lunes, 5 de abril de 2021

La montaña es mi vida


Difundimos a nuestros seguidores este gran informe de la española Edurne Pasaban que ascendió a la cima de las 14 montañas más altas y peligrosas del planeta, entre ellas el Monte Everest en el Himalaya. 
Desde muy pequeños nuestros padres nos preguntaron cuál era nuestro objetivo en la vida, o qué queríamos ser de grandes. Algunos desean ser médicos, otros abogados, maestros. Inclusive los más audaces se atreven a soñar y desean ser exitosos deportistas. Seguramente a la española Edurne Pasaban esto le dio vueltas en la cabeza una y mil veces. Optó por un deporte no convencional y de paso rompió con todos los estereotipos de otras épocas. Escaló las 14 montañas más altas y peligrosas del planeta, entre ellas en famoso Monte Everest en el Himalaya.
A sus 47 años pareciera que esta mujer lo vivió todo. Estuvo en lo más alto del mundo, pero en algún momento de su carrera tocó fondo. Sin embargo, su convicción y motivación son una verdadera lección de vida ya que por más que la vida te presente un montón de montañas difíciles hay que ir paso a paso hasta encontrar la cima.
En diálogo exclusivo con MIRADOR ENTRE RIOS, se refirió a su pasado y presente en el alpinismo.
-¿A qué edad empezaste a escalar?
-Desde muy joven, a los 14 años. Me apasionaba y era muy feliz haciéndolo. Hasta que escalé mi primera montaña de 8.000 metros en el año 2001, es entonces cuando empecé a pensar que me gustaría tomármelo como algo más profesional. No fue hasta el 2008 cuando consigo ascender cuatro montañas que esto iba enserio y se convirtió en mi propósito de vida.
-¿Quién o quiénes te motivaron a iniciarte en el montañismo?
-Mis padres desde muy pequeña me llevaron al monte, y luego aquí en España a los Pirineos por primera vez. Los primeros contactos con la naturaleza fueron de la mano de ellos. Me anotaron en un curso de escalada en un club de montaña de mi pueblo, y fue allí donde coincidí con un primo mío que casualmente era uno de los monitores del grupo de enseñanza. Gracias a él me inicié en esta actividad.
-¿Qué cosas en la vida dejaste de lado por practicar este deporte?
-Como todo deportista y como toda persona que tiene un objetivo en la vida, por un reto, tienes que dejar muchas cosas. En etapas diferentes de mi vida, como en la adolescencia y la juventud, pues por ejemplo dejé de asistir a fiestas. Cuando uno se preparaba a ir de expediciones o al monte, se concentraba en entrenar. Igualmente no me ha costado mucho. Me atraía el hecho de poder ir a escalar. Pero una de las cosas que he dejado de lado es el deseo de ser madre. A los 31 años se me encendió ese feeling de la maternidad. Todos mis compañeros eran padres y consideraba que para una mujer que se dedicaba a esta actividad el ser madre se convertiría en un problema y eso pesó. Pero en definitiva lo fui a los 43 años.
-¿Cómo fue la experiencia de hacer cumbre en tu primer “ochomil”?
-Fue muy satisfactorio, emocionante pero a la vez un poco decepcionante. Yo me había imaginado el momento en que llegaría a la cima. Creo que cuando todos tenemos un reto, un sueño, de alguna manera ambicionamos llegar lo más lejos posible. Recuerdo que cuando íbamos a llegar a la cumbre del Everest, me imaginaba llorando abrazada a mis compañeros y sin embargo no fue así. Mis compañeros me decían: “Ven Edurne, saca las fotos que tienes que sacar y vámonos enseguida”, no hubo abrazos, llantos y todo eso que imaginaba (ríe).
-Tienes una carrera universitaria y trabajaste en una empresa familiar pero, ¿cuál fue la reacción por parte de tu familia cuando decidiste dejar todo por perseguir tus sueños?
