lunes, 8 de marzo de 2010

Clínica de mountain bike

Se hizo en el camping de la UOM, en Rawson, y fue una experiencia para los más grandes, en Pezcalandia captamos este relato y aquí esta para difusión. El circuito estaba armado en una de las canchas del camping de la UOM, de Rawson, con algunas mochilas puestas una detrás de la otra y en dos hileras. Había que rodearlas haciendo ochos con la bici, pero no sin antes haberse puesto el casco protector y haber recibido una charla instructiva sobre seguridad.
Se trataba de una clínica de mountain bike. Y lo que comenzó como una actividad recreativa y educativa para pasar un día diferente sin pileta (porque se había ensuciado con el viento de la noche anterior y la mañana siguiente estaba fresca), pronto se convirtió también en competitiva por el entusiasmo que le pusieron los chicos de la colonia de verano, unos días atrás.Primero debían formar un círculo para escuchar las directivas.
Les explicaron cómo debían hacer buen uso del casco, cómo se arman los frenos de las bicis y las ruedas, cuáles son sus partes y los elementos necesarios de supervivencia. Pero no se trató sólo de una clase instructiva, ya que en cada parte de la charla recalcaron los valores de compañerismo y respeto.
Con todo ese arsenal de consignas los chicos ya estaban preparados para saltar a la parte práctica. Para eso, les habían llevado 4 bicicletas todo terreno y sentados en fila cada uno fue esperando su turno para ponerse el casco que se sacaba el compañero anterior, tomar la bici que le entregaba y hacer la prueba en el circuito.
De esa manera, luego de los más de 42 grados centígrados del día anterior, cuando los niños de las colonias de verano disfrutaron más que nunca de la pileta, a la jornada siguiente, con una temperatura de casi 20 grados menos, el día se prestaba para muchas otras actividades aparte de la clínica de mountain bike destinada a los varones y las nenas más grandes.
Así, los más chicos pasaron la mañana entre partidos de handbol, fútbol, hockey sobre césped, vóley y juegos competitivos con pelotas, aros y sogas. Eso luego de las clases especiales de plástica y tecnología en las que tenían que elaborar sus propios carteles de cartapesta con los nombres de cada grupo. Y también después de una actividad armada por asistentes sociales de Desarrollo Humano sobre valores.
En ella los niños tenían que ir armando una casa con las palabras que hacían alusión a las cosas buenas que debe tener un familia y poner afuera las malas.
De esa forma los muros se completaban, por ejemplo, con cartelitos que decían amistad, respeto, tolerancia, amor, sinceridad. Y afuera quedaban la soberbia, violencia, deshonestidad y otras.
Por Alejandra Gari
Photo se desconoce autor
Fuente Diario de Cuyo