sábado, 27 de marzo de 2010

Pezcalandia difunde "El Nilson"

Una de las salidas obligadas si se eligió como destino de pesca a Río Pico. Chubut- Argentina
El repique de la lluvia sobre el techo y el crepitar de la leña en el gran hogar de la cabaña, había sido el sonido agradable y sensible que escuchamos al acostarnos y al levantarnos. Para mí, que viví hasta los veinte años en una casa de chapas, el ruido de las gotas al golpear el techo, eran una caricia de mi historia. El despertar fue un cuadro de sensaciones que únicamente en esa cabaña municipal de Río Pico podían acumularse.
La luz gris de la mañana cubierta entrando por las ventanas, el ruido insistente de la lluvia, el fuego agonizante repartiendo todavía su tibieza, las gotas gruesas cayendo desparejas del techo de chapas acanalada, la pava calentándose, el mate sobre la mesa, los picos nevados de la cordillera y el olor resinosos de los leños quemados nos envolvían en su encanto. A medida que todas esas sensaciones fueron perdiéndose con la realidad, escuchamos con algo de temor la lluvia incesante y el viento violento. Veíamos el futuro como un escollo que no nos permitiría gozar del mejor día de pesca.
A medida que nos vestíamos y preparábamos, notábamos que todo había empeorado. El lago tres, que se veía desde una de nuestras ventanas, estaba gris como las nubes. Las olas dispersas llenaban toda la superficie visible. A la bruma, que surgía de millones de partículas que se desprendían de solapas blancas, se sumaban las gotas, que infalibles, caían formando remolinos translúcidos sobre ellas. Los árboles, forzaban sus copas tozudamente al movimiento exagerado que les provocaba el viento.
Conservaban la vertical por la fuerza de raíces, troncos y ramas acostumbrados a esa lucha. Nuestro entusiasmo no decaía, pero la preocupación ya nos ocultaba todo ese cuadro de belleza y sensaciones que nos había invadido ni bien nos despertamos. Ahora, luego de la belleza brutal que inevitablemente nos envolvió, veíamos la dificultad que nos esperaba.Ese día nuestro destino sería el Río Nilson.
Un río que se topa con el Pico y cuyo encuentro de aguas es conocido por la variedad de modalidades que ese accidente natural permite practicar. Existen largos pozos para usar streamers con cañas livianas, varios playados y anchos rifles para pescar con ninfas y pequeños arroyos, con entrada y salida al río principal, donde el uso de secas es una delicia. Llegar al Río NilsonDesandamos el camino hasta la casa de los gringos que habíamos visitado el día anterior para llegar al Río Pico. Pagamos el peaje al que se nos tiene acostumbrado, y en lugar de tomar hacia la derecha, rodeamos la casa por la izquierda y en un corto camino sin huella atracamos la camioneta para iniciar, a pie, el camino al Río Nilson.
El piso de húmeda gramilla verde semejaba una alfombra imperfecta. Arboles y arbustos raleados, algunos troncos grises y amenazantes, formaban el entorno del lugar donde nos preparamos. Escuchábamos el bramido del viento que movía las copas altas del monte que nos defendía. El viento, desde que salimos de la cabaña, había ido en aumento. Ni nos dimos cuenta por el stress de un viaje, cargado de riesgos para la camioneta. Ninguno cruzaba palabra mientras nos equipábamos. Una caña, el chaleco y una pequeña mochila cada uno para emprender el camino. Llegar al Nilson es seguir el derrotero del Pico.
Esto es fácil con los ríos normales y con tiempo algo más benigno. Hay sitios de paso que obligan a meterse en el Pico para cortar camino. Estuvimos obligados a internarnos a la izquierda del río porque fue imposible seguir el camino conocido. No fue tanta la pérdida de tiempo, pero si, desencontramos la picada que nos hubiese evitado cruzar alambrados que nos detenían y que en ocasiones se disponían lateralmente, debiéndolos sortear más de una vez. Fue una caminata dura de casi una hora o más. Julio y yo somos pescadores con mas de 65 años y nada nos asusta o nos retiene, pero la realidad del afuera con nuestro años, a veces, solo a veces, nos obliga a replantearnos nuestros escenarios de pesca.
Este día, con un viento de más de sesenta kilómetros por hora, en una picada, a veces visible y transitable y otras, con inconvenientes casi insalvables para nosotros, no era el mejor escenario o clima para intentar pescar. Nos habíamos dispuesto llegar al Nilson. Entre lengas, sauces, ñires, matas de coligües, picadas intransitables, arroyos con pequeñas y refalosas cañadas, alambrados y mallines donde el viento casi no nos permitía caminar, caminábamos convencidos que llegaríamos.
