Te
contamos en Pezcalandia que escalar el monte Everest, supone una experiencia
reveladora para cualquiera que lo intente. Llegar a la cima de esos 8.848
metros representa una empresa única, particular y determinante para la vida de
un alpinista. Esos momentos en los que la vida del individuo se encuentra a
merced de la naturaleza representan, para aquellos que lo experimentaron, el
punto más álgido de pureza que se pueda protagonizar. Sin embargo, con el pasar
de las décadas y, en gran parte, debido a la "comercialización" de la
aventura, el uso de drogas empezó a contaminar ese halo de pulcritud deportiva
y se convirtió en una amenaza para los protagonistas.
El
doping en el alpinismo representa un asunto retorcido, complejo y hasta tabú
para quienes lo practican. La presencia de estímulos químicos en una disciplina
cuyo principal rival es la madre naturaleza provoca una falta de entes
regulatorios. Sumado a la falta de honestidad de los escaladores a la hora de
revelar sus métodos y técnicas de ascenso, todo se vuelca en un terreno de
misterios, dudas y consecuencias médicas lamentables.
"Lamentablemente
es cada vez más común el uso de esteroides para llegar a la cima del Everest. Y
el principal problema al que nos enfrentamos es que muy pocos alpinistas
reconocen su consumo. El orgullo personal se ve muy afectado cuando uno mismo
sabe que hizo cumbre mediante la ayuda de agentes externos", explicó Colin
Grissom, físico especializado en actividades deportivas en grandes altitudes.
De
la emergencia al estímulo
La vedette del conflicto en cuestión es la Dexametasona, conocido en la jerga
alpinista como "Dex". Se trata de un poderoso corticoide sintético
que desde hace décadas está incluido en el kit de emergencia y cuyo uso se
estipula ante problemas físicos determinados y que en los últimos años también
comenzó a formar parte de manera peligrosa como estimulante.
El
"Dex" forma parte de la lista habitual de cada botiquín de un
escalador que intente subir a uno de los 14 "ochomiles" (picos que
superen los 8.000 metros) repartidos en el mundo. Se trata de un
cortico-esteroide recomendado de manera específica para mitigar los síntomas
ante un posible cuadro de mal de altura o edema cerebral, de cara al descenso
de la montaña. Sus propiedades suplen el efecto del cortisol, reducen las
inflamaciones del cuerpo, especialmente la del cerebro y, por consiguiente,
alejan las posibilidades de que el individuo pueda sufrir un ACV en las
alturas.
Sin
embargo, a lo largo de las últimas décadas, los escaladores habituales de los
grandes picos detectaron que el fármaco también desarrollaba una ayuda
"mágica" durante el ascenso: incrementa la lucidez, la sensibilidad
en las extremidades y provoca un sentimiento de euforia que ayuda a las personas
a escalar esos últimos metros hasta la cima. Y en ese punto radica la mayor
preocupación para la comunidad médica.
El
uso excesivo de la droga provoca un cierre total de las glándulas
suprarrenales, encargadas de producir el cortisol, y el cuerpo deja de
responder ante el estrés. Además, las heridas no cicatrizan como deben, quedan
expuestas ante infecciones, y se producen alteraciones emocionales en aquellos
que lo consumen en exceso.
"El
dex es una de las drogas más peligrosas para escalar un ocho mil. Nuestra mayor
preocupación es aquellos que lo usan en los ascensos como una ayuda para llegar
a la cumbre. No sólo se pone en peligro uno, sino también a quienes lo
acompañan en la expedición. Tiene que ser usado sólo en los descensos y como un
suplemento de emergencia", explicó la anestesióloga especializada Natasha
Burley.
Según
la propia comunidad médica, el uso profiláctico del dex incluso anularía sus
efectos posteriores, cuando se lo necesite ante un edema cerebral.
El
caso más emblemático fue el del estadounidense Jesse Easterling, quien en 2009
tuvo que ser atendido de emergencia en el Campamento III del Everest, después
de haber sufrido desorientaciones, balbuceos y la aparición de un bulto enorme
en la nuca. Luego de salvar su vida, el propio aventurero reconoció haber
consumido dexametasona durante siete días de manera regular, por recomendación
de un médico asiático. El norteamericano, que hoy siete años después todavía
tiene secuelas en su cuerpo, denunció al especialista y se llevó una suma nunca
revelada como indemnización.
El
tabú del deporte
El doping y el uso de drogas en el alpinismo representa uno de los mayores
misterios del deporte. Una gran parte de los protagonistas lo utiliza, pero un
porcentaje muy ínfimo lo reconoce. Lograr la hazaña de alcanzar casi los 9.000
metros de altura supone una proeza para cualquier ser humano y revelar su logro
mediante la ayuda de agentes externos representa un duro golpe para el orgullo
personal como para la reputación dentro de la comunidad.
El
propio Grissom, junto a sus colegas Peter Hackett y Luanne Freer, realizó entre
2014 y 2015 el que se puede reconocer como el primer estudio sobre uso de
drogas en la escalada de grandes cumbres. Se registraron los testimonios de 187
deportistas que realizaron 262 expediciones en ese período y así y todo, los
resultados no pudieron terminar de clarificar el tema.
La
gran mayoría de los encuestados negó utilizar la ayuda de drogas para alcanzar
las cimas, pero también una mayoría declaró conocer a algún colega que sí lo
hacía.
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El uso de
estimulantes para los ascensos data incluso desde mediados del siglo XX, cuando
se apelaba a drogas como Pervitin, Benzedrina y Dexedrina para los intentos más
riesgosos entre los '50 y '60. La aparición de corticoesteroides recién
aparecería en escena en la década de 1970.
Otro
de los productos considerado como doping para los más puristas es el suplemento
de tubos de oxígeno. Muchos consideran que su uso genera una aclimatación que
contamina la aventura, mientras que hay otros tantos que lo defienden.
"La
razón por la que amo el montañismo ya no tiene que ver con lo que uno tome.
Muchos consideran el oxígeno como doping, pero para mí no tiene nada de malo su
uso, siempre y cuando se sea honesto con uno mismo. Aquí no hay regulación, así
que cada uno debe seguir sus propias reglas en la montaña. Sólo serán tramposos
aquellos que sean deshonestos con eso", afirmó el escalador belga Jelle
Veyt.
Fuente
El Territorio