lo que redunda en fenómenos de “invasión” con dos rasgos distintivos: por un lado, las especies introducidas generan la pérdida de biodiversidad global y, por otro, las medidas de bioseguridad -nacionales e internacionales- resultan insuficientes para regular el transporte de especies no autóctonas y la prevención de su liberación.
Dichos procesos de invasión son complejos y dependen de las
características, tanto de las especies no nativas -invasividad-, como de las
características intrínsecas del entorno invadido -invasibilidad-. De acuerdo
con Luis Espínola, integrante del Laboratorio de Hidroecología del INALI,
“cuando ambas características se correlacionan positivamente, la posibilidad de
que una especie no nativa se establezca, aumenta considerablemente y con ello
se incrementa el riesgo cierto de que su propague en toda la región”.
El trabajo aborda las introducciones intencionales y otras
actividades humanas que, al superar ciertas barreras biogeográficas, crean
conexiones artificiales entre cuencas separadas, llegando incluso a eliminar
barreras naturales como las cascadas. Las drásticas modificaciones del hábitat
se ven potenciadas por grandes obras -como las represas-, que modifican las
estructuras sumergidas de los ríos navegables, incorporando incluso la
construcción de pasajes de peces.
Espínola explica que “a pesar del conocimiento científico
existente sobre los daños ecológicos que causa la introducción de peces no
nativos en ambientes de agua dulce, se trata de una práctica que sigue
vigente a nivel mundial, aún a sabiendas de que los peces invasores
afectan la economía -pérdida de servicios ecosistémicos-, y producen impactos
ecológicos severos tales como la estructuración de comunidades nativas,
modificaciones en condiciones de hábitat natural y homogeneización biótica”.
Pezcalandia te cuenta el estudio que es clave para avanzar
La complejidad de la problemática da mayor relevancia a este
estudio que permite actualizar los conocimientos sobre las distribuciones de
las especies no nativas en amplias escalas espaciales, permitiendo así entender
los procesos de invasión y diseñar herramientas para la prevención o mitigación
del impacto causado por las nuevas introducciones.
Argentina, con sus 2.780.400 km2 es el octavo país del
mundo, en superficie, y el segundo más grande de América del Sur, presentando
rangos latitudinales y altitudinales muy amplios, en los que alberga diez
ecorregiones biogeográficas de agua dulce –según Freshwater Ecoregions of the
World-, cada una de las cuales tiene una diversidad de ambientes acuáticos de
magnitud, conteniendo en total 570 especies de peces. En este “escenario” tan
vasto que presenta la Argentina, el impacto es muy importante dado que, de las
10 ecorregiones, ya en ocho se han registrado 40 especies no nativas de las
cuales 5 son potencialmente invasoras, 18 invasoras, 11 introducidas y 6 se
pueden caracterizar como con riesgo de
El estudio, respecto al origen geográfico de las especies,
revela que un 45% procede de América del Norte, otro 42,55% de Asia, 15% de
Europa, 15% de Brasil y Uruguay, un 10 %
de África y el 7,5 % restante de América Central. Además, en
cuanto a los vectores que ocasionaron las introducciones, detalla que 27
especies lo fueron por acuicultura, 16 por pesca deportiva, 9 originadas por
actividades de acuario y comercio, 6
relativas a control biológico y las 2 restantes para ser modelos biológicos en
experimentos.
Luis Espínola también se refiere a otro aspecto importante:
“El amplio rango latitudinal de la Argentina –en pleno cambio climático-,
genera un contexto vulnerable ya que la invasión de especies en diferentes
climas, como lo demuestran las diferencias entre el norte y el sur del país,
presentan un doble riesgo. El sur, más frío, registra aumentos en la
temperatura del agua que pueden reducir la distribución de los salmónidos,
particularmente en la Patagonia Norte, generando así posibles desplazamientos y
desajustes en otras ecorregiones con temperaturas del agua cercanas a sus
límite de tolerancia. Asimismo, el incremento de la temperatura, también opera
en la Cuenca del Plata, donde el desplazamiento de las barreras térmicas hacia
el sur puede crear condiciones para el establecimiento de peces no nativos,
como ciertas especies neotropicales”.
Concluye Espínola, las introducciones de especies no nativas
acarrean diversas consecuencias que con el tiempo, llegan a impactar en las
economías de subsistencia de las poblaciones ribereñas. “En ecosistemas con
pocas especies, la introducción de una nueva puede alterar la cadena trófica,
siendo las piscívoras las que pueden ocasionar daños más irreversibles. De hecho,
la introducción de especies, es la segunda causa de extinción, lo cual tiene
consecuencias ecológicas, particularmente cuando la especie invasora avanza
hasta hacer desaparecer una especie local con importancia económica. Muchos
introducen especies pensando un rédito económico, sin pensar en el daño
ecológico que hacen”.
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Fuente Santa Fe Conicet