Si después pescábamos o no, lo decidiríamos cuando estuviéramos en el lugar.
De pescar ni hablar Walter, a quien todos llaman “Pelado” nos cubría. Acompañó a Julio todo el camino. Lo protegió, cuidó y ayudó en todo, sin hacerse el héroe servicial ni exagerando sus intenciones. Su forma de actuar dejaba claro su voluntad de que sintiéramos que estaba para ayudarnos. – Va bien don Julio -, - ¿Lo ayudo a cruzar el alambrado? -, - Venga por aquí que es mas seguro -, ¿Quiere que le lleve la caña?. - Vamos a descansar un rato. Estas consultas y consejos nos ofrecían seguridad y confianza.Luego de recorrer el camino embarrado entre el monte, camino digno de hacerlo como travesía turística de aventura, llegamos al encuentro de los dos ríos.
El viento nos tomó en el descampado que se forma en la playa de grava y piedras que forma el choque de las dos aguas. Parecíamos la tambaleante imagen de niños que están aprendiendo a caminar.
Apoyábamos el cuerpo al viento y tratábamos de mantener la vertical.
Ya le había dicho a Julio: De pescar ni hablar y me contestó: Ya vine una vez y no llegué, hoy aunque no usemos las cañas, llegamos.
Había arreglado hace muchos años llegar al Nilson con Marcelo Morales y este, esa mañana tuvo un accidente que les impidió encontrarse. Por supuesto no cejó en el intento de llegar, pero esa vez, no lo pudo lograr. Apoyé su decisión y con Walter acordamos llegar, descansar y comer algo. Luego volvernos. Pescar no sería posible por lo menos hasta el atardecer, si teníamos la suerte de que a esa hora el viento amainara. Lo más probable es que esto no sucediera.
Comimos unos sándwiches, tomamos unas cervezas y Julio, a pesar del viento imponente se durmió una siesta. Walter, cual guía que no quiere perder ni con un terremoto, me arrastró hasta un brazo ciego del Nilson y trató que yo pudiera poner mi mosca debajo de unos sauces que estaban a escasos cinco metros del alcance de la mosca. Fue imposible. Se sumó a mi torpeza, el viento, la corriente y mi falta de convencimiento de que sacar esa trucha significaba algo.
Sin demasiada insistencia volvimos a donde nos protegíamos del viento.Una vez mas la naturaleza nos demostraba que la previsibilidad de una salida de pesca no es competencia de los pescadores. Decidimos volver e intentar en los quietos del Pico. Un lugar, que por su cañadas, nos permitiría arrojar la línea. El viento nos desencantó en poco tiempo. Julio logró un par de piques. Yo, en el mismo lugar que el día anterior había clavado más de doce truchas, no tuve esa suerte. Nuevamente empezó a llover. Ya habíamos tenido lo suficiente por ese día y emprendimos el regreso desandando el lodazal del camino de vuelta hacia la cabaña.Conclusión: Todo indica que el Nilson es un lugar maravilloso para pescar si las condiciones meteorológicas lo permiten. Estando en el encuentro de los dos ríos, el Pico y el Nilson, vimos claramente una curva con todas las variantes para probar pescarlo con las modalidades que se les ocurran.
Walter me llevó a un brazo ciego muy fácil para pescar con secas e incluso vimos la trucha que me quería hacer pescar y que, aunque estuve panza al suelo para que no me viera, nunca pude arrimarle ni cerca la mosca.
El camino es fácil aunque mi relato pueda mostrar lo contrario. Avanzando con el Río Pico a la derecha, no importa la dificultad de perder la huella, siempre llegará al encuentro con el Río Nilson en una caminata inolvidable de mas o menos una hora.No puedo hablar de moscas, sitios y experiencias, salvo las que les he contado, pero confío plenamente en las versiones de Walter en cuanto a la bondad de la pesca en ese preciso lugar.
Nos aseguraba muchos piques por caña, de truchas que no pasarían el kilo, salvo excepciones. El lugar es vadeable y tiene las condiciones para que uno pueda pasar un gran día de pesca si decide Río Pico como destino.
Lamento no poder mostrar fotos con capturas, pero la pesca es la pesca, aún con el mejor guía.
Dirección de Turismo de Río Pico
Por Enrique Gómez