miércoles, 19 de mayo de 2021

Pescadores en el Limay



Difundimos en Pezcalandia que, en este momento, Guillermo “Pelado” Ricigliano (guía e instructor en una actividad que domina como pocos) prefiere que se lo presente como “un pescador preocupado”.
La inquietud que lo aqueja se relaciona con una situación compleja que se vive en el río Limay, sobre todo en el primer tramo, a partir de la gran acumulación de pescadores, cosa que se suma a cierta falta de ética que se observa en varios de ellos, lo que produce resquemores en quienes sienten el deporte que practican como un modo de vida que tiende a la paz interior, y no el desbarajuste que, sobre todo entre abril y mayo, se suele presentar en ese rincón privilegiado de la naturaleza.
La problemática, indica Ricigliano, se intensifica si se tiene en cuenta que “no hay estudios para medir la carga que puede tener el río como presión de pesca”.
“Eso es algo que deben realizar los biólogos”, señala, y aprecia que se podría llevar a cabo a partir de la acción de profesionales de la Universidad Nacional del Comahue.
“En los últimos años, en esta época, se observa un caudal enorme de pescadores, y guías con sus botes, en los primeros tramos del río, y eso causa una serie de inconvenientes”, advierte. 
“En el fondo, es una cuestión de comportamiento, en relación a la idiosincrasia. Si no te enseñaron respeto y cultura, vas a actuar inadecuadamente en cualquier lado, no importa la edad”, considera el profesional, que tiene tres décadas y media de experiencia como guía de pesca con mosca en Bariloche.
Remarca que, desde hace aproximadamente cinco años, se observa una notoria falta de ética en varios de quienes acuden al río, tanto aquellos que pescan de manera recreacional como algunos de sus pares en la profesión.
En ese sentido, apunta que “cada vez hay más pescadores que se rebelan".
“De esa manera, esto se transforma en una trifulca casi diaria”, manifiesta el hombre, que, a sus sesenta y nueve años, es venerado por muchos amantes de la pesca.
Ricigliano informa que, ante la falta de lluvias durante el verano, “el río está muy bajo, y al ir al primer tramo, que comienza en el puente de la ruta y culmina en Rincón Chico, se ven aproximadamente veinte botes por día, más todos los pescadores recreacionales que están de vadeo, es decir pescando desde la costa”.
“Tenés que hacer slalom para poder pescar”, describe, al citar las dificultades que se presentan.
Resalta que los inconvenientes se producen en los sectores iniciales, y no en otros, debido a que quienes arriban al lugar no desean avanzar porque eso les implicaría “mayor gasto de combustible y más demora en llegar”. 
En cuanto al porqué de la concentración de los practicantes de la actividad en ese río puntualmente, en vez de diversificar los destinos, Ricigliano explica: “Entre fines de febrero y principios de marzo, comienzan a entrar grandes especímenes de truchas -marrones y arcoíris- al Limay, porque es un lugar de desove, el cual, depende de la cuestión climática, comienza en julio o agosto".
"Es decir que estamos en una temporada predesove, y por eso los cardúmenes son más abundantes”, dice.
“La mayoría de los pescadores busca el tamaño récord de truchas, y, en este momento, hay dos ambientes que ofrecen eso en la Patagonia: Río Grande, en Tierra del Fuego, y el Limay superior”, continúa.
“Por eso, hoy, este río es de clase mundial”, asevera.
“Ofrece todas las posibilidades deportivas y recreacionales para el pescador, quien puede sacar una trucha que no volverá a pescar en su vida”, suelta.
En ese sentido, cita también el inconveniente de las capturas fotográficas: “Sacan al animal para tomarle ochocientas imágenes, y queda exhausto; incluso, por ese motivo, se han encontrado varias truchas muertas”.
Y, más allá de cuestiones relacionadas con el respeto y las buenas costumbres, Ricigliano menciona cierto abandono institucional en relación al río.
De esa forma, considera que desde la provincia “siempre se le prestó muy poca atención a la pesca deportiva, porque, en general, el foco ha estado puesto en la que se lleva a cabo en la costa del mar”.
“El apoyo ha sido mínimo, no hay interés ni reglamentaciones”, sostiene.
“Es cierto que ahora atravesamos momentos económicos difíciles, pero hace quince años las cosas eran distintas y tampoco hicieron nada”, afirma.
Así, reflexiona: “Hay una desidia importante sobre este tema”.
Remarca que es algo difícil de comprender, ya que “cuando se habla de una población de truchas, como la que hay en un ambiente como el del río Limay, se hace referencia a un recurso económico importante”.
“Existe una falta de cuidado total de los organismos que tendrían que estar a cargo de manejar ese recurso y no lo hacen”, expone.
En este punto, menciona también inconvenientes con otra entidad emblemática: “Una pata institucional con la que tenemos muchos problemas es con Parques Nacionales… Es como hablarle a una pared, y así no se pueden obtener las acciones que necesitamos”.
Como ejemplo, indica que la institución debería intervenir para “eliminar la pesca antirreglamentaria, porque eso también es un proceso de carga sobre el ambiente”.
“Los guías que tienen sus botes matriculados deben tener su correspondiente permiso para circular por el río, con su carnet de prestadores de turismo, pero los demás pueden ir sin que les importe a Parques o Prefectura si cometen alguna infracción, porque no usufructúan con la embarcación; el único permiso que precisan es el de pesca”, relata.
Antes de despedirse, el "Pelado" comenta: “Los pescadores practican su deporte como si fueran chicos, les sale el nene interno: ‘Yo quiero pescar, no importa nada más…’. Incluso hay berrinches entre compañeros de la actividad. En cada embarcación, van dos pescadores y un guía que rema, y, entre los que se dedican a pescar, que están pagando ese paseo, disputan para ver a quién le va mejor… Es una cuestión casi infantil, y eso se refleja en el comportamiento total en el río, ya con una masa grande de participantes”.
“Aunque tenga ochenta años, el pescador se va a portar como su nene interno, con ese egoísmo con que se actúa en la niñez”, concluye.
Fuente El Cordillerano
Pezcalandia