Desde Pezcalandia difundimos ésta interesante nota.
Elsa Ávila fue la primera mexicana y tercera latina en
conquistar la cima del Everest. Ocurrió hace 20 años (5 de mayo de 1999), hecho
que fue recordado en estos días, donde se repitió la imagen de la montañista en
el justo momento de la hazaña. Lo que poco se dijo es que la protagonista, de
55 años, ha batallado más abajo de la montaña. Suma cuatro infartos cerebrales
menores, tiene un marcapasos y fibrilación auricular.
Alpinista, empresaria, madre de dos hijos y graduada en
ingeniería civil en la Universidad Autónoma Metropolitana, Elsa no se rinde y
trata de aprovechar la experiencia en las montañas para motivar a la gente que
acude a sus conferencias. Enseñar que el tiempo no regresa, algo que aprendió a
más de ocho mil metros de altura.
Los problemas físicos comenzaron en 1989, cuando Elsa intentó
ascender por primera vez al Everest y se quedó a menos de 100 metros de la
cumbre. “Tuve problemas de hipoxia (reducido suministro de oxígeno al cerebro).
En ese momento no lo piensas, pues estás en riesgo de morir. La lucha por la
sobrevivencia. Te das cuenta que estás a punto de no regresar y valoras tu
vida. Fue un festejo de regreso a la vida, más allá de querer subir a la cima”.
¿Las
lesiones cerebrales fueron consecuencia de subir a la montaña? No lo sabemos. El doctor me dijo que pudo ser. Yo creo que todo
tiene que ver. En otra ocasión tuve congelamiento en los dedos y el
doctor me hizo un injerto en uno de ellos. Regresé del Himalaya con los dedos
congelados. Fue en el 92 en la montaña Kangchenjunga, la tercera más alta del
mundo. Marcapasos, fibrilación auricular, cuatro infartos cerebrales
menores. Lo que me ha permitido salir adelante es la experiencia en la
montaña. La primera vez que me dio una embolia pasajera estaba sola, recuerdo
que me preguntaba qué haría en la montaña. Asusta no mover el cuerpo, pero la
paz que me dio la montaña me ayudó.
¿Ahora
a qué se dedica? Ahora doy conferencias motivacionales en empresas y comparto la
experiencia. No sólo lo cuento a deportistas, sino a la gente en común para
valorar la vida y luchar por conseguir sus metas. Soñar metas y prepararse para
alcanzarlas.
¿Qué
tanto ha cambiado Elsa? Aprendí a apreciar cada instante de mi vida. En el primer
intento al Everest me sentí frustrada de quedarme a 80 metros de la cima. Diez
años después regresé y lo logré. Ahora me doy cuenta que hay que soñar las
cosas, pero hay que prepararse por lograrlo.
¿De qué
habla en su libro Triunfar al extremo? El triunfo para mí es estar viva y el extremo fue tocar casi la
muerte en distintas ocasiones. Comparto diferentes expediciones y el
aprendizaje en cada montaña. Cada persona tiene una montaña por alcanzar, saber
sus riesgos y prepararse para el éxito. No estoy hablando literalmente de subir al Everest, sino de los
sueños de cada uno.
Después
de ascender el Everest, ¿uno vuelve a ser el mismo? Hay quien sigue en la cumbre y no vuelve a poner los pies en la
tierra. Yo me considero una persona con mejor actitud y toma de decisiones en
la vida. Todos somos seres mortales, pero te das cuenta de la grandeza de la
naturaleza y de lo insignificante que es uno. Valoras más las cosas y tratas de
aprovechar mejor tu tiempo.
¿El
alpinismo está en retroceso? Ha cambiado mucho la comunión con la montaña. Se ha vuelto un
deporte de turismo de aventura, donde las compañías grandes hacen negocio. Te
ponen las tiendas, la comida y pierdes la verdadera intención de conquistar el
Everest por sólo llegar y tomarte la foto.
