miércoles, 13 de julio de 2022

Pezcalandia y el deshielo del Ártico: queda al descubierto una montaña que no existía en los mapas


Se trata de una roca de 30 metros de altitud rodeada de hielo en el interior de Groenlandia descubierta por los miembros de la expedición SOSArtic

Uno de los síntomas más evidentes de que el cambio climático es una realidad es el deshielo de los casquetes polares. Algo que se ha vuelto a poner de manifiesto tras descubrir unos exploradores españoles una montaña en Groenlandia de la que, hasta ahora, no se tenía constancia en ningún mapa.

Los miembros de la expedición SOS Artic 2022 partieron en el mes de abril para comprobar, a través de los microorganismos, las consecuencias del cambio climático y sus efectos. Para llevar a cabo esta investigación, los promotores de la misma diseñaron una expedición sostenible en la que aprovecharon el Trineo del Viento desarrollado y construido por el explorador Ramón Larramendi, que ideó este sistema de transporte después de haber estudiado a los inuit.

Además de otras conclusiones de corte científico, a su regreso a España, los exploradores han anunciado que han descubierto una montaña, hasta hora no conocida, nunca vista, en el interior del hielo de Groenlandia. Más concretamente, se trata de una montaña de roca conocida como nunatak en el idioma de los inuit. Es una roca de unos 30 metros de altitud, rodeada de una capa de hielo y que está a 2.205 metros sobre el nivel del mal.

Los exploradores aseguran que esta montaña no aparece en ningún mapa disponible del interior de la isla ártica. Ha sido localizado a 25 kilómetros del límite de tierra de la isla, en medio de la inmensa llanura interior. Algo que, de nuevo, viene a demostrar los efectos del cambio climático.

Conocedor de Groenlandia, Ramón Larramendi asegura que para todos los exploradores fue una sorpresa toparse con esta nunatak. «Esperábamos una planicie y allí estaba ese pico rocoso. El cambio climático avanza a pasos agigantados en el Ártico» , asegura. Sin embargo, el explorador asegura que este hallazgo les hace sentirse «especialmente satisfechos» pese a que «esto significa que los hielos del Ártico se nos están derritiendo mucho más deprisa de lo que podía imaginar hace unos años y las consecuencias son graves para todo el planeta porque significa que sube el nivel de los océanos».

Tras dos años en los que, por la pandemia, su invento del Trineo del Viento ha estado paralizado, este explorador también asegura que se ha vuelto a demostrar que es una gran alternativa, eficiente, sostenible y económica, para moverse por el interior de los territorios polares.

Esta expedición comenzó a navegar sobre la superficie helada de Groenlandia el pasado 17 de mayo y finalizó en el hielo el sábado 11 de junio, recorriendo un total de 1.016 kilómetros. Los integrantes estuvieron, de las cinco semanas de expedición, 16 días en movimiento en este sistema, que llega a alcanzar una velocidad de 40 kilómetros por hora en algunos tramos, con jornadas en las que recorrieron hasta 200 kilómetros.

Para esta expedición, el Trineo de Viento estaba compuesto de cuatro módulos (locomotora, dos módulos carga que y uno de habitabilidad), que suman 14 metros de largo por 3,5 metros de largo. Moviéndose únicamente con el viento que sopla en Groenlandia, este sistema de transporte es capaz de mover unos 2.000 kilos, entre personas y material.

Aunque es un sistema especialmente pensado para moverse en zonas árticas, la expedición reconoce que, debido a las tormentas con rachas de viento de más de 100 kilómetros por hora que vivieron, el trineo estuvo a punto de quedar sepultado. De hecho, estas inclemencias meteorológicas retrasaron la salida de la expedición. Una vez en marcha, los expedicionarios han avanzado durante gran parte de las jornadas haciendo turnos de pilotaje por la noche para aprovechar mejor el viento, que no siempre ha sido a favor.

Durante la expedición se han recogido muestras del interior del hielo para el Centro de Astrobiología del Instituto Nacional de Técnica Aeronáutica (INTA-CSIC), donde se desarrolla un instrumento de investigación espacial, el SOLID, destinado a detectar vida en otros planetas del Sistema Solar, como Marte o las lunas heladas de Júpiter y Saturno. Con tal fin, se han realizado perforaciones en el hielo de varios metros de profundidad para extraer muestras con partículas que traerán congeladas a los laboratorios del CAB.

Asimismo, se han recogido muestras del aire para el proyecto del grupo MicroAirPolar de la Universidad Autónoma de Madrid, cuyo objetivo es desarrollar un mapa de las poblaciones microbianas en los polos, para conocer cómo se distribuyen, qué resiliencia tienen al cambio climático y cómo eso puede afectar al resto de comunidades con las que interaccionan. Para ello se ha diseñado un colector de muestras de aire activo a lo largo del recorrido.

Estas investigaciones están lideradas por Lucía Hortal. En la expedición también han participado Begoña Hernández (ambientalista), Carlos Pitarch (alpinista y responsable del material gráfico y audiovisual del proyecto), Marcus Tobía (alpinista) y Juan Manuel Sotillos (montañero y periodista.

 

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Staff Pezcalandia

Fuente: La voz de Galicia