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El periodista Carlos Medera realizó un relevamiento fotográfico de importante valor histórico. Registra su experiencia en imágenes de la crecida del río Paraná y sus afluentes de 1992. Postales de la naturaleza para una nueva advertencia.
Con la triste marca de la experiencia vivida en 1982/83, cuando una crecida del Paraná de tinte catastrófico sacudió a muchos santafesinos, el periodista sanjavierino Carlos Medera realizó en silencio y varios años después, en dos etapas, un trabajo digno de ser destacado en relación a esta temática.
El mismo está caracterizado por dos instancias. Un relevamiento sobre la crecida extraordinaria de 1992 y una réplica de las fotos registradas en aquel momento al día de hoy, más precisamente al año 2008.
El material fotográfico incluye fotos logradas en junio de 1992, y en el mismo sitio, el 8 de diciembre de 2008, siempre sobre desde la Ruta Provincial Nº 1 hacia el este. La tarea ha sido dividida en 4 tramos siguiendo la dirección norte-sur. El tramo 1 abarca desde el establecimiento que perteneciera al desaparecido Coronel Dardo Migno en Colonia Teresa, hasta el límite norte del radio urbano de San Javier, más precisamente hasta el canal de riego de la chacra arrocera de los hermanos Mounier. El tramo 2 abarca desde el cementerio de San Javier hasta calle Las Artes de Helvecia, en el límite norte del radio urbano de la cabecera del departamento Garay, en tanto el tramo 3, desde el parque El Ubajay hasta unos metros al sur del límite de Helvecia y Cayastá, más precisamente hasta el domicilio del desaparecido “Burdy” Cerf.
Finalmente, el tramo 4 abarca desde el paraje La Planta hasta el paraje Las 4 Bocas, en el sur de Cayastá. Medera realiza una serie de observaciones antes de entrar en el plano de las advertencias.
En aquella inundación, en el tramo 1, consigna que el único sector que quedó sin anegarse fue el casco de la arrocera Yatay.
En el tramo 2, prácticamente quedó bajo las aguas la franja que se extiende desde el cementerio de San Javier hasta Helvecia, incluido Saladero Cabal.
En el tramo 3, sucedió algo similar ya que todo el sector ubicado al este de la ruta quedó bajo las aguas, incluso Campo del Medio.
Por último, el tramo 4 fue el más perjudicado, y en determinado momento en ese lugar el agua estuvo a punto de cortar la Ruta Nº 1, “lo que se evitó por el gran trabajo de la Comuna de Cayastá, la Dirección de Vialidad y los vecinos”.
¿Y el futuro? A pesar de la construcción del terraplén defensivo en la banquina este de la Ruta Provincial Nº 1, obra motorizada luego de la riada de 1992, Medera advierte sobre los riesgos que de todos modos podrían correr tanto los pobladores como sus pertenencias ante otra eventual crecida del Paraná.
Al margen de las críticas que pueda generar por sus características el mencionado terraplén, el mismo permitió garantizar la transitabilidad y evitar que el paso del agua destruya su carpeta asfáltica como había ocurrido en 1983. De todos modos, el colega señala que las áreas rurales situadas al este de la ruta, donde se cultivan diversas especies y se cría ganado vacuno, “han quedado desprotegidas frente a una nueva creciente del río que alcance o se acerque a los niveles” de las dos anteriores.
Incluso la actividad turística, que tanto se ha desarrollado en los últimos años, estaría amenazada desde esta óptica. “A la vera del rìo se han realizado millonarias inversiones en la construcción de cabañas, bungalows, fincas de fin de semana, que corren el riesgo de inundarse de registrarse una crecida como la de 1992, por ejemplo, con las consiguientes pérdidas”.
Finalmente, Medera se pregunta si no sería hora de dar protección a todas las inversiones turísticas existentes, tanto para evitar pérdidas en ese sector, como en la actividad productiva de tipo agropecuario.
Las sugerencias, observaciones y demostraciones gráficas que realiza el periodista Carlos María Medera, quien gentilmente cedió este material a El Litoral, adquieren actualidad ante las recientes informaciones que señalan un repunte del río Paraná.
Tal fenómeno natural, y esto ya corre por nuestra cuenta, pondría seguramente a prueba a las poblaciones costeras, puesto que la ausencia de crecidas recientes quizás tenga desacostumbrados a los vecinos en la experiencia de enfrentar sus consecuencias, desprevenidos a los nuevos residentes, y no lo suficientemente equipados a los gobiernos locales.
Por Exequiel Kay
Fuente El litoral On Line