Ha pasado un mes
y medio. Bishara sabe que pudo morir. Es una actividad de riesgos y reflexiona
sobre por qué lo hace, qué busca en la montaña. Menciona el "sabor"
que le dejan los inesperados desafíos que enfrenta.
Bishara y Viguera se prepararon durante varias semanas en la
cordillera de Atacama, probándose en altitud, en un lugar que definen como
"inhóspito y duro", ideal para preparar el cuerpo y también la
cabeza.
Manaslu, que significa "Montaña de los Espíritus",
se ha puesto de moda. Pocos meses atrás, un estudio reveló que la cumbre
auténtica está unos 25 metros más arriba. Eso impulsó a un montón de
candidatos. De 150 clientes al pie de la macizo el año pasado se pasó a 400, a
los que hay que sumar a los 400 trabajadores de la etnia sherpa que hacían de
guías . Bishara y Viguera, del team Lippi, tenían como deseo dejar la menor
huella de carbono posible. "Nuestro objetivo era ir a realizar este ocho
mil de la manera más pura posible, tal como nosotros hacemos montaña en Chile.
Nosotros somos montañistas, no vamos con un guía. No intentamos hacer nada
nuevo. Ir sin oxigeno, sin sherpa y sin ayuda suplementaria. Ser
autosustentables o autónomos, hacerlo como corresponde. No teníamos sherpas que
nos transportaran las cosas, que nos armaran los campamentos altos, tampoco
teníamos cocinero. Había más de 400 escaladores en la montaña y de esos 400
máximo 30 eran gente que iba a hacerlo como nosotros, el resto eran clientes,
les arman la carpa, les desarman la carpa, les preparan el desayuno, les
derriten hielo, les dan agua, les hacen todo", expresa Viguera.
Se formaban filas para subir por una grieta o un serac.
"Te trae el riesgo de estar más tiempo en un lugar en el que no quieres
estar mucho tiempo", apuntan. El tránsito era lento y había riesgo de
avalancha constantemente. Viguera y Bishara decidieron escalar a contratiempo.
Si la mayoría empezaba su día a las ocho de la mañana, ellos lo hacían a las
seis para no encontrarse con nadie. El 25 de septiembre, los chilenos
decidieron separarse. Viguera iba a subir con un fotógrafo, mientras Bishara lo
iba a a esperar en el Campamento Base a 4750 metros de altura. Las condiciones
fueron duras durante toda la expedición. De los casi 40 días que estuvieron en
la montaña, en 32 hubo lluvia y nieve, con muy mala visibilidad. Sin embargo,
Bishara recuerda que ese 25 de septiembre el día estaba particularmente
cargado.
"Yo había decidido subir desde el Campamento Base hasta
el Campamento IV en un puro intento liviano y después pretendía descender de
regreso al Campamento Base. Fui sin mochila, con equipo liviano, salí a las 7
de la mañana porque me desvelé y no pude salir a las 4 de la mañana como tenía
pensado. Paso el Campo I a muy buen tiempo y en el campamento II me encuentro
con Galo", rememora. En el Campamento II se enteraron por radio que hubo
una avalancha. Había gente desaparecida y no se sabía cuántas personas eran.
Los chilenos tomaron la decisión de subir hacia el Campamento III (6700
metros).
El recorrido duró aproximadamente una hora y diez minutos.
"Nos encontramos con esta escena súper triste, gente lesionada, cada uno
ya estaba siendo rescatado y había gente fallecida también. Los sherpas que
acompañaban a los montañistas habían decidido dejar de lado sus labores de guía
y fueron todos hacia este rescate. El ambiente era de incertidumbre y mucha
tensión. Te llega a dar mucha pena. Sabes que se pierde un amigo, se pierde un
hermano, se pierde un papá, un hijo. Tocó muy profundo en nosotros, te lleva a
una pena con llanto de hecho", cuenta Bishara. La muerte estaba ahí. Una
de las dos personas fallecidas fue Hilaree Nelson, famosa esquiadora
estadounidense y la primera mujer en hacer cumbre en dos ochomiles. Luego,
llegó la noticia de que habían 20 desaparecidos. Mientras armaba su carpa,
Viguera vio al marido de Hilaree Nelson, Jim Morrison, bajar solo por la
cumbre. Esa imagen lo golpeó mucho. "Todo eso ocurrió entre el Campo III
(6700 metros) y el campo IV (7400 metros). Nosotros justo estábamos ahí y había
poca gente, entonces nos tocó vivir ese día catastrófico en primera persona ,
pero después de eso y antes de eso había avalanchas en todos lados. Esta fue
una que desgraciadamente le tocó llevarse a estas personas. Mediáticamente
golpeó, porque ese mismo día murió Hilaree", relata. Bishara recuerda que
estuvo junto a su compañero hasta antes de que oscureciera. Decidió descender
al Campamento Base. Mientras lo hacía, había un pensamiento en su cabeza.
¿Azar, destino? "Ese día si hubiese salido a las 4 de la mañana
seguramente me habría encontrado en la mitad del campamento III al campamento
IV que es junto el lugar donde pasó la avalancha. Toda esa emoción, ese llanto
que vivimos, lo tomo como qué pudo haber sido de mí si hubiera despertado a la
hora que había planificado. La vida tiene sus motivos, sus caminos para cada
uno de nosotros. Afortunadamente el mío era no estar ahí en ese momento",
declara. Viguera explica que en la montaña los planes cambian minuto a minuto.
Dice que se puede ir a acostar con una idea y al despertar la realidad lo
obliga a hacer ajustes o a cambiar totalmente. Los días fueron pasando. En un
momento, paró de nevar, salió el sol tres o cuatro días seguidos. "Si bien
estas cosas te golpean, son trágicas y tiran a todos para abajo, uno está ahí
para cumplir un objetivo. Analizamos la opción de volver a subir a la cumbre.
Sabíamos que íbamos a tener menos riesgo de avalancha. Hicimos nuestro ataque
de cumbre, nuestro primer intento, y habían pronosticado cielo despejado,
tuvimos un metro de nieve, de nieve fresca cuando nos despertamos con
temperaturas altas, empezaron a caer avalanchas por todos lados y nos dimos
cuenta que la montaña no quería", manifiesta Viguera. Ambos sintieron que
no era momento de tentar la suerte. El regreso al Campo Base estuvo lleno de
riesgos. Había cuerdas fijas tapadas y murió un guía en un accidente. Ha pasado
un mes y medio. Pese a la experiencia límite que vivieron, quieren seguir
haciendo montañismo y ya se trazan nuevas metas. "Haber vivido una
experiencia de un ochomil es una experiencia que te deja marcado en lo humano y
en lo deportivo, es inevitable pensar en regresar. Quizá no enseguida al
Manaslu, pero sí a una montaña de ocho mil metros, esa cordillera es
fascinante, tiene montañas icónicas. Sí, definitivamente hay que regresar.
Volver para sacarnos esta espinita", cierra Bishara.
Pezcalandia
Prensa & Difusión
Fuente: emol