También los ámbitos a donde las tuvimos temporadas atrás
cambian, y es posible no encontrarlas ahí nunca más, llevándonos de nuevo a
explorar otros sectores, y no siempre con éxito; un trabajo que requiere
paciencia y cautela para no espantarlas y desaprovechar un posible gran
pesquero. Este último dato es esencial si tenemos en cuenta su costumbre de
anidar y defender ese territorio hasta el próximo desove, por lo cual es
primordial salir en su busca con la premisa de devolverla a su medio después de
dar con ella. Por lo tanto, si lo comparamos con un juego de amigos, podemos
decir que el que se enoja primero pierde.
Con esta regla presente, salimos a recorrer algunos sectores
del Rio de la Plata, que ya con aguas más tibias dejan ver las actividades de
este feroz depredador que con apetito puede alimentarse no solo de otros peces,
sino también de pequeños roedores, batracios, insectos y hasta aves. El
derrotero comenzó en las marinas de la zona del norte: desde San Fernando
enfilaron en primera medida hacia el sur para probar la pesca de bogas en un
reconocido fondo de piedras a unos mil metros frente al Club de Pescadores,
algo que después de algunas horas solo les dejó una satisfactoria pesca variada
con bagres amarillos de muy buenos tamaños (suele superar el kilo de peso, es
muy enérgico y con equipos livianos es una pesca sumamente entretenida).
De ahí la proa se enfiló a las costas frente a Ciudad
Universitaria en donde el dorado suele encontrar territorio fértil para atacar
especies menores, como sabalitos, mojarras o dientudos. Allí las pasadas las
hicieron con sábalo, anguilas y por último una carnada clásica para los ámbitos
porteños: pequeños bagres amarillos que son la tentación de los dorados. Pero
tampoco dieron con ellos, así que llegaba el momento de ir por las tarariras.
El día estaba esplendido, el sol comenzaba a calentar así que entraron a los
arroyos que ofrece la zona de Coelho, ámbito de mucha tranquilidad, donde reina
la vegetación y los pequeños canales, un sector ideal para que la tararira
elija asentarse.
Refrigerio por medio probaron con líneas de flote y carnada,
el pique casi de inmediato se empezó a dar con la fuerza y violencia que
caracteriza a este pez que entrega luchas inolvidables al defenderse. Hubo de
los más variados portes, pero todas las piezas se veían saludables y a pleno
para volver al ruedo después de un intenso invierno, y como dato vale destacar
que mordían, sábalos, anguilas y bagres por igual como carnada. La jornada
terminó siendo fructífera y con la certeza de que ya tenemos a esta luchadora
de nuevo entre nosotros.
Prensa &
Difusión
Fuente: Weekend