Pezcalandia difunde éste interesante reladto. Sherpa Sonam Bohte
comenta que para él, el montañismo es una profesión que realiza como forma de
proveer a su familia, incluso que no tiene deseo por escalar alguna montaña en
especial. Por otro lado, comenta que el vivir en una ciudad como Kathmandu en donde
está todo muy contaminado, se vive en el caos y la corrupción, al subir a la
montaña se encuentra con la perfección, en su naturalidad y belleza: “En lo
alto, todo es genuino.”Percibe que es una profesión poco valorada, pero confiesa que no
le afecta ya que está convencido que en realidad no importa lo que haces, sino
cómo lo haces: “Escalo montañas no solo para llegar a la cumbre, sino para
compartir mi mirada, dar vuelo por kilómetros a mis emociones, perderme en la
felicidad eterna del paraje salvaje, y no solo por estar en los más alto”.En la primera mitad del siglo XX, los cargadores de altura
elevada (“high-altitud porters”), ahora denominados en una generalidad como
“sherpas” a pesar de que no todos pertenecen a esa etnia, llevaban el equipo de
las expediciones internacionales a elevadas alturas de la montaña sin llegar a
la cima, siendo solamente empleados y no siendo considerados escaladores. En la
expedición de 1953, Tenzing puso en boca del mundo la palabra “sherpa”, al
hacer cumbre con Edmund Hillary como escalador. Pero incluso en esa misma
expedición, aquellos que subían el equipo y los víveres en el lomo, seguían
siendo llamados solamente “cargadores de altura elevada”.An Kerber es el único cargador de altura elevada de dicha
expedición aún con vida. Tiene más de 80 años, y aunque los locales conocen su
trayectoria y logros, muy pocos occidentales sabemos de su existencia. A partir
de esta expedición, los nepalíes empezaron a aprender formalmente a escalar.
Tenzing abrió una escuela de escalar en Darjeeling poco después de su expedición,
lo cual les abrió la posibilidad de integrarse como miembros de los grupos de
escaladores y hacer cumbre. Sin embargo, en los 70’s, muchos alpinistas querían
subir solos y continuaban contratando cargadores que no tenían oportunidad de
llegar hasta el punto más alto. No fue hasta la década de los 90’s que las
expediciones comerciales empezaron a ser populares.Para entonces, empresas ya ofrecían llevar gente a la cumbre, y
no necesariamente eran alpinistas profesionales, pero sí personas impulsadas
por una gran ambición de pararse en la cima. Por ello, necesitaban un poco de
ayuda, así que el trabajo de los sherpas empezó a tomar gran importancia.De ser en la primera mitad del siglo pasado un reto que muy
pocos tenían el valor de enfrentar, en las últimas décadas las expediciones
empezaron a generar tráfico en la montaña. Tan solo en 2013, se llevaron a cabo
10 expediciones simultáneas del lado norte del Tíbet (probablemente sumaban de
90 a 100 escaladores, más el mismo número de sherpas), y 44 más en el lado sur
(alrededor de 1,500 alpinistas, cada uno con un sherpa de apoyo).Así que empezó a haber una cantidad interesante de trabajos bien
remunerados, debido al riesgo que implica. En una temporada del Everest, los
sherpas ganan lo que en 2 ó 3 años guiando grupos en caminatas de elevaciones
bajas o moderadas.Algunos sherpas disfrutan del alpinismo como Sonam Bothe, pero
la gran mayoría lo hacen por el dinero para mantener a sus familias, construir
una casa o darles educación a sus hijos. Muchos de ellos no quieren que sus
retoños trabajen como sherpas escaladores, prefiriendo que se conviertan en
médicos, maestros o cualquier profesión que los mantenga fuera de peligro.La mayor parte de los escaladores que contratan empresas
comerciales, lejos de ganar dinero por el reto, pagan alrededor de 50 mil
euros. Al no ser muchos de ellos profesionales, no pueden llevar las cargas por
sí mismos, así que los sherpas llegan al campamento base alrededor de dos
semanas antes que el grupo, primero para nivelar el suelo ya que es muy rocoso.
Levantan las tiendas para la cocina, el comedor, carpa médica y aquellas en las
que duermen los clientes. Su trabajo es tener todo listo. Una vez que llega el
grupo se instala a aclimatarse, los sherpas inician su camino para instalar y
surtir los campamentos de arriba: el 1, el 2, el 3 y el 4 en el lado sur; y en
el lado norte, el campamento avanzado, el campamento uno en el “North Col”, así
como el 2 y el 3. Cargan las tiendas de campaña, las estufas, el combustible,
oxígeno y todo lo que el grupo pueda necesitar. Incluso algunas empresas
ofrecen que hasta el sleeping bag y el colchón les sea cargado en la montaña.
