Acá la temperatura promedio es de 26 ºC, la cual nos permite
practicar la pesca deportiva durante todo el año, aunque dependiendo del mes
tendremos más presencia de unas especies que de otras. Este viaje estaba
previsto desde hace tiempo, pero se fue postergando a raíz de la pandemia. Las
ganas de realizarlo siempre estuvieron, pero hubo que esperar las posibilidades
legales de asumir los compromisos que dicta cada uno de los países. Hacer un
viaje al exterior, quizás a una pesca desconocida o al menos diferente a la
acostumbrada, implica muchas charlas entre pescadores identificados con un
determinado tipo de modalidad, charlas con amigos colombianos, así como mirar
videos del lugar y, obviamente, improvisar algunas cosas sobre la marcha.
El viaje hasta Bahía Cupica consiste en llegar a Medellín y,
desde allí, contratar vuelos locales que nos lleven hasta Bahía Solano para
luego, por medio acuático, acceder a Cupica. Todo esto se ve simplificado si
nos ponemos en contacto con Matías Pavoni, de Río Lodge, quien organiza viajes
hasta el destino tomando los servicios de Colombia Pesca, a cargo de Cristian
Vanegas, quien junto a un gran número de colaboradores (guías, chefs y
capitanes, entre otros) hacen de nuestra estadía un momento único e
irrepetible, ya que siempre están dispuestos a cualquier requerimiento. Esta
parte del viaje contó con un grupo de 18 entusiastas pescadores que lo único
que querían era pasarla bien, y así fue durante toda la estadía. Algunos ya
habíamos visitado este pesquero y para otros fue su primera vez pero no la
última, volverán seguramente.
El tema equipos cuenta con varias opciones y posiciones,
pero sin duda dos será lo mínimo que tendremos que armar, y contar con un
tercero sería lo ideal. Debemos llevar en primera instancia uno liviano: caña
de 2,10 a 2,40 m de largo con una potencia de 40 lb (1 lb = 0,453 g) y acción
de punta, y un reel frontal del tipo 6000 cargado con hilo multifilamento de 60
lb. El segundo equipo, el pesado, debería será una caña del mismo largo, pero
con una resistencia de 60 lb y un reel de tamaño 8000 cargado con
multifilamento de 80 lb. Con ambos equipos estaríamos cubiertos para todo tipo
de pesca, excepto la del marlín (comúnmente los operadores de pesca llevan
equipos).
Un back up recomendable
Respecto del tercer equipo, ese podría ser una caña de 25 lb
de potencia con reel frontal o rotativo cargado con multifilamento de 50 lb. En
los equipos pesados recomendamos reeles frontales por la capacidad de carga y,
muchas veces, por la potencia. A todos –los tres– debemos adosarles un metro y
medio de fluorcarbono: un tipo de nylon de mayor densidad y dureza que aguanta
mejor todo tipo de roces en las piedras. De no poder contar con él, podemos
suplantarlo por nylon grueso, mínimo de 0,90 mm.
En Cupica la pesca se puede hacer tanto con carnada natural
(se provee allí) o con artificiales (la modalidad más buscada). Para cubrir
todas las posibilidades debemos llevar poppers para buscar en superficie, como
los NG, Rapala, Voraz y Cano Lures. De optar por minnows, se destacan los
Rapala XRap 14, Gozio Bendy 12 y NG Magnum. Pero también debemos llevar
sliders, como los Pirayú Pirá, Rapala Glidding 12 y Gozio Arrow.
Cuando arribamos al lodge de Colombia Pesca fuimos recibidos
con un coktail de bienvenida por Cristian y todo su staff, quienes nos
indicaron las ubicaciones para instalarnos. Una vez acomodados en las
habitaciones, los guías se prepararon en uno de los quinchos para revisar los
equipos de todos los pescadores y dejarlos listos con nudos de uniones entre el
multifilamento y el fluorocarbono. También nos indicaron los señuelos más
rendidores para afrontar la primera jornada. Tras un desayuno bien servido, nos
acercamos a los botes que nos llevarían hasta las lanchas donde pasaríamos cada
uno de los días de pesca (acción que se repitió durante los cinco días que
estuvimos en las aguas de Colombia).
Divididos en grupos de cuatro pescadores, fuimos presentados
a los guías y capitanes, y abordamos estas lanchas de 12 m de eslora impulsadas
por dos motores de 150 HP cada una. Los primeros lances fueron dedicados a la
costa, donde encontramos formaciones rocosas entre el agua cristalina de color
turquesa. Haciendo un spinning pesado pero con muchas ganas, se fueron dando
los primeros piques de pargos, peces sierra, patisecas y algún que otro jack.
Las capturas no era abundantes, pero sí muy activas. En un momento el capitán
anunció que iríamos a buscar la comezón, y para ello era indispensable divisar
alguna pajarada, a los delfines o algo en la superficie del mar que delatara la
presencia de atunes en la zona. Sinceramente, es un espectáculo ver los
cardúmenes de atunes cazando en superficie y a los pescadores preparados para
lanzar sus señuelos.
Había que hacer largos los tiros pasando esa comezón y, al
entrar al torbellino que produce el cardumen, sin dudas obtendríamos algún
pique. Y así fue: cuando sucedía esta situación todos los pescadores veníamos
con un atún clavado en el señuelo. Un espectáculo aparte era ver a varios
tiburones comiendo entre los atunes, observar cómo cazaban a sus presas. Así se
sucedieron varios de los días de pesca, aunque con alguna diferencia, como
cuando un grupo decidió ir en busca del marlín gigante y consiguió capturar un
ejemplar de más de 150 kg de peso.
Recompensa
Dejé para lo último una singular captura que me tuvo como
protagonista y que me llenó de alegría. Volviendo hacia el lodge con un día
pintado –mar calmo, sol de espaldas y una temperatura de casi 29 ºC–, el
capitán nos lleva a una piedra donde se suelen sacar buenos trofeos. Todo el
grupo se preparó con señuelos del tipo poppers y arrojó hacia un sector (la
piedra no se veía) en el que puso todas las esperanzas. Como el guía dijo que
había que tirar un poco más lejos que la media, tomé una caña pesada, puse un
popper NG color rosa y blanco, y le di con toda mi fuerza, siempre cuidando el
equipo y haciendo trabajar el engaño de la mejor manera. En el primer
lanzamiento ninguno obtuvo respuesta, pero inmediatamente después y luego del
segundo manijazo del reel, una inmensa figura de color naranja se le tiró a mi
señuelo. Confieso que por un momento me puse muy nervioso, pero siempre supe lo
que debía hacer: una clavada firme y precisa, y luego a aguantar los trapos,
como se dice en la cancha. Las corridas y la fuerza de ese animal era
inconmensurables. Les aseguro que disfruté muchísimo durante más de 40 minutos.
Una vez arrimada e izada la pieza a bordo con la ayuda del guía, este me miró y
dijo: “30 kilos de cubera, es el trofeo que nos faltaba”. Sinceramente, no sé
si pesaba tanto, pero les puedo asegurar que para mi fueron 100 kg de pura
potencia, una captura de la cual no me voy a olvidar.
Párrafo aparte merecen mis compañeros de salida que estaban
tan o más contentos que yo de haberla visto. Así que aún con la captura intacta
en la retina, invito a todos los pescadores a que puedan pasar por esta
experiencia y que no se la pierdan el Caribe colombiano.
Prensa & Difusión
Staff Pezcalandia
Fuente: Weekend - Julio Pollero