-Nunca pesé que iba a ser mi profesión, mi medio de vida. De hecho, a los 18 años llegó el momento de ir a la Universidad y no tenía muy claro lo qué quería hacer. Recuerdo que estuve dudando de muchas cosas. Pero yo soy hija de una pequeña familia de empresarios del país Vasco. Mis abuelos empezaron con un pequeño emprendimiento de máquinas de herramientas donde trabajaban mi padre y mis tíos. Yo en mi casa no había visto otra cosa que ingenieros, entonces llegó el momento de decidir qué carrera elegir en la Universidad y, como no tenía claro lo que quería seguir, me decidí por la ingeniería. Terminé la carrera y me puse a trabajar en la empresa familiar. Cuando hago mi primera montaña mi padre me preguntó qué es lo que quería hacer en la vida, de alguna manera me puso entre la espada y la pared. Yo siempre digo que he tenido la suerte de escuchar a mi corazón y opté por seguir escalando.
-¿Cómo es el entrenamiento de una persona que pretende escalar una montaña de esas características? ¿Se trabaja más en lo físico que en lo mental o viceversa?
-Yo siempre digo que el 75% es mental y el otro 25% es físico. Si no te encuentras físicamente en buenas condiciones es muy difícil llegar entero a la cima. Nosotros nos preparamos como cualquier deportista. Yo he tenido la ayuda de un entrenador que me guiaba. Era muy complicado entrenar para la altura en España, ya que no contamos con montañas altas. Sí podíamos trabajar el aspecto aeróbico, ya sea andando en bicicleta, corriendo o haciendo ski de montaña. Pero por desgracia no podíamos ir al monte a trabajar la parte técnica. Uno se va mentalizando previamente a lo que se va a enfrentar en cada ascensión.
-Fuiste la primera mujer en alcanzar las 14 montañas más altas del planeta. ¿Fue un sueño desde un primer momento o producto de la mera casualidad?
-La verdad que no fue un sueño desde el principio. Cuando hice cumbre por primera vez en el Everest nunca pensé en coronar los catorce ocho miles. Cuando en la vida alguien se plantea un objetivo éste tiene que ser alcanzable. Plantearse las catorce montañas fue una empresa muy ambiciosa y, probablemente, muy difícil de alcanzar. No basta solamente con trabajar e insistir en alcanzarlo, depende además de muchos factores externos, como el económico y el tiempo que se dispone, entre otras cosas.
-A los 31 años te encontrabas en una encrucijada. No sentías tener una vida como el común de la gente. ¿Seguís manteniendo esa idea de que tu motivación sigue siendo la montaña?
-Me daba cuenta que a esa edad mis amigos y mi entorno con el que me rodeaba tenía una vida totalmente diferente a la mía. Ellos se casaron, formaron sus familias, habían terminado alguna carrera universitaria, tenían un puesto de trabajo fijo y yo no tenía nada de eso. Desde afuera mi vida parecía magnifica y bonita. Viajaba, hacía lo que me gustaba, me iba de expediciones, pero realmente era muy solitaria. Muchas veces cuando volvíamos a casa desde una expedición yo me sentía muy sola. Entonces, a raíz de ello, caí muy enferma de depresión que me mantuvo internada en un hospital por cuatro meses. Como consecuencia de todo esto es que en el año 2006 no realicé ningún ochomil en mi carrera deportiva. Fueron momentos muy duros para mí, es por eso que me replanteé muchas cosas y le empecé a echar la culpa a la montaña de mi situación. Pero gracias a mi familia, mis amigos y a los profesionales de la salud pude sobrellevar todo esto. Sin embargo, el problema no era la montaña, ya que la montaña es mi vida. Tenía que entender que yo era diferente a los demás y que era feliz haciéndolo.
-En una oportunidad intentaste escalar el monte Everest sin oxígeno. ¿Qué pasó realmente?