Así que los sherpas suben y bajan repetidas veces para lograr el objetivo,
obviamente ya aclimatados para entonces. En ocasiones, los grupos deben
esperar, días o incluso semanas a que el clima sea favorable para llegar a la
cima; tiempo en el que los sherpas continúan subiendo y bajando, transportando
el equipo a los diferentes campamentos. Y cuando llega el día de hacer cumbre,
el sherpa permanece a lado de su cliente en todo momento. Si llega a tener
dificultad buscando algo en la mochila, o con las cuerdas fijadas previamente,
el sherpa estará ahí para ayudar. Arriesgan su vida haciendo un trabajo
extraordinario. Muchos clientes van convencidos de que subir el Everest
cambiará sus vidas, y en realidad es un punto de quiebre para muchos. Numerosos
escaladores han escrito libros sobre su experiencia, han producido películas de
presupuesto millonario, o se dedican a dar conferencias motivacionales. Pero
muchos vuelven a casa y se olvidan de quienes les ayudaron a lograr su
objetivo, incluso aunque no hubieran podido lograrlo sin ellos. Y en la
historia del alpinismo, pocos sherpas son reconocidos como los héroes que realmente
son. En las redes, no es raro encontrarnos dentro del medio del
deporte extremo, debates sobre si la cumbre de Fulano o Sultano es válida. Si
su esfuerzo equivale a lo que otros han hecho o no; si es de aplaudirse o de
criticarse. En lo personal, opino que definitivamente no es lo mismo quien sube
solo sin oxígeno cargando su equipo, a quien es llevado por una empresa
comercial, ligero y con oxígeno al alcance cuando siente que se ahoga.
¿Es comparable el esfuerzo del sherpa que sube y baja durante semanas
instalando los campamentos, y acompaña al cliente a hacer cumbre, que la del
mismo cliente? Reinhold Messner declara en su libro “Everest Unmasked”, que
escalar el Everest con ayuda de oxígeno, equivale a subir una montaña de 6 mil
metros de altura, y que al colocarse la máscara, es como poner un muro entre sí
mismo y la montaña. Yo no he escalado semejante mounstruo, y me parece que en esta
vida ese tren ya se me fue. Mis experiencias más cercana fueron visitar el
campamento base, y el trekking del Helambu en los Himalayas de Nepal, que
aunque cargué mi propio equipo durante los 7 días de caminata, mi cumbre fue de
tan solo 5 mil y pocos más metros. Me siento enormemente satisfecha con mi
experiencia, pero lejanamente puedo compararme. No soy alpinista, no me
considero escaladora, pero mi logro me lo aplaudo. Este debate que de vez en vez echa flamazos en las redes
sociales, y algunas historias de los héroes desconocidos de la montaña, me
hicieron pensar en cómo mis maestros de matemáticas me evaluaban en los
exámenes de la escuela. Había que desarrollar el procedimiento completo de los
problemas y sus operaciones, pues si se ponía solamente el resultado, se
calificaba con un tache. La tecnología nos ha facilitado enormemente la solución de
problemas. Hoy en día, ya no es necesario desarrollar una ecuación de segundo
grado, resolver una raíz cuadrada o incluso dominar las 17 ecuaciones del
teorema de Pitágoras para crear un algoritmo que nos lleve a un análisis de
datos avanzado. Pero ¿requiere del mismo esfuerzo hacerlo con lápiz y papel que
con una computadora?
Admiro a los programadores que logran construir tecnologías
innovadoras que rebasan mi lógica, con ayuda de equipos avanzados. Sacarle la
primera fotografía a un hoyo negro es alucinante. Su conocimiento no es
cuestionable, y sus logros tampoco, sin embargo, creo que no es comparable con
aquel que desarrolla el algoritmo mentalmente o con lápiz y papel. Se requieren
de distintas habilidades. Aplaudo cada esfuerzo logrado: a quienes hayan subido al Everest
con oxígeno y apoyados por un equipo de sherpas; quienes después publican su
libro, reparten su fotografía en la cima por los medios masivos y presumen su
experiencia a diestra y siniestra. Pero no dejo de admirar con el corazón y la
boca abiertos, a aquellos que lo hacen sin ayuda externa o artificial, sin
necesidad del reconocimiento del mundo, o de poner una marca en un libro de
records, sino tan solo por la satisfacción de lograr cada respiro rodeado de
tanta belleza, llevar de la mano a otro a cumplir su sueño, o por la necesidad
de llevar un plato caliente a casa. Simplemente creo que son harinas de
diferente costal.
Cada quien sus logros, pero esos pocos que muchas veces no
conocemos, son los que me inspiran y dejan con la piel chinita.
Fuente Central FM