partida para nuestro juego el domingo siguiente. A las 7.30 hs. ya estábamos en la guardería con todas las cosas necesarias para pasar un día de pesca en el Delta, unos 30 minutos nos llevó cargar el combustible, componer la lancha después de la tormenta de la noche anterior y acomodar todos los bártulos para una navegación placentera. Terminadas las tareas partimos hacia nuestro destino: la zona del Correntoso. Navegamos por el Canal Gobernador Arias, una vez que cruzamos el Paraná de las Palmas, seguimos por el Canal Gobernador de la Serna, para luego tomar el Canal 4 hasta el Paraná Miní, ahí viramos a estribor y navegamos hasta tomar el Canal Gobernador Arana que desemboca en el Río Barca Grande y finalmente el Arroyo Correntoso. En esta derrota tenemos 2 estaciones de servicio para abastecernos de combustible y/o comprar algo olvidado, una en Canal de la Serna y casi Paraná de las Palmas y otra en el Paraná Miní y el Canal 4, lindante al complejo Náutico Aulicino. La primera parada la hicimos alrededor de la 9.15 de la mañana, a la altura del Arroyo Borches para probar suerte con los doradillos, ya que a esta altura gracias a la curva, la correntada y los pozones que tiene el Correntoso se arman lindas correderas en sus veriles. Como yo siempre salgo con los quipos que generalmente voy a utilizar según el tipo de pesca planeada para ese día armados, sólo bastó acomodar la lancha para realizar una buena deriva, encarnar las líneas con morena y al agua. Utilizamos cañas de 2 metros de longitud de acción medium heavy (12-25 libras), equipadas con reeles rotativos Abú García 5501C3 para zurdos, cargados con multifilamento Daiwa Samaurai de 0.20 mm de diámetro, en cuanto a líneas utilizamos leader de 20 libras con y sin plomo pasante y anzuelos Owner SSW número 4/0. Luego de un par de pasadas sin éxito en lo que a capturas se refiere, decidimos seguir viaje para intentar pescar bogas y tarariras en los arroyos que desembocan en los bancos sobre el Río de la Plata. El bajo nivel de las aguas no nos permitió entrar a estos pesqueros ni con la lancha a cuesta (en caso de decidir bajar y caminar por el limo del río recomiendo hacerlo siempre con calzado), por consiguiente nos internamos en el Arroyo Lima por su segunda entrada que tiene sobre el Correntoso, que en esta época del año, por la disposición y lo tupido de las copas de sus árboles lo convierten en un verdadero túnel, principalmente su primer trayecto, el más estrecho. A las 11 horas, al reparo del sol, el calor era bastante sofocante, amarramos la Twister debajo de una linda arboleda dentro de un arroyo que sale en el Lima y empezamos a “jugar” con las bogas utilizando equipos livianos, cañas gibsons Bait Mabell de 1.8 metros de longitud, y reeles Gibsons WD2500 cargados con multifilamento Sumax Spectra de 0.18mm, con un plomo pasante de 10 gramos, un micro esmerillo y rematados con una brazolada de nylon del 0.30 mm de 40 cm de largo con un anzuelo Owner serie 50345 tamaño 1.
Como carnada utilizamos corazón vacuno, saborizado con esencia de vainilla y cortado en pequeños cubitos, pasta y los famosos “yummys” como los bautizamos con Diego de la Torre “Nopus” (filetes de dientudo intensamente coloreados) En cuestión de una hora y media no dejamos de divertirnos, cada boga que lográbamos izar era una experiencia única e inolvidable, trabajamos como un equipo a la perfección, “que pasame el compo”, “que no puedo traerla”, “que me tira mucho”, “que la pinza para quitar el anzuelo”, “que qué carnada le ponemos”... luego, en un instante pasamos de la acción al aburrimiento, dado que las Bogas no querían "jugar" más. Entonces... a “mojarrear se a dicho” y empezamos a colocarlas en un balde con agua, le dimos de comer y hasta con una, pobrecita, estudiamos anatomía.
Como último recurso u otra alternativa, si el mojarrero no da resultado, a colocarse los salvavidas, tirar la rosca atada con un cabo a la lancha, chapuzón y a jugar en el agua. Pasado largo el mediodía nos movimos hasta nuestro último lugar de pesca, salimos del arroyito y seguimos navegando por el Lima hasta casi en su desembocadura en el Río de la Plata, justo después de su última curva de la margen de estribor volvimos a amarrar la Twister bajo unos árboles y aprovechamos para almorzar... mientras tanto dos solitarias cañas reposaban en la proa de la embarcación hasta que de pronto en una de ellas, su reel empieza a entregar línea, así cobramos nuestra primera tararira. Terminado el almuerzo, volvimos a la carga con caña en mano y unas cuantas capturas más de muy lindo porte. Fue excluyente que el conjunto leader y anzuelo (20 libras y Owner 4/0, respectivamente) encarnado con anguila trabaje libremente sin agregarle peso adicional. A las 17 horas dimos por terminado nuestro día de pesca, acomodamos nuevamente la lancha, reabastecimos combustible y emprendimos el regreso. A todos los que tengan hijos les digo que no dejen de vivir este tipo de experiencias, como conté al principio son inolvidables tanto para nosotros como para ellos. Cosas importantes que no podemos olvidar a la hora de organizar este tipo de salidas son: botiquín de primeros auxilios, protector solar, gorro con visera, repelente para mosquitos, bastante agua potable y fresca, salvavidas acorde a la edad de los niños, caña mojarrera, cámara fotográfica, una muda de ropa completa, campera rompevientos, parte meteorológico y estaciones de radio y teléfonos de Prefectura, auxilio mecánico y asistencia médica. Esperamos que tengamos eco de este juego que con Bautista llamamos “el juego de la pesca”, que nos ayuden a mejorarlo y hasta la próxima partida.
Por Gustavo "Tomi" Arduino
Staff Pezcalandia Norte
Pescanautas.com.ar