-En el año 2001 subí el Everest con bombona de oxígeno. Pero al resto de las montañas no. En 2010 me quedó esa espina de subir la montaña sin oxígeno. Al año siguiente organicé una expedición para poder cumplirlo, pero por algunos factores ajenos no pudimos hacer cumbre. Considero que cualquier alpinista que posee buena preparación física y mucho entrenamiento puede escalar cualquier montaña.
-Supongo que el montañismo es una actividad que demanda muchos costos operativos. ¿Has tenido apoyo de algún patrocinador para poder realizar todas esas ascensiones?
-La verdad que no. En las primeras expediciones no tuvimos la ayuda de algún patrocinio. Las pagábamos vendiendo camisetas, hacíamos boletos de navidad, fiestas navideñas y todo tipo de loterías para recaudar fondos. Y si faltaba dinero lo poníamos de nuestros bolsillos. Mi padre me ayudaba, mi hermano también. No fue hasta mi octava ascensión donde comenzaron a llegar algunos auspiciantes. Este es un deporte muy minoritario. No tiene mucha visibilidad por parte del público y no apuestan por uno. Al final de cuentas tienes que demostrar que eres capaz de hacer las cosas y es entonces donde allí se te empiezan a abrir las puertas.
-¿Qué opinión tenes de las expediciones comerciales?
-Es verdad que se ha popularizado mucho la actividad y más que nada en el Everest, donde abundan las expediciones comerciales para gente que quiere subir a la montaña más alta del planeta. Considero que con la gente hay que ser respetable, y que cada uno tiene un sueño por cumplir. Sin embargo, no comparto ese tipo de sueño en las personas. Estando en el campo base del Everest he visto que ni siquiera saben colocarse de manera correcta el equipo. No saben cómo colocarse los crampones en las botas, por ejemplo. Siempre me he preguntado: ¿qué es lo que les atrae subir? ¿La montaña, el alpinismo? O más bien demostrarle a los demás de lo que pueden llegar a hacer. Pienso que por ese lado hemos perdido el romanticismo en ese tipo de cosas. Los humanos creemos que podemos hacer todo por encima de todo. Opino que deberíamos llegar a una regulación para poder hacer ese tipo de ascensos.
-¿Qué montaña te trajo más complicaciones y por qué?
-La montaña que más me ha costado fue el K2, en Pakistán, que es la más complicada de todas. Es la segunda montaña más alta de la tierra. Pero, ¿por qué es difícil? Porque la parte más técnica de la escalada está por encima de los ocho mil metros. Me ha costado mucho escalarla. Íbamos con un equipo muy fuerte. La ascensión la realice en 2004 y hacía tres años que nadie había intentado subirla. Realmente fue una expedición muy dura y a causa de ello sufrí congelaciones en la bajada. Como consecuencia de dicha dificultad me amputaron dos dedos de los pies.
-¿La pondría en tu catálogo de una de tus montañas favoritas?
-Si me preguntas si es mi montaña favorita yo te contesto que sí.
Fundación Edurne Pasaban
“Montañeros para el Himalaya Edurne Pasaban” surgió en 2010 del compromiso solidario e implicación de la alpinista tolosarra, quien desde el año 2003 colabora activamente con la Fundación. Comparte filosofía y proyectos con montañeros para el Himalaya, con sede en Andorra, de la que es delegación en el País Vasco con sus propios patronos y estatutos.
Montañeros para el Himalaya Edurne Pasaban (MHF) es una fundación privada sin fines de lucro, que agrupa a montañeros solidarios con niños y niñas de las montañas del Nepal, Pakistán, Tibet, India y Bhután con la esperanza de abrir una vía a la educación para generar el progreso económico, social, cultural y político de la zona.
Distinciones
Premio Sabino Arana (2002)
Distinción Lan Onari del Gobierno Vasco (2009)
Marca Leyenda (2010)
Medalla de Oro del Mérito Deportivo de España (2010)
Premio Reina Letizia (2010)
Premio Vasco Universal (2010)
Fuente Mirador Provincial.
Pezcalandia
Prensa & difusión