¿Sigue
escalando? Ya no puedo arriesgarme, porque otro ascenso podría provocarme
otro edema, otro infarto cerebral, de hecho los doctores me han dicho que es
posible que lo tenga aún sin subir alguna montaña.
¿La
última vez? Escalo a manera recreativa en roca y caminatas. La última vez
que hice un ascenso fue hace seis años en el Pico de Orizaba.
¿Lo
extraña? Cuando veo logros de amigos, pero luego recuerdo todo lo que se
sufre y me alegro de estar en mi casa.
¿Le
tocó sufrir la muerte de algún alpinista? Por supuesto, en mi misma expedición me tocaron varios y eso es
muy doloroso.
¿Usted
la libró? Claro. Esos alpinistas estaban preparados. Por ejemplo, mi
primer intento al Everest fue cuando más cerca estuve de la muerte. Me aferré
mucho a vivir.
Y
cuando subió a la cima, ¿qué encontró? Un amigo de la National Geographic, Pete Adams, al que le dicen
Mr. Everest por estar ocho veces en la cumbre. Había unos nepaleses también y
muchas banderitas de los sherpas.
¿No se
puede quedar mucho tiempo arriba? No se debe. El tiempo pasa tan rápido que te puedes quedar
arriba para siempre.
¿Qué es
lo más peligroso? El descenso. Estadísticamente hablando, es donde más accidentes
ocurren.
¿Se sueña en el Everest? Sueño muy seguido con expediciones, nevadas, las montañas. Cada
vez que yo regresaba de las montañas tenía un sentimiento de tristeza. Me daba
emoción regresar al país, pero anhelaba quedarme en las montañas.
Me
estoy adelantando, pero ¿qué le gustaría que hicieran con su cuerpo cuando
muera? Quiero que cremen mi cuerpo, pero no lo quiero en un templo. Lo
quiero libre. A mis hijos les dije que las cenizas las rieguen en Nepal, pero
me dicen que no se las complique (risa).
¿Se
convirtió al budismo? Fue muy curioso. La gente del Tibet tiene una filosofía y una
vibra muy especiales. No matar ningún ser vivo y tienen mucha paz, mucha
felicidad y amor. Siempre sonrientes y positivos. Empecé a tomar clases y a
practicar el budismo después del ascenso al Everest.
¿Cambiaría
usted algo de su pasado? No. Hace 20 años que subí al Everest y apenas me lo
preguntan. Escribí hace poco en mi página de Facebook que si yo hubiera subido
al Everest aquella primera vez, sé que hubiera llegado, aunque me
sintiera mal. Sé que hubiera llegado, pero no hubiera regresado. Y si no
hubiera regresado no hubiera tenido a mis hijos ni la vida que tengo ahora. No
cambio nada de lo que he vivido.
¿Si
supiera que el montañismo le trajo las lesiones cerebrales, lo hubiera
abandonado todo? No creo, porque fui a muchas montañas. Si una bola de cristal me
lo hubiera dicho, igual y en ese momento me asusto. Pero no lo dejo. Esos momentos tan fuertes que han sido para mí el no poder
hablar, eso me pasa en los infartos cerebrales, me da una enseñanza tan fuerte
hoy. Esa enseñanza de no quedarme callada cuando puedo expresarme, de valorar
ahora que puedo moverme y hablar. Eso me da fuerza para dar conferencias y decirle a la gente que
valore su tiempo y su vida.
A 20 AÑOS DE LA HAZAÑA. El 5 de mayo de 1999, Elsa Ávila se convirtió en la primera
mujer latinoamericana en alcanzar la cumbre del Everest. El ascenso lo realizó bajo un estilo deportivo, no fue apoyada
ni guiada por los sherpas, lo que dio un mayor grado de dificultad para la
hazaña, que la consolidó como una de las mejores en el montañismo.
Fuente
El Diario de Chihuahua