lunes, 1 de febrero de 2010

Mal tiempo, buena cara en los campamentos

En Pezcalandia compartimos y decimos que salir de vacaciones en carpa, sigue muy vigente, la mayoría reconoce que lo hace, para romper con la rutina de las ciudades y pueblos . La sociabilidad en los “campings” es uno de los aspectos más reconocidos por la gente que elige esta modalidad. Santa Rosa de Calamuchita. Llegan en una Estanciera abarrotada de bártulos. Se trata de la familia Fernández, oriunda de Capital Federal, que por casi un mes vivirán en el campamento Miami, uno de los varios sobre el río Santa Rosa, en Calamuchita. Desde hace una década, pasan cada enero en el mismo lugar. “Al principio veníamos en colectivo, con todo este equipaje...”, cuenta hasta para su propio asombro Marcelo (44).
Lo acompañan su esposa y sus tres hijos, Santiago (16), Daniel (12) y Morena (8), quien recuerdan que “aprendió a caminar acá”, en el predio del camping. En todos estos años, forjaron un vínculo de amistad con los dueños.
Hasta asistieron al casamiento de uno de los propietarios, Mariano Bearzotti. Para ellos, el principal factor en la elección de la modalidad de vacacionar pasa por romper con la rutina ciudadana, para enfrascarse en otra mucho más placentera y con muchas más libertades para los chicos.
“Esto te da una tranquilidad, sabés que los chicos están en un lugar y no en otro, podés dormir un rato más”, apuntó Marcelo. Los primeros años se instalaban en carpa, ahora decidieron hacerlo en “dormis”, pequeñas habitaciones, sin baño privado (se utilizan los comunitarios del campamento).
“La ventaja del ‘dormi’ es que ante la lluvia estás más protegido”, señala Marcelo.
Dos tipos.
Los campings reúnen dos tipos de turistas: los “gasoleros”, que no pueden o no prefieren gastar en cabañas u hoteles, y los aventureros-naturalistas, que optan por esa modalidad por el contacto directo con el paisaje que implica. La mayoría de los acampantes cuenta que se establecen relaciones de amistad y confianza entre los “vecinos”, en mayor medida que en otras modalidades de alojamiento. que a veces se repiten cada año.
Carolina (31) dejó la oficina de los Tribunales porteños; y su pareja Wong (41), sus sesiones de acupuntura, para sumergirse en una pequeña carpa y pasar unos cinco días de naturaleza plena.
Es la primera experiencia que comparten de convivir en una carpa. “Con la lluvia fue un poco complicado, pero todo bien, la vida al aire libre es diferente a meterte en un hotel o una cabaña, donde en ocasiones la computadora te atrapa más. Hay que cocinar o comeremos unos sándwiches; acá no hay mucama, pero no hay mucho que acomodar”, bromeó la chica. Fabio Rey (39) y su esposa Leticia (31) llegaron con su hija Josefina (2). Recorrieron más de mil kilómetros desde Puerto Madryn, para acampar en Santa Rosa de Calamuchita. “Nos encantan la tranquilidad y la vida al aire libre”, apuntó Fabio.
“No es la primera vez que salimos con la nena, pero ya está más grande y extraña un poquito el televisor de la pieza, es la comodidad más que nada, pero se acopló bastante bien”, comentó. “A la mañana mate, al mediodía asadito, a la tarde el río, ahora vamos a hacer las compras al supermercado”, enumeran las actividades diarias de vacaciones. Salir de la rutina. “Salimos a veces en carpa y otras en casilla, pero siempre en campings.
La idea es escapar de la rutina, disfrutando la naturaleza”, apuntó Diego, de Charras, pueblo cercano a Río Cuarto. Para el hombre, mate en mano, junto con sus hijas y su esposa, la elección pasa por una cuestión de gustos, y no tanto por una conveniencia económica. “Me gusta más que salir en hoteles o cabañas.
Siempre me gustó el campamento. Mi padre siempre nos llevó en carpa y a mí me encanta, pero a mi hermana no, ella prefiere un hotel”, contó. “Esto es más social, siempre se hacen amistades”, opinó para darle valor a la modalidad elegida. Al caer tarde, la postal habitual es la del regreso del río o el lago a los campamentos.
A esa hora, por ejemplo, Lázaro Taitz se sienta en el bar de un camping calamuchitano con su computadora personal. De vacaciones con sus tres hijos, de diversas edades, marca la diferencia con el modelo vacacional de los Fernández. Porque, como en todo, en esta modalidad de alojamiento también abundan los matices.
Lázaro recibió con alegría que el predio en el que acampa ofrece Wi-Fi para conectar las notebooks a Internet. Un aporte que hasta años atrás era inimaginable para un camping. De ese modo, cuenta que puede monitorear su negocio de venta de envases flexibles en Buenos Aires, a la distancia y en ojotas. La opción de Lázaro fue alojarse en “dormis”, y aceptó una oferta no tan usual entre los campamentos: un servicio full, que incluye todas las comidas del día. El turista porteño dijo no tener como hábito alojarse en campings.
“En realidad, es la primera vez y estoy conforme. Pero no duermo en carpa ni cocino, eso no lo haría”, aclaró.
Por Carina Mongi
Fuente La Voz