A menos de un mes de la iniciación de la caza todos los aficionados se dedican a preparar su equipo , en cambio, los que prestan atención principal a su auxiliar más importante, el perro, no son, en comparación, tantos.
Ocurre que en nuestro país la cinofilia de caza, que llegó a niveles muy altos, al menos durante la segunda mitad del siglo pasado, hoy se encuentra en evidente decadencia, fruto, a nuestro leal saber y entender, del cambio radical de los métodos de caza, de la automatización de las salidas y de la proliferación de empresas que se dedican a asesorar, guiar y facilitar los medios para una cacería, con lo cual relevan al aficionado, en los trabajos, cuidados y responsabilidades que significan la tenencia de un buen perro de caza.
El tema da para muchas controversias, como me planteaba hace pocos días Jorgito Vicente, en una de las habituales reuniones de caza y pesca en su refugio de Pezcalandia.
Es muy común actualmente la frase “tengo todo el equipo, menos el perro, porque no puedo convencer a la familia, que aduce falta de espacio”-
Otra fórmula anti perro “me gustaría tener mi propio perro, pero no tengo tiempo para él, apenas me alcanza para una breve charla familiar, el resto se lo lleva el trabajo y las obligaciones”..
Otra más, para completar: “siempre que tuve un perro lo único que conseguí fue que engordara a mi lado.
Porque en el campo jamás me hicieron caso y al final no cazaba con perro sino con los perros de los amigos, que me permitían aprovechar alguna muestra” .
Todas estas apreciaciones no hacen sino confirmar la regla de oro, quien quiera cazar, que se sacrifique, la caza bien lo vale”.
Ocurre que lo primero que debe tener en cuenta un aficionado es que la caza sin perro, en la actualidad, se transforma en simple tiro al blanco y se practica, generalmente, en la forma más antideportiva, es decir, mediante el tiro sobre el ave posada, que sale caminando frente al vehículo y así es, simplemente, “cosechada”. De ese hecho fortuito y absolutamente antideportivo puede surgir una bolsa repleta de perdices, en las manos de alguien que no podrá denominarse, de ninguna manera, cazador.
Es que la caza con perro de muestra integra una de las emociones más fuertes de la vida al aire libre. Conozco octogenarios (me incluyo) entre quienes el momento más buscado, esperado con anhelo y gustado con pasión es aquel en que, con la ropa de combate, el viento frío en el rostro y la escopeta al brazo, quitamos la correa a nuestro perro en la puerta del potrero y le decimos la palabra sacramental :¡Vamos!.
No es que quiera refutar a Jorge ni a ningún otro cazador sin perro. Simplemente me atrevo a afirmar que tal figura es incompleta. El cazador deberá tener su auxiliar, indefectiblemente, especialmente porque la pérdida de una pieza herida, tan común en los campos de pasto y arbustos, se puede evitar con la presencia de un auxiliar de regular conducta que haya sido adiestrado como a portador.
Lo otro es hacer matanza inútiles, ya que el cobro de la presa, muy especialmente los volátiles, está considerada como un yerro reprochable.
Los comienzos
Al iniciarse la temporada una de las preocupaciones fundamentales del aficionado deberá ser la preparación del perro o, en su defecto, la consecución de un ejemplar que se adapte y le sirva.
Para eso debemos dividir en dos la tarea. Uno es el que no tiene perro, sea que lo haya perdido o aún no se hubiese decidido a poseerlo. El otro, es quien tiene un cachorro, pero no está adiestrado y, por lo tanto en ese estado no le será útil. Ambos, además, tropezarán generalmente con el problema del espacio para guardarlo en su
hogar, tema que trataremos más adelante.
Para quien se encuentre sin perro el consejo, si se trata de un cazador ya formado, es que no pierda tiempo y busque un animal con cierto adiestramiento o, por lo menos una experiencia en el trabajo de campo. Para ello lo más indicado es valerse de amigos o conocidos con relaciones en la cinofilia de caza. No descartados el uso simple y llano del aviso en las publicaciones afines, como revistas o páginas de caza en los diarios, nos vemos, sí, en la obligación de señalar que el conocimiento previo del criador o vendedor, por amistades comunes o trato personal de considerable tiempo. La fórmula es entonces simple. Una salida con el proveedor del can, a un potrero cualquiera, bastará para observar la acción del perro. Si se es demasiado neófito, hacerse acompañar por un experto. El resto depende de uno mismo.
Para el caso de quien haya recibido un cachorro (ojo, siempre que sea de buena raza de caza), comprado u
obsequiado, da lo mismo y se decida por adiestrarlo, lo más importante es su trato directo con el animal, su relación, que al principio deberá se casi permanente.
No es que se impida al cachorro departir juegos y correrías con los chicos de la casa sino que, desde un comienzo, deberá identificar la “voce del padrone”, o sea, la voz del amo, circunstancia que facilitará la educación y buen comportamiento. Aclaremos que un cachorro deberá esperar hasta no menos de los ocho meses para iniciar sus evoluciones en busca de la “emanación primera”, suerte de bautismo que el perro lleva en su sangre y que apareceré, indefectiblemente, en un momento de su experiencia, máxime si se trata, como decimos, de un descendiente de perros cazadores.
Una vez obtenida esa identificación, se procederá a la tarea más ardua, la educación y la obediencia. Para ello son inevitables la correa y la traílla, o cordón de conducción. Esto y un silbato se nos ocurren piezas elementales. Además. Una montaña de paciencia y fuerza de voluntad que se deberá siempre imponer al animal. Aclaremos, somos devotos de la libertad entre los hombres, pero en cuanto a la relación con las bestias, creemos que debe haber siempre un principio de sojuzgamiento del animal al hombre, por lo menos cuando se trate de hacerlo cumplir un servicio como lo es la tarea de un perro de muestra.
El silbato es muy útil de debe tratarse de usar siempre el mismo, para lo cual cabe atarlo al cuello del conductor para no perderlo en la marcha por el campo., el resto, hasta el año de vida, se completará con una sucesión de salidas lo más seguidas que se pueda . Después vendrá la prueba de l arma, si bie n conviene que el cachorro participe de alguna
Cacería pero sin intervenir directamente. Lo más conveniente será llevarlo atado a no mucha distancia de los cazadores. En el momento del disparlo se tratará siempre de disttarerlo con alguna golosina o bocado predilecto. Se familiarizará inmediatamente con el estampido y de allí en más no habrá problemas. El espacio
Hablamos del lugar habitable para el perro.
Está demostrado que, siempre que se brinde DIARIAMENTE un paseo de no menos de media hora fuera de la casa, si es breve, dos veces en el día, el perro se contentará con un cuadrado de dos metros de lado, para permanecer en e´l a la espera de su salida, si es posible, el espacio deberá tener piso de mosaico u otro material lavable.
Hay algo esencial. Los perro ladran y molestan, SIEMPRE, cuando se sienten solos.
Ese es el gran misterio de los famosos auladores que han provocado hasta batallas campales entre vecinos. No se trata de tener espacio. UIn perro podrá disponer de una manzana de parque para él solo, pero si lo dejan abandonado aullará hasta enloquecer a un barrio entero. Entonces sí, renuncie a disponer del can porque es preferible que el perro lo vea solo en las cacerías a que UD. se encuentre algún día con el perro muerto.
En este último caso elija algún asilo de perros de confianza y trate de sacar a pasear usted mismo al perro, todas las veces que pueda. Es lo único que su perro le demandará siempre, cariño.
Por Rodolfo A.Perri
Para Pezcalandia